Secciones
Diario El Argentino
Secciones
Diario El Argentinomartes 23 de abril de 2024
Entrevistas

Entrevista a Lorenzo Macías, chamarritero

“Fue gracias a don Linares Cardozo que pudimos descubrir algo muy nuestro como es la Chamarrita”

“Fue gracias a don Linares Cardozo que pudimos descubrir algo muy nuestro como es la Chamarrita”

Lorenzo Macías nació en Gualeguaychú hace ochenta años, más precisamente el 10 de octubre de 1930. Fue el mayor de los tres hijos que tuvieron don Lorenzo y doña Hilda Casquero. Actualmente es padre de diez hijos junto al amor de toda su vida: María Teresa Ríos. 


Por Nahuel Maciel
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
 
“Este oficio de hacer mate lo adquirí por necesidad, gracias a un amigo de toda la vida: Oscar Zapata que era talabartero”, dice a manera de agradecimiento don Lorenzo mientras ensilla un amargo bien espumante para abrir el diálogo con EL ARGENTINO.
El encuentro se produjo el miércoles a las once de la mañana en su taller de calle San Luis al 106 y la excusa fue remontar sus primeras huellas musicales que lo llevaron a transitar un camino pleno de reconocimiento popular. No es casual que hoy sea considerado uno de los últimos chamarriteros, ese ritmo “que llegó desde Portugal a América y aquí se adoptó con características propias del lugar”, señalará para dar a entender que los saberes populares llegan de todas partes y no pertenecen a nadie en particular.
Discípulo y amigo de don Linares Cardozo, ese maestro de tantos folcloristas, don Lorenzo Macías a cada instante lo trae al presente: “Era un maestro y tenía un alma muy generosa”, dice con la seguridad de quien sabe muy bien de lo que está hablando.
De sus primeros años, cuando vivía en Urquiza al fondo y  todavía era de tierra y la zona era de campos y chacras. Los primeros acordes, el primer escenario y los logros que ayer se vivían como sueños. De eso también se conversó, mientras el mate invitaba muchas veces a ese silencio como antesala del recuerdo.
Don Lorenzo Macías acaso sea en la actualidad uno de los últimos patriarcas de la Chamarrita. Un seguidor de los mejores maestros como lo fue el propio Linares. Agradecerá en algún momento de la entrevista que los jóvenes se sigan acercando a su fogón de calle San Luis y también lamentará, con la rabia mirando al piso, que este año el festival de Cosquín no haya tenido en cuenta a los entrerrianos. “Así nos quieren ir callando, pero no podrán porque somos muchos los que seguimos la huella”, dice finalmente como un canto lleno de esperanzas.
 
-Antes de ir a la música, sería oportuno recordar sus primeros pasos por la escuela…
-La escuela la cursé en varios lados. Me crié en la zona de chacras ubicada en suburbio Oeste, por la calle Urquiza bien al fondo, en inmediaciones del Cuartel. Cuando la conocí de chico, la calle Urquiza era de tierra y el asfalto llegaba apenas hasta la altura de la Parroquia Santa Teresita, el resto era barro. Hice la primaria en la Escuela 36, luego pasé a la escuela 6 del Gualeyán. Más tarde a la Rocamora y finalmente a la Escuela Rawson. De esa época recuerdo la dulzura y la disciplina que tenían las señoritas maestras. Eran toda una autoridad para todo el mundo. Recuerdo con especial cariño al maestro Calzada, que siempre estaba incentivando. Mi padre era cuidador de caballos y siempre estuvimos relacionados con el campo. Tal vez por eso el folclore siempre me fue familiar.
 
-¿Cómo fue su primera relación con la música?
-A la música me acerqué de muy jovencito. Tenía como quince o dieciséis años. Me enseñó un amigo de apellido Ríos, que vivía cerca de casa. Pero era una inclinación musical bastante doméstica. Luego, sí, estuve aprendiendo varios años con un profesor. Y más tarde empezamos a tocar, primero tango y luego nos sumamos al florecimiento que tuvo al folclore a finales de la década del ´50 e inicios de los años ´60.
 
-¿Qué posibilidad tenían de escuchar música?
-En la década del ´60 muy pocas. Incluso no era tan habitual tener radios y acceder a los discos era casi un lujo. Se iba mucho a los clubes que en esos entonces eran unos muy buenos espacios para escuchar música. Y se escuchaba mucho tango y en el campo recién llegaban las primeras radios y las canciones salían del parlante muchas veces con fondo de lluvia.
 
-¿Y su primer grupo musical?
-Un primo de mi padre que se llamaba Pablo Macías tenía un conjunto y me habló para que tocara con ellos. Esa fue mi primera experiencia. Ellos eran originalmente cuatro, pero uno se fue y así ingresé a ese grupo junto a un gran músico como Luis Vilela. El grupo se llamaba “Los Jilgueros Norteños” y anduve varios años con ellos. Esa fue mi primera experiencia grande con la música.
 
-Y se manejaban solos…
-A “Los Jilgueros Norteños” lo representaba don Enrique Jeannot, hermano del Curita Gaucho Luis Jeannot Sueyro. Tocábamos mucho en el Club Juventud. De ahí pasé al “Conjunto Gualeguaychú” que estaba integrado por Amauri Facio, Luis Cortés, Luis Barreto y yo. Ese grupo luego fue conocido como “Los Baqueanos”. Actuamos mucho en la República Oriental (del Uruguay), más precisamente en Fray Bentos y Mercedes y en esos alrededores. También tocábamos mucho en Concepción del Uruguay porque siempre nos invitan desde la radio LT 11 “Francisco Ramírez”. A esa radio íbamos todos los domingos y tocábamos en vivo. A las once de la noche se iniciaba la peña y eran hermosas. A Fray Bentos cruzábamos con la lancha Carapachay porque todavía no estaba el puente internacional, lo mismo cuando íbamos a Mercedes. Esto pasaba a mediados de los años ´70 y aún me emociona recordar aquellos pasos.
 
-¿Y en Gualeguaychú, adónde tocaban además del Club Juventud?
-En varios lados. Recuerdo con mucho cariño que siempre nos llamaban de las escuelas para actuar en las fechas Patrias. Algo que lamentablemente se ha perdido. El folclore debe volver a las escuelas, porque es una forma de conocer lo nuestro, el paisaje, las especies autóctonas, a nuestros poetas. Era una linda costumbre que se ha perdido y que es necesario recuperar. Con la letra de una chamarrita se podría hoy mismo enseñar tanto en una escuela: geografía con la descripción de los paisajes; biología con la de las especies, especialmente de pájaros. No entiendo por qué el folclore no entra como disciplina en la educación. También actuábamos en el Teatro Gualeguaychú y en la confitería París que estaba en 25 de Mayo y en el Royal que era de Laborde.
 
-¿Pudieron ir a Buenos Aires?
-Varias veces. No estaba el puente Zárate-Brazo Largo y teníamos que ir por puerto Constanza. Un viaje que si todo andaba bien, duraba siete horas largas. Fuimos a tocar a la Peña Los Troncos y Margarito Palacios nos llevó a Radio Argentina y a Radio Belgrano. Un lujo para la época.
 
-¿Los quisieron contratar?
-Tuvimos muchas ofertas, especialmente de Radio Argentina. Pero teníamos que ir una vez por semana y eso era imposible por lo largo que era el viaje y los horarios de nuestros trabajos. Imposible coordinar una agenda. Por eso desistimos. Teníamos ganas de ir, pero en ese tiempo teníamos nuestros trabajos en la ciudad. Se viajaba, la gente lo debe recordar, tomando dos colectivos hasta cruzar hacia Buenos Aires en dos balsas. Cortés trabajaba en la farmacia del Pueblo y Barreto en la Policía y era imposible cumplir con los horarios. Estoy hablando de la época en que Buenos Aires quedaba inmensamente lejos y viajar era una odisea. Y la única posibilidad era radicarse en Buenos Aires, pero ninguno estaba dispuesto a abandonar el terruño.
 
-Usted es autor de la letra del Cantor de Montiel, un himno homenaje a ese grande que fue Linares Cardozo.
-Sí. Es una canción que me dio muchas satisfacciones. A don Linares lo comencé a frecuentar más cuando él se radicó en Colón y más tarde en Concepción del Uruguay.
 
-En la última época de su vida…
-Sí. Aunque lo conocíamos musicalmente de antes, porque él había venido a tocar a Gualeguaychú, no recuerdo bien si al Club Recreo o al Instituto Magnasco. Ahí nos conocimos y estuvimos dialogando largo y tendido.
 
-¿Cómo fueron esos primeros diálogos con el maestro Linares?
-Emocionantes, justamente porque era un maestro y tenía un alma muy generosa. En esa charla nos hizo ver que nosotros tocábamos música folclórica pero de Salta, Santiago del Estero, del norte. Nos propuso que difundiéramos la música de Entre Ríos, más precisamente la Chamarrita, que tiene un ritmo ideal para el paisaje y las costumbres entrerrianas. Así nos invitó a que le cantemos a Entre Ríos. Incorporamos temas de él y tuvimos prácticamente que empezar de cero, porque nos habíamos hecho escuchando otro folclore. Hay que tener en cuenta que encontrar temas musicales era muy difícil, porque la difusión no tenía las ventajas de hoy en día que están al alcance de la mano de cualquiera y en cualquier momento. Tuvimos que estudiar los ritmos, comprenderlos… descubrir los secretos de la Chamarrita. Don Linares nos empezó a pasar temas y fue para nosotros un gran maestro y una guía que permanentemente nos estimulaba a cantarle a nuestra tierra. En ese entonces se escuchaba rancheras y tangos. Fue gracias a don Linares Cardozo que pudimos descubrir algo muy nuestro como es la Chamarrita y la llegamos a amar para toda la vida.
 
-¿Cómo eran esos encuentros con Don Linares?
-Muy llenos de amistad y afectos. Visitarlo era salir de ese encuentro lleno de luz. Era un ser excepcional y con una gran sensibilidad para transmitir todas las cosas de la vida. Siempre lo he considerado un ser muy cercano y al que estaré eternamente agradecido por lo mucho que me ha enseñado y por lo mucho que se ha brindado.
 
-La Chamarrita tiene aires lusitanos…
-Sí, es una música que se toca mucho en Portugal, más precisamente de las Islas Azores y llega a la Argentina bajando del Brasil y en estas tierras se le acoplan las características regionales. Eso nos enseñaba don Linares. En el Brasil la tocaban los trabajadores de los obrajes madereros y forestales y luego pasó al Paraguay, Argentina y el Uruguay, donde la agarraron los paisanos nuestros y le sumaron su propio estilo. Don Linares nos contó que al principio las guitarreadas se hacían en los boliches y a esos lugares iba mucha gente de paso, troperos y andariegos. Siempre en todos los boliches había una guitarra a mano y así se comenzó a difundir y se quedó a vivir en estas tierras. Aquí se la tomó con aires de milonga pero sin llegar a ser una milonga. La Chamarrita se la tocó para acompañar relatos y narraciones de tierra adentro. Nuestros primeros paisanos la tomaron para contar historias y temáticas propias. Hoy la Chamarrita es la música de Entre Ríos y del río Uruguay. Es un ritmo distintivo, con características propias y una identidad muy clara y fecunda.
 
-Entonces les costó sacar el ritmo chamarritero…
-Nos costó mucho, porque al principio salía como un milongón. Para sacar el ritmo estuve como dos o tres años. Y recién cuando don Linares me dio la aprobación, recién nos animamos a tocarla en público…. Pero pasaron como dos o tres años. Y cuando me separo del grupo, me largo a escribir en ese ritmo que me acompaña desde entonces.
 
-¿Qué canción le gusta más de las muchas que compuso?
-Es una pregunta imposible de responder. Es como preguntarle a un padre a qué hijo quiere más. Es imposible. “La casa vieja”, que es un ritmo de Chamamé es la última que compuse. Tengo más de 200 canciones escritas y es muy difícil quedarme con una, porque todas dicen cosas que siempre quise y quiero seguir diciendo.
 
-Los Hermanos Spiazzi también le han grabado canciones suyas…
-Estoy muy agradecido a ellos. Creo que me han grabado aproximadamente entre quince y veinte temas. Ya en su primera grabación había como cinco o seis canciones mías y muy bien interpretadas que es lo más importante. Los Hermanos Cuestas también me grabaron el homenaje a Don Linares Cardozo y otro tema que se llama “Mi cupecito chirú”, que habla sobre un carrito de la infancia. Y muchos otros han tomado temas míos.
 
-Aquí en el taller hace mates…
-Sí. Este oficio me viene de la necesidad más pura. Hace muchos años trabajaba en el Agos y cuando la empresa decidió unos cambios, los choferes de ambulancia quedamos sin trabajo. Estuve un tiempo dando vueltas y un amigo, Oscar Zapata, que tenía el oficio de talabartero me invitó a conocer este mundo y me ayudó con su saber. Empecé haciendo porta termos y ahora hace treinta años que estoy en este oficio y actualmente me ayudan los hijos y solamente me dedico a hacer mates.
 
-¿Así como cuando usted era joven y consultaba a don Linares, actualmente vienen los jóvenes a consultarlo a usted?
-Si bien hoy escuchar música y acceder a ella es mucho más fácil que antes, debo reconocer que todavía se acercan al tallercito a charlar y a hacer consultas. Los Hermanos Spiazzi vinieron una vez porque querían intervenir en Cosquín, dado que en el Club Juventud se hacía la preselección. Me vinieron a ver y les puse como condición que pudieran sacar bien el ritmo, de manera disciplinada pero fundamentalmente sentida. Los preparé y ellos siempre estaban dispuestos y abiertos. Así que a los pocos meses ya estaban listo para ir a ese certamen que era muy exigente. Viajamos a Concepción del Uruguay y los llevé a una audición con don Linares Cardozo y él dio el visto bueno. En Gualeguaychú ganaron la primera selección y viajaron para competir en el Pre Cosquín en Córdoba y finalmente fueron revelación de ese festival a fines de la década del ´70. Los Hermanos Spiazzi son muy representativos de todos los entrerrianos y merecen ser tenidos más en cuenta, porque están siempre predispuestos a colaborar con la comunidad a través de la música, ese talento que tienen para satisfacción de todos. Me pone triste que hoy se pueda difundir tanta música y que no prioricen a los muy buenos músicos locales que tenemos. Si nosotros no valoramos lo nuestro es muy difícil que lo hagan los ajenos. Y ya no hablo, por mi edad, de una difusión de mis temas sino de las generaciones jóvenes que necesitan ser escuchados. Pienso que no hay que encerrarse en un ritmo. Porque la música es sensibilidad y todos los ritmos son importantes. Pero falta difusión del folclore. Mire, este año los entrerrianos no fuimos invitados para participar en Cosquín. Así nos quieren ir callando, pero no podrán porque somos muchos los que seguimos la huella.
 

Este contenido no está abierto a comentarios