Diálogo con Fabián Doello, policía y deportista
“Mi primera escuela fue mi hogar y esto lo tengo presente todos los días de mi vida” Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO
Fabio Javier Doello, tiene 47 años y nació el 3 de febrero de 1970 en Gualeguaychú. Es el mayor de seis hermanos. Proviene de una familia humilde… y cuando él tenía siete años quedaron a cargo de su madre, María Julia, quien salía a trabajar mientras mandaba a sus hijos a la escuela y sostenía el hogar pese a todos los infortunios.
Casado, es padre de tres hijos (María Natalí, 26 años; María Paula, 24 años y Federico, 21 años). Actualmente es suboficial principal de la Policía de Entre Ríos y este año aspira a rendir el examen para la última jerarquía de suboficial mayor y luego pensar en el retiro. Además, abrazó la vocación deportiva a través del fútbol y “militó” en los principales clubes de primera y actualmente es director técnico de Sportivo Larroque.
“Tengo una imagen maravillosa de mi madre y del esfuerzo que hizo por todos nosotros… siempre. No tengo nada que renegar de la vida, sino todo lo contrario. Siempre sostengo que debemos ser muy agradecidos”, dice este hombre con una lágrima atrancada en su párpado por la emoción del recuerdo y que ha logrado que sus hijos sean la primera generación en su familia de tener un título universitario.
“Los golpes nos enseñaron a cómo salir adelante. Y no hay otro secreto que el estar unidos, el ser responsable, el estar atento a las necesidades del ser querido y fundamentalmente a ser agradecidos por el trabajo y la escuela”, es otra de sus expresiones a pesar de que “por esas cosas de la vida, muchos de nosotros debimos aprender a ser grandes a pesar de ser muy chicos”.
-Primero una referencia sobre su formación…
-Mi primera escuela fue mi hogar y esto lo tengo presente todos los días de mi vida. Esa es una brújula para mí. Pero para dar una respuesta desde lo formal, la primaria la cursé en la Escuela N° 88 Los Fundadores y la finalicé en la Escuela N° 4 Gervasio Méndez. El barrio de mi infancia es la zona del hipódromo, en Aguado y Asisclo Méndez. La secundaria la hice en la Escuela Olegario Víctor Andrade (Enova), en el turno noche porque tenía que trabajar.
-De repente hizo silencio como si un pensamiento lo invadiera…
-Tengo muy lindos recuerdos de la infancia. El Corsódromo no existía. Estaba la estación de trenes y las vías dividían al pueblo. Nosotros vivíamos en “el otro lado”, lo que era ya toda una definición de lo alejado que nos quedaba todo. Hace unas horas recorría Avenida Parque en auto con mi esposa y le comentaba esta virtud de Gualeguaychú de haber sabido integrarse urbanísticamente, aunque todavía falte mucho. Le comentaba a mi esposa que para ir al hospital había que atravesar toda la calle Pasteur que era de tierra… y lo mismo para ir al Cementerio Norte que había que ir por el bulevar Daneri, que era bastante inhóspito. Y hablábamos que los cambios han sido notables y para bien. En esas imágenes pensaba. En cómo cambia una ciudad y cómo cambia también una persona que ahora puede tener las cosas casi al alcance de las manos.
-Referenció que mientras estudiaba la secundaria, trabajaba. ¿Podría precisar?
-Sí, era “canillita”, especialmente en el reparto de los diarios que venían de Buenos Aires. Después trabajé en la vinería Rocamora que era de un señor de apellido Pérez, que fue un muy buen hombre y un muy buen patrón.
-¿Cómo le nació la vocación por la Policía?
-En mi familia tenía abuelos, tíos y primos vinculados con la Fuerza. Pero en rigor, ingresé pensando más en tener un trabajo fijo, una obra social y estabilidad para proyectarme en la vida. Pero sí descubrí la vocación policial estando dentro de la Fuerza y viendo el ejemplo de servicio de mis superiores y camaradas. Soy un agradecido de todo lo que me permitió hacer la Policía: una familia constituida; tres hijos a los que pude sostener los estudios superiores y los tres son la primera generación de universitarios en nuestra familia.
-¿Cuándo egresó de la Policía?
-Fue en 1991 y siempre me tocó como destino la Jefatura Departamental de Gualeguaychú. En esa época era común que un egresado tuviera como destino la ciudad de origen. Si bien al principio toda la promoción fuimos a Concordia, fue por un par de días más que nada para adquirir experiencia. Por eso Gualeguaychú fue siempre mi destino y casi siempre en la Jefatura Departamental, aunque tuve un corto tiempo en la Comisaría Cuarta.
-En la Jefatura Departamental estuvo once años en la Secretaría Privada, más precisamente en el vínculo con los medios de comunicación.
-Así es. Fueron once años y hace un par de días me cambiaron a Logística. Y en estos once años he tenido la suerte de haberme formado gracias a los periodistas locales, que todos los días me consultaban sobre los hechos que habían ocurrido en la ciudad. Al respecto quiero destacar que en términos generales, la prensa local hace un muy bien trabajo en la sección Policial y por eso también se han podido consolidar muchos aspectos vinculados con la prevención. Y lo otro que me he dado cuenta, es que en la ciudad los hechos delictivos no son transmitidos de manera sensacionalista y eso ayuda a tener otras percepciones de la realidad.
-El acceso a la información policial no siempre es natural, sino que requiere de “aceitadas” fuentes. Es como si su acceso no estuviera del todo garantizado para todo el mundo.
-No voy a entrar en detalles, porque la información desde lo institucional tiene siempre que resguardar la investigación para llegar a la verdad de un hecho. Y a veces un dato, una información aportada de manera inoportuna o de manera irresponsable puede obstruir el desarrollo de una investigación que es vital para esclarecer un delito, máxime cuando hay víctimas de por medio. Entendido este concepto, se entenderá mejor que el retaceo obedece a esa estrategia y no al negar la información por la negación misma.
-Además de policía, usted también abrazó una vocación deportiva…
-Así es. Fui jugador de fútbol y en la actualidad me desempeño como director técnico en Sportivo Larroque. Como jugador hice todas las divisiones en Unión del Suburbio, donde me formé futbolísticamente y luego pasé a Central Entrerriano donde jugué en segunda, tercera y primera categoría. Al principio jugaba de delantero, pero en Central ese puesto estaba cubierto de manera sobrada por muy buenos valores y el técnico me vio condiciones para jugar de marcador de punta. Ese técnico se llamaba Julio Collazo, quien fue un factor clave en mi formación personal y de alguna manera me despertó la vocación por ser director técnico.
-Ya era policía y jugaba al fútbol en la primera división. ¿Le daban los tiempos para entrenar?
-Sí, excepto cuando tenía que cumplir con el servicio de guardia. El entrenamiento debe ser religioso, porque además de la preparación física necesaria para afrontar un partido, uno mejora sus técnicas, comprende mejor el funcionamiento de equipo y nos prepara espiritual y mentalmente para desarrollar el plan de juego que nos propone el técnico. Recuerdo que durante un año jugué en el equipo de la Policía que en ese entonces participaba en la Liga local y se llamaba “Salvador Maciá”. De Central Entrerriano pasé a La Vencedora, donde salimos campeones en 1999; junto con “Luli” Ríos, que había regresado ya consagrado del Club Independiente de Avellaneda. El “Luli” jugaba de seis y yo de dos y de esa época también aprendí mucho de ellos, especialmente a ser humilde en la victoria. Luego volví a Central durante dos años y regresé a La Vencedora, para ya para retirarme como jugador.
-Otra vez se quedó pensando.
-Es que tanto en la Policía como en los clubes aprendí a trabajar en equipo. Aprendí que en equipo una persona puede dar lo mejor de sí, sin ser individualista. Y que la virtud de todo conductor, sea un jefe policial o un entrenador, es armar los equipos de trabajo para tener como resultado una buena gestión.
-Hace un rato referenció que es director técnico en Sportivo Larroque…
-Estoy a cargo de la primera división y del Sub 23. Viajo periódicamente a Larroque y me acompaña un equipo formidable: Javier Sosa que es mi ayudante de campo; mi hijo Federico que también colabora como ayudante de campo y es quien acompañará a Leandro Pradal como técnico de la Sub 23 y en la parte física nos acompaña Sergio Campo, quien tiene una trayectoria importante en el Argentino B.
-¿Cómo se configura un proyecto de esa naturaleza?
-En principio siendo leal a la concepción del fútbol que se tiene y no confundir pasión con fanatismo. En mi caso, de joven siempre me entusiasmó el rol de director técnico. Si bien ya he hecho el primer año del curso correspondiente y este año las clases las retomaremos en abril, me doy cuenta que los técnicos que me han tocado han sido siempre una escuela abierta y han transmitido sus conocimientos con mucha generosidad. Es como haber tenido dos escuelas: la relación con los técnicos de manera directa y la formal o académica. Ambas son indispensables, pero sin la primera uno no le sacaría “el jugo” a la segunda. Más en nuestro medio donde el fútbol es muy complejo.
-¿Por qué lo caracteriza como “complejo”?
-Porque no siempre se puede contar con el pleno de los jugadores, dado que casi nadie vive exclusivamente como jugador y todos deben tener un trabajo ajeno a esta actividad. Más fácil es dirigir a un plantel que vive del fútbol y uno lo dispone todo el tiempo. Y esa carencia de por sí es una complejidad importante para armar equipo, y hay que sumarle que no siempre se tienen los medios para completar una preparación física adecuada. Y lo más importante y lo describo como algo general: uno se encuentra con chicos que atraviesan muchos problemas, algunos familiares; otros con problemas de alcohol o drogas; también los que no tienen una buena alimentación. Por eso, además de ser técnico hay que ser un referente y eso implica fundamentalmente saber escuchar.
-Llama la atención que hablando de la práctica deportiva haya subrayado a las adicciones como un problema…
-Las drogas nos embargan al conjunto de la sociedad y es una problemática muy grave y una enfermedad de difícil resolución. Y a esto lo afirmo con todo mí ser, ya sea como funcionario policial, como un apasionado por el deporte y como padre de familia. Las drogas es un flagelo que hay que abordar de manera integral. Si bien las adicciones están instaladas en el mundo y es una problemática global, en nuestro ámbito de actuación, en nuestra comunidad ha ido creciendo todos los años. Y fundamentalmente, aunque no estoy del lado de las respuestas, creo que nos falta mucha contención familiar. Por eso reitero que soy un agradecido por haber contado con una madre como la que tuve y tengo; con una esposa como la que tengo y que ha sido un puntal para enseñar valores a nuestros hijos.
-Los propios policías suelen decir que el destino Gualeguaychú es uno de los mejores de la provincia porque no se está tan expuesto a hechos de violencia, comparativamente con otras localidades similares como Concepción del Uruguay, Concordia o Paraná…
-Si bien no somos, obviamente, un paraíso, Gualeguaychú está muy lejos de esa exposición de riesgo para el policía. Y ojalá podamos seguir por mucho tiempo con esta impronta que nos distingue, pese al tema de las drogas, pese a ser una ciudad fronteriza o tener accesos rápidos a grandes centros urbanos como Buenos Aires o Rosario a través del enlace vial con Victoria. Pero eso también tiene que ver con el espíritu del gualeguaychense.
-¿Cómo es eso del espíritu del gualeguaychuense?
-Nuestra comunidad es conservadora en valores, pero al mismo tiempo es muy abierta para el prójimo. Es una sociedad que no es racista, no hay xenofobia, hay permanentes mensajes de integración donde el hijo de un empresario es amigo del hijo de un obrero. Además, es una comunidad muy solidaria y al mismo tiempo exigente…
-Usted trabajó mucho en el fútbol infantil. ¿Por qué los padres son tan violentos y agresivos con esos niños que están jugando y formándose?
-Son actitudes que avergüenzan el rol formativo que tenemos que tener todos los adultos. Es una locura. Capaz que todos sueñan egoístamente con salvarse con tener a un futuro Messi o a un Maradona; cuando en realidad como padres nos salvamos si nuestros hijos son felices y buenas personas. Pero es cierto, muchas veces en el fútbol infantil son los padres quienes alientan las malas prácticas deportivas. No quieren darse cuenta que a esa edad, cuando se es un niño, el deporte es un juego, donde la competencia no tiene que ser exitista sino una escuela donde debemos aprender a ganar pero especialmente a perder. Cuando la jornada del fútbol infantil se ve empañada, es por la actitud que los padres expresan detrás del alambrado e incitan a una violencia inusitada y que es un mal ejemplo para esos niños.
-¿Qué cosas le preocupan de Gualeguaychú?
- No veo cosas malas en la ciudad, sino actitudes de las personas que dañan al prójimo. Soy un amante de Gualeguaychú y creo que no hay otro lugar más bello para vivir que este, con todos los defectos que podamos tener. Encima tenemos un paisaje natural inigualable y un mandato generacional para crecer en armonía. Más allá que a veces nos duela el delito en todas sus formas, tenemos una ciudad segura y que además se distingue por su sentido de la amistad. Pero si tuviera que señalar una preocupación en particular, marcaría el flagelo de las drogas y las pocas oportunidades para salir de las adicciones. En este marco, quiero destacar la labor que se realiza en el Hogar de Cristo, que realmente es un hogar donde el adicto puede encontrar un proyecto de vida con esperanzas. Nos hacen falta más lugares como ese, porque el crecimiento de las adicciones es de una magnitud muy grande. E insisto con este concepto: en el Hogar de Cristo se hace el milagro, porque el amor siempre es un milagro de vida.
Este contenido no está abierto a comentarios