UN ARTISTA QUE TRASCENDIÓ LAS FRONTERAS
Emilio Brunetti, el luthier de Gualeguaychú que trabajó para Mollo, los Cadillacs y Ke Personajes
En el Día del Luthier, el destacado artista de Gualeguaychú, charló con EL ARGENTINO, y repasó cómo fue el camino que trazó hasta llegar a su oficio. Su pasión por la música y al trabajo artesanal hicieron que muchos de esos instrumentos hoy lleguen a manos de Flavio Cianciarulo (Fabulosos Cadillacs), ‘Semilla Bucciarelli (Los redondos de Ricota) y Ricardo Mollo (Divididos), entre otros.
Por Lautaro Silvera
En un hogar rodeado de instrumentos y herramientas, Emilio Brunetti fue creciendo y rodeándose de un mundo plagado de música y experimento. Hijo de Amanda, una reconocida docente de música, y de un padre que trabaja en una ferretería, de pequeño ya participaba en el coro dirigido por su mamá. A los 10 años ya sabía tocar la guitarra, y a los 14 desarmó por primera vez su propio instrumento.
En esta entrevista para EL ARGENTINO, el luthier de Gualeguaychú hace un repaso de su historia, y de cómo poco a poco se fue encontrando con esta pasión por el armado de instrumentos que lo llevó a la esfera de los más reconocidos en el país.
¿Cómo comenzaste en el mundo de la música y la construcción de instrumentos?
Mi inicio en la música fue natural, ya que vengo de una familia de músicos. Mi madre fue docente de música y mis hermanos y yo siempre estuvimos rodeados de instrumentos. Desde los 4 años, estaba cantando en el coro de mi madre, y empecé a tocar la guitarra a los 10. A los 14 o 15 años, tuve mi primer guitarra eléctrica, y ahí fue cuando desarmé para repararla. La presencia constante de herramientas en casa, gracias a que mi padre trabajaba en una ferretería, facilitó mucho mi acercamiento al oficio, y siempre tuve esa necesidad de investigar o experimentar. Desde arreglar juguetes, joysticks de video juegos o autitos a control remoto.
En la ferretería y en casa había herramientas. Yo tenía instrumentos y herramientas a mano. Nosotros nos acostumbramos a que mi viejo todo lo que se rompía lo desarmaba y lo reparaba, entonces como que el primer acercamiento que tuve a esto fue a los 14 o 15 años con mi primera guitarra, que la desarmé para arreglar alguna cosa y después limé los trastes y le hice una cosita más. Esa fue mi etapa de niño, de explorar con herramientas e instrumentos. Ya de adolescente, estuve tocando en distintas bandas y seguía calibrando instrumentos, reparándolos, acomodando lo que no funcionaba para que quede reparado. Lo hacía también con instrumentos de amigos, pero no me veía e ese momento viviendo de este oficio.
Terminaste la secundaria, y te fuiste a estudiar a Buenos Aires, pero ¿Ingeniería Civil?
Sí, me voy a Buenos Aires, fui a la facultad de ingeniería y siempre seguí con la música, reparando, calibrando mis instrumentos, cambiando los micrófonos, probando cosas. Hasta que en un momento me agarró como una crisis con la facultad y empecé a repensar si debía seguir con la carrera. A los 27 años, decidí hacer un curso de luthería. Este curso me enseñó la teoría y la práctica necesarias para construir instrumentos desde cero, algo que antes solo sabía hacer en términos de reparación. Después de eso, comencé a fabricar instrumentos en mi tiempo libre y, finalmente, abrí un taller en Buenos Aires con un amigo, lo que marcó el inicio de mi carrera profesional en la luthería.
¿Qué papel jugó tu formación en ingeniería en tu carrera como luthier?
La ingeniería me proporcionó herramientas valiosas, como habilidades en matemáticas, física y dibujo técnico, que son esenciales para la precisión en la construcción de instrumentos. Aunque no era lo que inicialmente esperaba, me ayudó mucho en el proceso de fabricación, ya que la luthería también requiere un alto grado de exactitud y técnica.
¿Cómo ha evolucionado el mercado de la luthería en Argentina y cómo te has adaptado a él?
En Argentina, el mercado de la luthería ha crecido significativamente. Ahora hay muchos luthiers trabajando en el país, y la demanda de instrumentos personalizados está en aumento. He comenzado a vender instrumentos no sólo a nivel nacional sino también internacionalmente, con clientes en Chile, Brasil, Perú, Ecuador y Uruguay. La personalización es una gran ventaja de los instrumentos hechos a mano, ya que permite a los músicos especificar detalles únicos que no se encuentran en las guitarras de fábrica.
¿Qué tipos de instrumentos fabricas y cómo es tu proceso de trabajo?
Principalmente, me especializo en guitarras y bajos, tanto eléctricos como acústicos. También hemos hecho algunos instrumentos menos comunes, como bandurrias y cavaquiños, aunque no somos especialistas en ellos.
El proceso de trabajo es muy personalizado: cada instrumento se hace a medida según las especificaciones del cliente, desde el tipo de madera hasta el diseño de los micrófonos. Esto asegura que cada guitarra o bajo sea único y se ajuste perfectamente a las necesidades del músico.
Has trabajado con varios artistas reconocidos: ¿Cómo es la experiencia de colaborar con músicos de alto perfil?
Trabajar con artistas reconocidos como Flavio Cianciarulo, ‘Semilla’ Bucciarelli y Ricardo Mollo ha sido una experiencia increíble. Cada uno tiene sus propias preferencias y especificaciones, lo que hace que el proceso sea muy enriquecedor. Por ejemplo, hicimos un bajo para Flavio Cianciarulo usando madera recuperada de la Patagonia, lo que le dio un carácter único.
Uno de los bajos que hicimos, lo trabajamos con una madera recuperada de la Patagonia, hay un conocido mío del Bolsón que va a un lago, y de los árboles que se caen del bosque él va y los recupera. De esa mismísima madera, trabajada y recuperada le hicimos uno de los bajos a Flavio, y el tipo quedó fascinado. O sea, un bajo más particular que eso y más personalizado, no existe.
¿Y por el lado de la guitarra de Mollo?
A Mollo también. Por ahora no he visto que la use en vivo, pero la recibió, me llamó. No la conocí en persona, sino que fue por medio de un intermediario. Se la hicimos llegar, nos dijo qué cosas le gustaban, qué tipo de micrófono, qué madera, entonces la fabricamos: a él le gustó, nos dijeron que lo había gustado, que estaba contento.
¿Qué te motiva a seguir en este campo y qué ves para el futuro de la luthería?
Yo pienso que hay una valoración del trabajo manual y artesanal, es algo que los oficios son ancestrales, no son de oficios manuales, el trabajo de la madera es milenario, el trabajo de las cuerdas resonantes también como instrumento es milenario, y si bien hay cosas que se pueden hacer en fábrica todavía, el hecho de la personalización es único.
Si vos no lo encargas, ese instrumento no existe, que vos pensaste todas las partes, que vos tuviste en cuenta qué color usar, qué madera que más te gusta, qué rayo te gusta.
Ni la inteligencia artificial va reemplazando el trabajo a mano del hombre, hasta en una fábrica hay seres humanos haciendo cosas, no existe la guitarra que salga hecha de una fábrica, como siempre hay, los trastes se coronan a mano, la pintura se pule a mano, hasta en una fábrica se hace a mano, algo que difícilmente se puede reemplazar.