Diálogo con Héctor Arocena
“Hoy no se le tiene tanto temor al cáncer como al sufrimiento”
Héctor Arocena nació en Villa Ángela, Chaco, en 1957. De padres bancarios, llegó a Gualeguaychú a la edad de iniciar la secundaria. Es egresado del Colegio Nacional “Luis Clavarino” en la promoción 1976. Desde entonces se considera “ciudadano gualeguaychuense”.
Al año siguiente comenzó sus estudios de médico en La Plata. Egresado de la universidad en 1982, cuando realizó la residencia médica abrazó la especialidad de la Oncología. Un referente en Entre Ríos, Arocena advierte que hay más cáncer en la ciudad no porque se hable más de esta enfermedad sino porque la incidencia ha crecido.
Sostiene a manera de advertencia para implementar un sistema de prevención, que anualmente en la ciudad se producen 400 casos de cáncer nuevos, es decir, poco más de uno por día.
A lo largo de su experiencia, convivió con la palabra cáncer desde el tabú que impedía su sola pronunciación hasta lo que ocurre en la actualidad, donde un mar de información puede ser nociva para el paciente. Por eso recomienda no abusar de internet para conocer a una determinada enfermedad y que para ello está el especialista que sabe interpretar la información.
“La muerte es parte de la vida. La gente tiene más temores a sufrir que al morir”, sostendrá y marcará una paradoja de estos tiempos: “La medicina ha avanzado de manera notable para mejorar los diagnósticos, realizar tratamiento y dar con la cura de enfermedades que antes era imposible. Por otro lado, los hábitos de vida nos hacen más propensos a contraer enfermedades”.
-¿Siempre supo que iba a ser médico?
-Antes de terminar la secundaria ya sabía que quería estudiar medicina. En esa época la mayoría iba a estudiar a La Plata y un porcentaje menor a Buenos Aires. Tenía dos certezas en aquellos años: que iba a estudiar Medicina y que con un grupo de amigos íbamos a ir a La Plata. Mientras era estudiante universitario vimos inaugurar el puente Zárate Brazo Largo y todo se hizo mucho más fácil. La mía es la historia de muchos: primero una pensión y luego con el tiempo compartir entre varios un departamento. No existían los celulares ni siquiera computadora. Lo nuestro era estudiar con libros. Ingreso a la Facultad en 1977 y egreso en 1982.
-¿Se viene inmediatamente para Gualeguaychú?
-No. Una vez recibido, en 1983 realizo durante tres años la residencia de clínica médica en el Hospital de Clínicas. Y haciendo esa experiencia me enamoro de la oncología. Y ese amor lo encuentro en los pacientes. Luego de la residencia, ingreso en la residencia de oncología pero en el Centro Oncológico de Excelencia de La Plata (COE), que era una de las principales entidades de referencia en investigación, atención, docencia, diagnóstico y tratamiento de tumores cancerígenos en el país y fue fundado por José María Mainetti que era un célebre cirujano. Y luego regreso a Gualeguaychú.
-Decide regresar a Gualeguaychú abandonando uno de los mejores centros de oncología del país… y lo hace para venir a una ciudad donde ni siquiera tenía ese servicio en sus hospitales públicos...
-Estaba realmente muy bien porque trabajaba tanto en La Plata como en Buenos Aires. Pero Gualeguaychú siempre nos inspiraba la necesidad del regreso. Ya estaba casado y esa decisión no nos fue muy difícil de adoptar. En Gualeguaychú ya existía un especialista, el doctor Ángel Rossi, quien fue para mí una gran referencia y me ayudó mucho a instalarme. Juntos hicimos el servicio de oncología tanto en el nivel privado como público. Por eso le estaré siempre muy agradecido.
-¿Socialmente era una especialidad que debía lidiar con muchos tabú?
-Socialmente del cáncer prácticamente no se hablaba e incluso entre colegas se recomendaba ni siquiera decirle al paciente que era derivado a un médico oncólogo. Había muchos prejuicios y reitero, ni siquiera se hablaba del cáncer. En aquellos años decirle a un paciente que tenía que ir a ver a un oncólogo, prácticamente sonaba a una condena y repercutía de manera negativa en el ánimo de esa persona.
-Y hoy es más fácil…
-Cada época tiene sus desafíos. Antes era la ausencia de información. Pero en la actualidad, el acceso a internet puede generar grandes peligros similares a la ausencia de información. Un ejemplo, alguien navega en internet para conocer su enfermedad y accede una cantidad de información que lo confunde porque no está en condiciones de procesarla de manera correcta. En muchos pacientes observo el acceso a una información errónea por internet y cuando es acertada, no está bien interpretada. Informarse en este nivel por internet es lo más parecido a la automedicación y se sabe que eso es perjudicial para la persona. Por eso existe en la ciencia médica la especialidad del oncólogo e incluso entre los propios oncólogos es práctica frecuente la interconsulta.
-Algunas autoridades sanitarias suelen amortiguar los datos de la realidad e indican que no hay más cáncer sino que hoy se habla más de esta enfermedad. ¿Qué está ocurriendo?
-La incidencia del cáncer no ha disminuido en la ciudad, tampoco en la provincia ni en el país ni a nivel mundial. La incidencia viene en aumento en todas las esferas. Actualmente, es la segunda causa de muerte, detrás de los decesos cerebros vasculares. Y en esta década se sabe que será la primera causa de muerte.
-¿Y cuál es la lectura para Gualeguaychú?
- Hay que tomar conciencia que hay más casos de cáncer que antes y que ese aumento no se da porque hoy se habla más del tema, sino porque la incidencia aumenta. Tanto para Gualeguaychú como para cualquier sociedad de similares características, se sabe con certezas que el cuarenta por ciento de sus habitantes tendrá cáncer en algún momento de su vida. De ese cuarenta por ciento, la mitad prevenible. A pesar de estos datos, lamentablemente no se hace nada en materia de prevención. La otra mitad se convierten en enfermedad curables o crónicas y la cronicidad en el paciente puede ser terminal. Insisto: hay un gran porcentaje para trabajar en prevención y así evitar el cáncer; y no lo estamos haciendo. La incidencia en Gualeguaychú es de 400 casos nuevos todos los años, es decir, más de uno por día. Y las causas son múltiples, porque hay innumerables factores de la vida contemporánea que favorecen la aparición del cáncer. Estos factores son variados: el cigarrillo, el alcoholismo, la contaminación en todas sus formas, la actividad industrial, los agroquímicos que son altamente tóxicos y cancerígenos, el sedentarismo y un largo etcétera.
-Dentro de la medicina, el oncólogo es una especialidad de mucha soledad…
-Es una especialidad que se apoya mucho en el trabajo en equipo… pero tiene mucho de soledad. Por lo general se trabaja mucho con el paciente y con los familiares de ese paciente. El cáncer es una conmoción familiar y en esa instancia ya no nos sentimos tan solos.
-Las personas hoy exigen mucho más a su derecho a saber qué está ocurriendo con su salud…
-Es un avance muy positivo. Diría que este ejercicio ha cambiado con respecto a las últimas tres décadas. El cambio es notable. El paciente tiene obligación y derecho de saber qué es lo que tiene. Esa información requiere de formas y cuidados, porque hay que evitar siempre toda actitud cruel. Por otro lado, siempre hay que recrear la esperanza pero sin falsas expectativas y sin engañarlo. Antes la palabra cáncer no se pronunciaba porque se le tenía temor. Hoy no se le tiene tanto temor al cáncer como al sufrimiento. Incluso muchos pacientes vienen al consultorio a decirme que no tienen miedo a la enfermedad, pero sí al sufrimiento que es algo totalmente diferente. Es más, muchos pacientes han logrado derrotar al cáncer, han superado esa situación. En términos generales se puede decir que casi el sesenta por ciento del cáncer es curable, pero se requiere de diagnósticos precoces. No tienen miedo de morir, sino de sufrir.
-El paciente involucrado con su enfermedad debe ser un gran aliado…
-Absolutamente. Diría que no sólo involucrado sino comprometido. En Gualeguaychú tenemos un ejemplo que es un modelo para todos: Esther Paas. Su obra es invalorable. Ojalá tengamos muchas Esther Paas. Ella es una militante de la vida y ayuda a muchos pacientes oncológicos para entender cómo se desarrolla la enfermedad e incluso hasta los ha asistido con remedios que ni siquiera el sistema de salud público podía suministrar. De hecho ella fue reconocida en vida por la comunidad, valorizando su espíritu que es una gran enseñanza para todos.
-El avance de la ciencia obliga, por definición, a una capacitación permanente.
-Es el mismo concepto que la educación: tiene que ser permanente y constante. Claro que hoy la tecnología permite hasta asistir a un simposio de manera on line y se facilita mucho más hasta las traducciones de libros. La circulación del saber es fabulosa. Si un médico está seis meses sin leer, queda desactualizado. Las exigencias obligan a una capacitación permanente y constante.
-Una paradoja del tiempo: la ciencia avanza significativamente para curar al cáncer y por otro lado los hábitos de vida incrementan su incidencia…
-Es cierto. La ciencia hoy permite curar determinados tipos de cáncer cuando hace un par de décadas eso era insospechado. Y los hábitos de vida hoy nos enfrentan a situaciones que son proclives para que se declare la enfermedad. Tecnológicamente la medicina ha avanzado mucho tanto para diagnosticar como para iniciar un tratamiento y en la oncología ese avance es aún más significativo. El avance incluso se puede observar en la medicación, que ya no es tan agresiva ni invasiva. Hoy los tratamientos oncológicos son casi personalizados. Cada tumor, por ejemplo, de mama, se trata de forma distinta en cada paciente de acuerdo a la biología molecular.
-Gualeguaychú tiene casi un cáncer nuevo por día, pero no tiene el servicio de oncología pediátrica…
-La oncopediatría es una especialización. Muchos papás nos han pedido que se desarrolle esa especialidad en Gualeguaychú, especialmente para evitar viajar tanto a Buenos Aires, al Hospital Garraham. La ciudad en los próximos años se deberá replantear la existencia del servicio de oncopediatría.
-Usted se preparó para la vida, pero trabaja con el límite de la muerte…
-Nos cuesta entender que la muerte es una de las etapas de la vida. Y esto dicho sabiendo que en la actualidad muchas personas no temen tanto a la muerte como al sufrimiento. Hay que morir dignamente. En un paciente terminal hay muchas cosas por hacer, justamente para que pueda tener una muerte digna. En materia de cuidados paliativos incluso se aconseja que si ese paciente puede morir en el hogar, mucho mejor, porque estará rodeado de sus afectos. Por eso si bien me preparé para la vida y trabajo con el límite de la muerte, mi mayor preocupación es evitar que alguien sufra.
Sostiene a manera de advertencia para implementar un sistema de prevención, que anualmente en la ciudad se producen 400 casos de cáncer nuevos, es decir, poco más de uno por día.
A lo largo de su experiencia, convivió con la palabra cáncer desde el tabú que impedía su sola pronunciación hasta lo que ocurre en la actualidad, donde un mar de información puede ser nociva para el paciente. Por eso recomienda no abusar de internet para conocer a una determinada enfermedad y que para ello está el especialista que sabe interpretar la información.
“La muerte es parte de la vida. La gente tiene más temores a sufrir que al morir”, sostendrá y marcará una paradoja de estos tiempos: “La medicina ha avanzado de manera notable para mejorar los diagnósticos, realizar tratamiento y dar con la cura de enfermedades que antes era imposible. Por otro lado, los hábitos de vida nos hacen más propensos a contraer enfermedades”.
-¿Siempre supo que iba a ser médico?
-Antes de terminar la secundaria ya sabía que quería estudiar medicina. En esa época la mayoría iba a estudiar a La Plata y un porcentaje menor a Buenos Aires. Tenía dos certezas en aquellos años: que iba a estudiar Medicina y que con un grupo de amigos íbamos a ir a La Plata. Mientras era estudiante universitario vimos inaugurar el puente Zárate Brazo Largo y todo se hizo mucho más fácil. La mía es la historia de muchos: primero una pensión y luego con el tiempo compartir entre varios un departamento. No existían los celulares ni siquiera computadora. Lo nuestro era estudiar con libros. Ingreso a la Facultad en 1977 y egreso en 1982.
-¿Se viene inmediatamente para Gualeguaychú?
-No. Una vez recibido, en 1983 realizo durante tres años la residencia de clínica médica en el Hospital de Clínicas. Y haciendo esa experiencia me enamoro de la oncología. Y ese amor lo encuentro en los pacientes. Luego de la residencia, ingreso en la residencia de oncología pero en el Centro Oncológico de Excelencia de La Plata (COE), que era una de las principales entidades de referencia en investigación, atención, docencia, diagnóstico y tratamiento de tumores cancerígenos en el país y fue fundado por José María Mainetti que era un célebre cirujano. Y luego regreso a Gualeguaychú.
-Decide regresar a Gualeguaychú abandonando uno de los mejores centros de oncología del país… y lo hace para venir a una ciudad donde ni siquiera tenía ese servicio en sus hospitales públicos...
-Estaba realmente muy bien porque trabajaba tanto en La Plata como en Buenos Aires. Pero Gualeguaychú siempre nos inspiraba la necesidad del regreso. Ya estaba casado y esa decisión no nos fue muy difícil de adoptar. En Gualeguaychú ya existía un especialista, el doctor Ángel Rossi, quien fue para mí una gran referencia y me ayudó mucho a instalarme. Juntos hicimos el servicio de oncología tanto en el nivel privado como público. Por eso le estaré siempre muy agradecido.
-¿Socialmente era una especialidad que debía lidiar con muchos tabú?
-Socialmente del cáncer prácticamente no se hablaba e incluso entre colegas se recomendaba ni siquiera decirle al paciente que era derivado a un médico oncólogo. Había muchos prejuicios y reitero, ni siquiera se hablaba del cáncer. En aquellos años decirle a un paciente que tenía que ir a ver a un oncólogo, prácticamente sonaba a una condena y repercutía de manera negativa en el ánimo de esa persona.
-Y hoy es más fácil…
-Cada época tiene sus desafíos. Antes era la ausencia de información. Pero en la actualidad, el acceso a internet puede generar grandes peligros similares a la ausencia de información. Un ejemplo, alguien navega en internet para conocer su enfermedad y accede una cantidad de información que lo confunde porque no está en condiciones de procesarla de manera correcta. En muchos pacientes observo el acceso a una información errónea por internet y cuando es acertada, no está bien interpretada. Informarse en este nivel por internet es lo más parecido a la automedicación y se sabe que eso es perjudicial para la persona. Por eso existe en la ciencia médica la especialidad del oncólogo e incluso entre los propios oncólogos es práctica frecuente la interconsulta.
-Algunas autoridades sanitarias suelen amortiguar los datos de la realidad e indican que no hay más cáncer sino que hoy se habla más de esta enfermedad. ¿Qué está ocurriendo?
-La incidencia del cáncer no ha disminuido en la ciudad, tampoco en la provincia ni en el país ni a nivel mundial. La incidencia viene en aumento en todas las esferas. Actualmente, es la segunda causa de muerte, detrás de los decesos cerebros vasculares. Y en esta década se sabe que será la primera causa de muerte.
-¿Y cuál es la lectura para Gualeguaychú?
- Hay que tomar conciencia que hay más casos de cáncer que antes y que ese aumento no se da porque hoy se habla más del tema, sino porque la incidencia aumenta. Tanto para Gualeguaychú como para cualquier sociedad de similares características, se sabe con certezas que el cuarenta por ciento de sus habitantes tendrá cáncer en algún momento de su vida. De ese cuarenta por ciento, la mitad prevenible. A pesar de estos datos, lamentablemente no se hace nada en materia de prevención. La otra mitad se convierten en enfermedad curables o crónicas y la cronicidad en el paciente puede ser terminal. Insisto: hay un gran porcentaje para trabajar en prevención y así evitar el cáncer; y no lo estamos haciendo. La incidencia en Gualeguaychú es de 400 casos nuevos todos los años, es decir, más de uno por día. Y las causas son múltiples, porque hay innumerables factores de la vida contemporánea que favorecen la aparición del cáncer. Estos factores son variados: el cigarrillo, el alcoholismo, la contaminación en todas sus formas, la actividad industrial, los agroquímicos que son altamente tóxicos y cancerígenos, el sedentarismo y un largo etcétera.
-Dentro de la medicina, el oncólogo es una especialidad de mucha soledad…
-Es una especialidad que se apoya mucho en el trabajo en equipo… pero tiene mucho de soledad. Por lo general se trabaja mucho con el paciente y con los familiares de ese paciente. El cáncer es una conmoción familiar y en esa instancia ya no nos sentimos tan solos.
-Las personas hoy exigen mucho más a su derecho a saber qué está ocurriendo con su salud…
-Es un avance muy positivo. Diría que este ejercicio ha cambiado con respecto a las últimas tres décadas. El cambio es notable. El paciente tiene obligación y derecho de saber qué es lo que tiene. Esa información requiere de formas y cuidados, porque hay que evitar siempre toda actitud cruel. Por otro lado, siempre hay que recrear la esperanza pero sin falsas expectativas y sin engañarlo. Antes la palabra cáncer no se pronunciaba porque se le tenía temor. Hoy no se le tiene tanto temor al cáncer como al sufrimiento. Incluso muchos pacientes vienen al consultorio a decirme que no tienen miedo a la enfermedad, pero sí al sufrimiento que es algo totalmente diferente. Es más, muchos pacientes han logrado derrotar al cáncer, han superado esa situación. En términos generales se puede decir que casi el sesenta por ciento del cáncer es curable, pero se requiere de diagnósticos precoces. No tienen miedo de morir, sino de sufrir.
-El paciente involucrado con su enfermedad debe ser un gran aliado…
-Absolutamente. Diría que no sólo involucrado sino comprometido. En Gualeguaychú tenemos un ejemplo que es un modelo para todos: Esther Paas. Su obra es invalorable. Ojalá tengamos muchas Esther Paas. Ella es una militante de la vida y ayuda a muchos pacientes oncológicos para entender cómo se desarrolla la enfermedad e incluso hasta los ha asistido con remedios que ni siquiera el sistema de salud público podía suministrar. De hecho ella fue reconocida en vida por la comunidad, valorizando su espíritu que es una gran enseñanza para todos.
-El avance de la ciencia obliga, por definición, a una capacitación permanente.
-Es el mismo concepto que la educación: tiene que ser permanente y constante. Claro que hoy la tecnología permite hasta asistir a un simposio de manera on line y se facilita mucho más hasta las traducciones de libros. La circulación del saber es fabulosa. Si un médico está seis meses sin leer, queda desactualizado. Las exigencias obligan a una capacitación permanente y constante.
-Una paradoja del tiempo: la ciencia avanza significativamente para curar al cáncer y por otro lado los hábitos de vida incrementan su incidencia…
-Es cierto. La ciencia hoy permite curar determinados tipos de cáncer cuando hace un par de décadas eso era insospechado. Y los hábitos de vida hoy nos enfrentan a situaciones que son proclives para que se declare la enfermedad. Tecnológicamente la medicina ha avanzado mucho tanto para diagnosticar como para iniciar un tratamiento y en la oncología ese avance es aún más significativo. El avance incluso se puede observar en la medicación, que ya no es tan agresiva ni invasiva. Hoy los tratamientos oncológicos son casi personalizados. Cada tumor, por ejemplo, de mama, se trata de forma distinta en cada paciente de acuerdo a la biología molecular.
-Gualeguaychú tiene casi un cáncer nuevo por día, pero no tiene el servicio de oncología pediátrica…
-La oncopediatría es una especialización. Muchos papás nos han pedido que se desarrolle esa especialidad en Gualeguaychú, especialmente para evitar viajar tanto a Buenos Aires, al Hospital Garraham. La ciudad en los próximos años se deberá replantear la existencia del servicio de oncopediatría.
-Usted se preparó para la vida, pero trabaja con el límite de la muerte…
-Nos cuesta entender que la muerte es una de las etapas de la vida. Y esto dicho sabiendo que en la actualidad muchas personas no temen tanto a la muerte como al sufrimiento. Hay que morir dignamente. En un paciente terminal hay muchas cosas por hacer, justamente para que pueda tener una muerte digna. En materia de cuidados paliativos incluso se aconseja que si ese paciente puede morir en el hogar, mucho mejor, porque estará rodeado de sus afectos. Por eso si bien me preparé para la vida y trabajo con el límite de la muerte, mi mayor preocupación es evitar que alguien sufra.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
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