Suplemento Especial EXPO SUR 2015
La economía argentina
En setiembre de 2015 la situación se muestra complicada para la economía argentina. El campo como motor fundamental está mal herido y los precios no alcanzan para cubrir los costos. El que puede no sembrar, no lo hace, y el que no tiene más remedio porque precisa sobrevivir buscará quien le fíe para poder patear la pelota al año que viene y que salga lo que el nuevo gobierno quiera.
POR DIEGO FERNANDEZ
(Colaboración)
Tengo 65 años y desde que me conozco con nariz, vivimos saltando de una crisis económica a otra, con intervalos de alrededor de una década.
Cada gobierno, civil o militar, ha arribado al poder creyendo que trae la varita mágica para sacar la Argentina del estado de subdesarrollo y pobreza en el que se hunde según pasan los años, por haber abandonado el funcionamiento de la república desde 1930.
A ninguno se le ocurrió preguntarse por qué antes fuimos un país desarrollado y hoy -populismos mediante- avanzamos a paso redoblado a la conquista de mayor cantidad de pobres.
La Constitución Argentina de 1853 es la política económica de la república y nos puso entre los países más desarrollados de la tierra, porque sus principios fueron el camino seguido por los gobiernos y el pueblo argentino.
Sus tres poderes, Ejecutivo, Judicial y Legislativo funcionaron con razonable independencia y controlándose mutuamente. Para entonces integrábamos el selecto grupo de países del primer mundo.
Pero a partir de 1930, los argentinos dejamos de respetar la -República-, es decir del sistema político basado en la Ley y la igualdad.
En cambio y cada vez más y sobre todo desde 1983, solo hablamos de democracia, es decir de la forma de gobierno y de elección de los políticos.
Cada día más avanzan las decisiones políticas sobre las libertades de las personas y fundamentalmente sobre la económica.
Los principios constitucionales son ignorados, los tres poderes del estado han dejado de funcionar.
Los políticos hoy no tienen la voluntad de servicio de otros tiempos ni pasan por la función pública con ese solo fin para retirarse luego dejando lugar a otros.
Al contrario, su único objetivo es perpetuarse en el poder y para eso están en permanente campaña; elección tras elección, gastando los dineros del pueblo para costear su propaganda.
No tienen ganas ni tiempo de cumplir con el mandato que el pueblo les ha dado en las urnas y que ellos han prometido en sus campañas y jurado al hacerse cargo de sus funciones.
Y menos aún de respetar la Constitución de la República. - Y el poder judicial?. Tampoco! . Como lo prueba su inacción.
La igualdad, la propiedad, la educación, la libertad y la seguridad son las libertades que la Constitución garantiza a sus ciudadanos. Pero los políticos argentinos no están dispuestos a respetarlas.
Ellos necesitan aumentar el gasto público, -no reducirlo-, se esfuerzan por hacerlo ineficiente. que el clientelismo es parte de su supervivencia. -Si no me votas no te doy!.
Para financiar los gastos del estado no miden las consecuencias. Si encuentran quien les preste desde afuera, pues allá van a pedir no importa el costo.
Y si no consiguen afuera, pues buscan adentro con mayor cantidad de impuestos que total el pueblo aguanta. Y si una situación excepcional pone a un sector en capacidad de generar una renta extraordinaria, pues allá van ellos a apropiarse de esa renta con la excusa de estar más capacitados que quienes la produjeron para repartirla.
Si con eso todavía no alcanza, pues echan mano de todo ahorro de la gente que puedan confiscar.
Y finalmente si a pesar de todo, el gasto es tan grande que tampoco logran financiarlo, pues recurren a la bala de plata, la última a utilizar antes del estallido de la nueva crisis: la inflación.
El capital entero de la Nación va siendo consumido por los gobiernos que fuerzan a sus ciudadanos a prestarle todo el valor de sus sueldos y de sus trabajos a cambio de recibir de él, la deuda pública emitida en forma de papel moneda.
Y así llegamos a la nueva crisis. Y vuelta a empezar. Hoy estamos montados en una nueva crisis que producirá consecuencias muy duras para los ciudadanos cuando finalmente los gobernantes tomen las decisiones que hoy demoran a la espera de ver quién se queda con la manijita.
De la anterior salimos en primer lugar por un hermoso golpe de suerte por el enorme crecimiento de los precios de las materias primas por más de una década de manera casi siempre creciente.
La crisis internacional que se produjo en medio de ese tiempo, pasó por encima nuestro y ni nos dimos cuenta que existió.
En segundo lugar, el campo, -siempre el campo- con una velocidad de reacción inigualable se montó en el entusiasmo de los buenos precios.
Pronto la economía floreció, las cuentas públicas volvieron gracias al campo a tener superávit, la balanza comercial se llenó de dólares que fueron a engrosar las reservas del BCRA y la tesorería a pesar de los gastos del estado mostraba superávit en su caja.
Hasta finales del año 2000, los productores para poder financiar sus actividades recurrían como históricamente lo habían hecho a las instituciones bancarias. Y previo cumplimiento de muchos requisitos; elevados intereses y sobradas garantías, obtenían el dinero a veces necesario para poder producir.
Pero en el nuevo escenario todo se había hecho más complejo, la importancia de China en el intercambio comercial mundial demandando soja y proveyendo insumos, requería una ingeniería financiera de precisión que exigía entre otras cosas una moneda estable en el largo plazo que en la Argentina no existe debido a los desmanejos de los gobiernos.
La soja pasó entonces a ser esa moneda y la financiación de todo el sistema quedó atado a ella.
Según un estudio realizado por Julio Calzada, Guillermo Rossi y Nicolás Ferrer, especialistas de la bolsa de comercio de Rosario, entre 2001 y 2014 el campo generó para la Argentina, el ingreso por exportaciones de U$S 273.076.000.000.
Esta fenomenal producción de riqueza atrajo mayores inversiones que incluso compitieron con los productores más pequeños en la distribución de los campos y alentaron a grandes agricultores argentinos a aplicar su experiencia fronteras afuera.
Las cooperativas se convirtieron entonces en partícipes fundamentales de este nuevo sistema productivo.
Los pequeños y medianos productores encontraron en sus cooperativas la herramienta necesaria para poder unir esfuerzos y competir con los grandes pooles o empresas agropecuarias, logrando infraestructura y economía de escala.
El derrame de esta riqueza dinamizó la economía argentina que creció como se decía en su momento “a tasas chinas”.
Los precios internacionales de la soja no dejaban de subir, pero los gastos del Estado superaban con creces aquel incremento.
Esta situación excepcional había puesto al sector agropecuario en capacidad de generar una renta extraordinaria y era entonces inevitable que vinieran los gobernantes a apropiarse de esa renta con la excusa de estar más capacitados que los chacareros para repartirla.
De un hachazo le quitaron a los productores el 35 por ciento del precio de venta de su soja y otros porcentajes menores sobre algunos otros productos, imponiéndoles las famosas retenciones.
El campo reaccionó, vinieron las manifestaciones, los cortes de rutas, los tractorazos, las grandes concentraciones y el famoso voto no positivo en el senado.
La protesta solo logró que el porcentaje de las retenciones no creciera, pero estas finalmente se aplicaron y el precio de los productos del campo se redujo significativamente para el productor.
Por el default y los incumplimientos, el país había perdido ya el financiamiento externo. La presión impositiva siguió creciendo a todos los niveles y la emisión de billetes para financiar al tesoro con aportes del Banco central de la República, dispararon la inflación y por lo tanto los costos internos de producción.
Por impericia, por ignorancia, por razones ideológicas, entre otras, se fueron tomando decisiones políticas que afectaron duramente al campo y finalmente a la economía toda de la Nación.
Se cerraron las exportaciones de carne y de trigo, se atentó contra la producción frutícola, se despreció la cuota Hilton, se prohibió al Banco Nación asistir financieramente a los productores que no habían entregado ciertas producciones, se afectó a la minería, se atrasó el tipo de cambio. A pesar de desmoronarse el precio del petróleo en el mundo, el de los combustibles en la argentina siguió creciendo.
Por el deterioro en la balanza comercial, ingresaron menos divisas y se resintió el resto de la actividad económica, fundamentalmente la industrial que necesita los dólares para poder importar los insumos necesarios para producir y que además necesita un valor dólar que le permita competir a nivel internacional.
El desmanejo de los gastos aumentó la presión impositiva en todos los niveles y la arbitrariedad afectó seriamente la calidad de los servicios públicos.
Bajaron los precios de las materias primas y se nos puso el viento en la puerta. Escasean insumos básicos para la industria que repercuten directamente en las fuentes de trabajo. El peso se devalúa a cuenta gotas pero los precios internos se incrementan a pasos agigantados y cada vez se hace más difícil poder producir.
No existe sistema más efectivo para empobrecer a una nación que poner al gobierno a quitarle la riqueza a quien la produce.
Veamos sino lo que sucedió con la ex URSS o lo que pasa en Cuba o en Venezuela o lo que sucedió en la China de Mao.
Y miremos lo que sucede en la China actual que a pesar de su gobierno comunista se decidió por permitir que la riqueza sea producida, distribuida y consumida por quienes la producen y no por quienes gobiernan.
Hoy en setiembre de 2015 la cosa viene complicada para la economía argentina, el campo como motor fundamental esta mal herido, los precios no alcanzan para cubrir los costos, el que puede no sembrar, no lo hace y el que no tiene más remedio porque precisa sobrevivir buscará quien le fíe para poder patear la pelota al año que viene y que salga lo que el nuevo gobierno quiera.
Los campos comienzan a despoblarse nuevamente. La bonanza que alcanzaron los propietarios desapareció y hoy no alcanza la renta para pagar el impuesto provincial.
La actividad económica toda está seriamente resentida y la cadena de pagos está en serio peligro de cortarse.
Mientras tanto los argentinos aguardamos esperanzados las elecciones. Unos esperando la continuidad del modelo y otros su cambio.
Y seguimos creyendo que será la democracia, es decir la forma de gobierno y de elección de los políticos la que nos salvará de nuestros males.
Pero la democracia se agota allí.
El autor de este artículo es contador público y asesor contable de cooperativas agrícolas de la región entre otras empresas.
(Colaboración)
Tengo 65 años y desde que me conozco con nariz, vivimos saltando de una crisis económica a otra, con intervalos de alrededor de una década.
Cada gobierno, civil o militar, ha arribado al poder creyendo que trae la varita mágica para sacar la Argentina del estado de subdesarrollo y pobreza en el que se hunde según pasan los años, por haber abandonado el funcionamiento de la república desde 1930.
A ninguno se le ocurrió preguntarse por qué antes fuimos un país desarrollado y hoy -populismos mediante- avanzamos a paso redoblado a la conquista de mayor cantidad de pobres.
La Constitución Argentina de 1853 es la política económica de la república y nos puso entre los países más desarrollados de la tierra, porque sus principios fueron el camino seguido por los gobiernos y el pueblo argentino.
Sus tres poderes, Ejecutivo, Judicial y Legislativo funcionaron con razonable independencia y controlándose mutuamente. Para entonces integrábamos el selecto grupo de países del primer mundo.
Pero a partir de 1930, los argentinos dejamos de respetar la -República-, es decir del sistema político basado en la Ley y la igualdad.
En cambio y cada vez más y sobre todo desde 1983, solo hablamos de democracia, es decir de la forma de gobierno y de elección de los políticos.
Cada día más avanzan las decisiones políticas sobre las libertades de las personas y fundamentalmente sobre la económica.
Los principios constitucionales son ignorados, los tres poderes del estado han dejado de funcionar.
Los políticos hoy no tienen la voluntad de servicio de otros tiempos ni pasan por la función pública con ese solo fin para retirarse luego dejando lugar a otros.
Al contrario, su único objetivo es perpetuarse en el poder y para eso están en permanente campaña; elección tras elección, gastando los dineros del pueblo para costear su propaganda.
No tienen ganas ni tiempo de cumplir con el mandato que el pueblo les ha dado en las urnas y que ellos han prometido en sus campañas y jurado al hacerse cargo de sus funciones.
Y menos aún de respetar la Constitución de la República. - Y el poder judicial?. Tampoco! . Como lo prueba su inacción.
La igualdad, la propiedad, la educación, la libertad y la seguridad son las libertades que la Constitución garantiza a sus ciudadanos. Pero los políticos argentinos no están dispuestos a respetarlas.
Ellos necesitan aumentar el gasto público, -no reducirlo-, se esfuerzan por hacerlo ineficiente. que el clientelismo es parte de su supervivencia. -Si no me votas no te doy!.
Para financiar los gastos del estado no miden las consecuencias. Si encuentran quien les preste desde afuera, pues allá van a pedir no importa el costo.
Y si no consiguen afuera, pues buscan adentro con mayor cantidad de impuestos que total el pueblo aguanta. Y si una situación excepcional pone a un sector en capacidad de generar una renta extraordinaria, pues allá van ellos a apropiarse de esa renta con la excusa de estar más capacitados que quienes la produjeron para repartirla.
Si con eso todavía no alcanza, pues echan mano de todo ahorro de la gente que puedan confiscar.
Y finalmente si a pesar de todo, el gasto es tan grande que tampoco logran financiarlo, pues recurren a la bala de plata, la última a utilizar antes del estallido de la nueva crisis: la inflación.
El capital entero de la Nación va siendo consumido por los gobiernos que fuerzan a sus ciudadanos a prestarle todo el valor de sus sueldos y de sus trabajos a cambio de recibir de él, la deuda pública emitida en forma de papel moneda.
Y así llegamos a la nueva crisis. Y vuelta a empezar. Hoy estamos montados en una nueva crisis que producirá consecuencias muy duras para los ciudadanos cuando finalmente los gobernantes tomen las decisiones que hoy demoran a la espera de ver quién se queda con la manijita.
De la anterior salimos en primer lugar por un hermoso golpe de suerte por el enorme crecimiento de los precios de las materias primas por más de una década de manera casi siempre creciente.
La crisis internacional que se produjo en medio de ese tiempo, pasó por encima nuestro y ni nos dimos cuenta que existió.
En segundo lugar, el campo, -siempre el campo- con una velocidad de reacción inigualable se montó en el entusiasmo de los buenos precios.
Pronto la economía floreció, las cuentas públicas volvieron gracias al campo a tener superávit, la balanza comercial se llenó de dólares que fueron a engrosar las reservas del BCRA y la tesorería a pesar de los gastos del estado mostraba superávit en su caja.
Hasta finales del año 2000, los productores para poder financiar sus actividades recurrían como históricamente lo habían hecho a las instituciones bancarias. Y previo cumplimiento de muchos requisitos; elevados intereses y sobradas garantías, obtenían el dinero a veces necesario para poder producir.
Pero en el nuevo escenario todo se había hecho más complejo, la importancia de China en el intercambio comercial mundial demandando soja y proveyendo insumos, requería una ingeniería financiera de precisión que exigía entre otras cosas una moneda estable en el largo plazo que en la Argentina no existe debido a los desmanejos de los gobiernos.
La soja pasó entonces a ser esa moneda y la financiación de todo el sistema quedó atado a ella.
Según un estudio realizado por Julio Calzada, Guillermo Rossi y Nicolás Ferrer, especialistas de la bolsa de comercio de Rosario, entre 2001 y 2014 el campo generó para la Argentina, el ingreso por exportaciones de U$S 273.076.000.000.
Esta fenomenal producción de riqueza atrajo mayores inversiones que incluso compitieron con los productores más pequeños en la distribución de los campos y alentaron a grandes agricultores argentinos a aplicar su experiencia fronteras afuera.
Las cooperativas se convirtieron entonces en partícipes fundamentales de este nuevo sistema productivo.
Los pequeños y medianos productores encontraron en sus cooperativas la herramienta necesaria para poder unir esfuerzos y competir con los grandes pooles o empresas agropecuarias, logrando infraestructura y economía de escala.
El derrame de esta riqueza dinamizó la economía argentina que creció como se decía en su momento “a tasas chinas”.
Los precios internacionales de la soja no dejaban de subir, pero los gastos del Estado superaban con creces aquel incremento.
Esta situación excepcional había puesto al sector agropecuario en capacidad de generar una renta extraordinaria y era entonces inevitable que vinieran los gobernantes a apropiarse de esa renta con la excusa de estar más capacitados que los chacareros para repartirla.
De un hachazo le quitaron a los productores el 35 por ciento del precio de venta de su soja y otros porcentajes menores sobre algunos otros productos, imponiéndoles las famosas retenciones.
El campo reaccionó, vinieron las manifestaciones, los cortes de rutas, los tractorazos, las grandes concentraciones y el famoso voto no positivo en el senado.
La protesta solo logró que el porcentaje de las retenciones no creciera, pero estas finalmente se aplicaron y el precio de los productos del campo se redujo significativamente para el productor.
Por el default y los incumplimientos, el país había perdido ya el financiamiento externo. La presión impositiva siguió creciendo a todos los niveles y la emisión de billetes para financiar al tesoro con aportes del Banco central de la República, dispararon la inflación y por lo tanto los costos internos de producción.
Por impericia, por ignorancia, por razones ideológicas, entre otras, se fueron tomando decisiones políticas que afectaron duramente al campo y finalmente a la economía toda de la Nación.
Se cerraron las exportaciones de carne y de trigo, se atentó contra la producción frutícola, se despreció la cuota Hilton, se prohibió al Banco Nación asistir financieramente a los productores que no habían entregado ciertas producciones, se afectó a la minería, se atrasó el tipo de cambio. A pesar de desmoronarse el precio del petróleo en el mundo, el de los combustibles en la argentina siguió creciendo.
Por el deterioro en la balanza comercial, ingresaron menos divisas y se resintió el resto de la actividad económica, fundamentalmente la industrial que necesita los dólares para poder importar los insumos necesarios para producir y que además necesita un valor dólar que le permita competir a nivel internacional.
El desmanejo de los gastos aumentó la presión impositiva en todos los niveles y la arbitrariedad afectó seriamente la calidad de los servicios públicos.
Bajaron los precios de las materias primas y se nos puso el viento en la puerta. Escasean insumos básicos para la industria que repercuten directamente en las fuentes de trabajo. El peso se devalúa a cuenta gotas pero los precios internos se incrementan a pasos agigantados y cada vez se hace más difícil poder producir.
No existe sistema más efectivo para empobrecer a una nación que poner al gobierno a quitarle la riqueza a quien la produce.
Veamos sino lo que sucedió con la ex URSS o lo que pasa en Cuba o en Venezuela o lo que sucedió en la China de Mao.
Y miremos lo que sucede en la China actual que a pesar de su gobierno comunista se decidió por permitir que la riqueza sea producida, distribuida y consumida por quienes la producen y no por quienes gobiernan.
Hoy en setiembre de 2015 la cosa viene complicada para la economía argentina, el campo como motor fundamental esta mal herido, los precios no alcanzan para cubrir los costos, el que puede no sembrar, no lo hace y el que no tiene más remedio porque precisa sobrevivir buscará quien le fíe para poder patear la pelota al año que viene y que salga lo que el nuevo gobierno quiera.
Los campos comienzan a despoblarse nuevamente. La bonanza que alcanzaron los propietarios desapareció y hoy no alcanza la renta para pagar el impuesto provincial.
La actividad económica toda está seriamente resentida y la cadena de pagos está en serio peligro de cortarse.
Mientras tanto los argentinos aguardamos esperanzados las elecciones. Unos esperando la continuidad del modelo y otros su cambio.
Y seguimos creyendo que será la democracia, es decir la forma de gobierno y de elección de los políticos la que nos salvará de nuestros males.
Pero la democracia se agota allí.
A los argentinos solo nos salvará y nos volverá a poner en el primer mundo, el respeto y la defensa a ultranza de la República, es decir del sistema político instrumentado por nuestra Constitución de 1853 basado en la Ley y la Igualdad.
El autor de este artículo es contador público y asesor contable de cooperativas agrícolas de la región entre otras empresas.
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