“La realidad nos llevó a tomar una decisión sobre el futuro del Vía Crucis”
Quienes tienen la propiedad del Vía Crucis Gualeguaychú -ubicado sobre la Ruta Nacional Nº 14 a la altura del kilómetro 42-, se ven en la necesidad de solicitar el traslado del mismo. Son muchos los motivos que los han llevado a realizar esta demanda.
El Vía Crucis Gualeguaychú fue inaugurado en 2002, pero ya en el año 2000 el escultor Oscar Rébora –uno de los gestores junto a su mujer Margarita Pombo y a otras personas- comenzó a realizar las esculturas que se hicieron íntegramente en la ciudad. Para la realización de las mismas se contó con la colaboración de muchos ciudadanos, empresas y también de las Parroquias. Algunos lo hicieron con su mano de obra, otros con elementos, dinero y también con su apoyo espiritual.
Dentro de los objetivos iniciales de este emprendimiento turístico religioso estaba el de nuclear a diferentes asociaciones de beneficencia en un lugar que les facilitara ingresos de dinero, gracias al turismo religioso.
“Pero la realidad nos demostró que a veces la voluntad no es suficiente”, reconocieron los gestores de este proyecto.
En diálogo con EL ARGENTINO, Margarita Pombo y Oscar Rébora señalaron: “a lo largo de los años nos fuimos encontrando con diferentes escollos y ahora llegamos a un momento en el que ya no los podemos superar solos”.
En un principio, el inconveniente fue el del ingreso al complejo pues la autovía demoró bastante en su construcción y dificultaba el acceso al predio. Luego, no pudieron seguir pagando al personal estable en el lugar y tuvieron que abrir solo tres días a la semana. Lo hacían los propios integrantes de la comisión directiva, quienes con el paso del tiempo se vieron en la obligación de abandonar la labor ya que la distancia y la mayoría de edad lo dificultaban.
Hoy el Vía Crucis dispone de un acceso que si bien no está terminado fue realizado por la empresa Río Uruguay con muy buena voluntad y cuenta con instalaciones que aún siendo muy humildes cumplen con las necesidades básicas del visitante.
“Durante varios años pudimos solventar gastos y tener personal permanente, gracias a que la gente dejaba alguna donación y contábamos con publicidades que se colocaban en carteles y también con algún aporte municipal”, recordaron.
Y además, durante mucho tiempo el Vía Crucis tuvo una vida muy intensa. Se celebraban misas en el lugar y muchos viajeros y vecinos se acercaban a conocerlo y vivir esta reconfortante experiencia.
En resumen hoy el principal obstáculo es la falta de personas que se puedan ocupar del lugar. “Somos pocas personas, todas mayores de edad y la distancia nos complica mucho sostenerlo…”, reiteraron con pesar los entrevistados.
Dentro de los objetivos iniciales de este emprendimiento turístico religioso estaba el de nuclear a diferentes asociaciones de beneficencia en un lugar que les facilitara ingresos de dinero, gracias al turismo religioso.
“Pero la realidad nos demostró que a veces la voluntad no es suficiente”, reconocieron los gestores de este proyecto.
En diálogo con EL ARGENTINO, Margarita Pombo y Oscar Rébora señalaron: “a lo largo de los años nos fuimos encontrando con diferentes escollos y ahora llegamos a un momento en el que ya no los podemos superar solos”.
En un principio, el inconveniente fue el del ingreso al complejo pues la autovía demoró bastante en su construcción y dificultaba el acceso al predio. Luego, no pudieron seguir pagando al personal estable en el lugar y tuvieron que abrir solo tres días a la semana. Lo hacían los propios integrantes de la comisión directiva, quienes con el paso del tiempo se vieron en la obligación de abandonar la labor ya que la distancia y la mayoría de edad lo dificultaban.
Hoy el Vía Crucis dispone de un acceso que si bien no está terminado fue realizado por la empresa Río Uruguay con muy buena voluntad y cuenta con instalaciones que aún siendo muy humildes cumplen con las necesidades básicas del visitante.
“Durante varios años pudimos solventar gastos y tener personal permanente, gracias a que la gente dejaba alguna donación y contábamos con publicidades que se colocaban en carteles y también con algún aporte municipal”, recordaron.
Y además, durante mucho tiempo el Vía Crucis tuvo una vida muy intensa. Se celebraban misas en el lugar y muchos viajeros y vecinos se acercaban a conocerlo y vivir esta reconfortante experiencia.
En resumen hoy el principal obstáculo es la falta de personas que se puedan ocupar del lugar. “Somos pocas personas, todas mayores de edad y la distancia nos complica mucho sostenerlo…”, reiteraron con pesar los entrevistados.
Nota completa edición papel.
Este contenido no está abierto a comentarios