Opinión: Por Monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)
Tiempo libre
El verano nos conecta con ese tiempo que escasea durante el año: el tiempo libre. Ese tiempo en el que soñamos con momentos de paz, de disfrute de algún deporte, a muchos nos gusta leer y poder extender la vista hacia el horizonte.
Las ciudades parecen más quietas. En estos meses de verano hay menos movimiento en la calle. Lo habrán notado. Todos parecen que caminan un poco más despacio. En parte por el calor, y también porque hay menos apuro para hacer las cosas.
Algunos, tal vez, se pueden ir unos días afuera y cambiar el paisaje. Muchos no. Pero todos podemos aprovechar este tiempo para entregarle otra mirada —quizás más despejada o menos apremiada por horarios y obligaciones— a lo que nos rodea. “Tenemos más tiempo”, pareciera decirnos cada enero, cada febrero. Descanso en el trabajo, no levantarse temprano por la escuela de los chicos, los días son más largos.
Es bueno proponernos, por ejemplo, ir a visitar a algún familiar o amigo que hace rato no vemos. Esos encuentros nos reconfortan y ayudan a gustar de los recuerdos. Seguro que aquellos que visitamos tienen algo nuestro dentro suyo para darnos y hacernos sentir más cerca en los afectos.
También podemos ir a visitar algún santuario. Los hay en las ciudades, en los barrios, en las provincias. Hace un tiempo pasé un sábado a la tarde por el Santuario de Nuestra Señora de Luján y había mucha gente que iba a Misa y rezaba, y luego se sentaban a tomar mate debajo de las arboledas del costado del río. En vacaciones es bueno dedicarle más tiempo a la oración. Y si es en familia, mejor.
Todo lo que podamos hacer en familia es tiempo bien usado. Tiempo que transcurre la simpleza de la vida compartida. Salir a pasear, jugar a algún juego de mesa en casa.
No debería faltarnos un tiempo dedicado a conversar tranquilos sobre cómo nos fue en el año que pasó y qué esperamos para el que recién comienza: qué expectativas tenemos, qué quisiéramos lograr, qué deseamos de nuestra familia.
Si tenemos la posibilidad de ir de vacaciones a algún lugar de veraneo, tenemos también allí ocasión de dar gracias a Dios por tantas cosas lindas que hizo en nosotros. Y sobre todo, por el regalo de la vida y de aquellos que queremos y nos quieren.
Más de una de esas cosas lindas ni siquiera las registramos porque el ritmo del año de trabajo y estudio a veces no nos dejan ver con claridad esa presencia de Dios a nuestro lado.
Verano y vacaciones pueden acercarnos a mirar hacia adentro de cada uno, percibir la compañía de Jesús en nuestro andar y agradecerle que nos haga fieles a su amistad y presencia divina.
Leí que el viernes 1 de febrero hubiera sido el cumpleaños de María Elena Walsh. Y le agradecí a Dios en su persona por todos los poetas del mundo. La poesía le pone hondura al día a día, incursiona en modos creativos de contar la realidad, nos inventa colores, le da alas a nuestra imaginación.
Ayer, 2 de febrero, se celebró la fiesta de la Virgen de la Candelaria. Su imagen está representada por María con el niño Jesús en brazos, y una vela en una mano. Ella nos trae al que es la Luz del mundo para no andar en tinieblas. En muchas Iglesias de han bendecido velas con este sentido. Y hoy, 3 de febrero, se conmemora a San Blas, protector de las enfermedades de la garganta. A él le pedimos por nuestros enfermos.
Hagamos también una oración por los jóvenes que murieron hace una semana en el boliche “Kiss” de Brasil, y sus familiares y amigos. El dolor entró de golpe en muchas familias, dejando desconsuelo, enojo, y mucho sufrimiento por la muerte temprana y absurda.
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Algunos, tal vez, se pueden ir unos días afuera y cambiar el paisaje. Muchos no. Pero todos podemos aprovechar este tiempo para entregarle otra mirada —quizás más despejada o menos apremiada por horarios y obligaciones— a lo que nos rodea. “Tenemos más tiempo”, pareciera decirnos cada enero, cada febrero. Descanso en el trabajo, no levantarse temprano por la escuela de los chicos, los días son más largos.
Es bueno proponernos, por ejemplo, ir a visitar a algún familiar o amigo que hace rato no vemos. Esos encuentros nos reconfortan y ayudan a gustar de los recuerdos. Seguro que aquellos que visitamos tienen algo nuestro dentro suyo para darnos y hacernos sentir más cerca en los afectos.
También podemos ir a visitar algún santuario. Los hay en las ciudades, en los barrios, en las provincias. Hace un tiempo pasé un sábado a la tarde por el Santuario de Nuestra Señora de Luján y había mucha gente que iba a Misa y rezaba, y luego se sentaban a tomar mate debajo de las arboledas del costado del río. En vacaciones es bueno dedicarle más tiempo a la oración. Y si es en familia, mejor.
Todo lo que podamos hacer en familia es tiempo bien usado. Tiempo que transcurre la simpleza de la vida compartida. Salir a pasear, jugar a algún juego de mesa en casa.
No debería faltarnos un tiempo dedicado a conversar tranquilos sobre cómo nos fue en el año que pasó y qué esperamos para el que recién comienza: qué expectativas tenemos, qué quisiéramos lograr, qué deseamos de nuestra familia.
Si tenemos la posibilidad de ir de vacaciones a algún lugar de veraneo, tenemos también allí ocasión de dar gracias a Dios por tantas cosas lindas que hizo en nosotros. Y sobre todo, por el regalo de la vida y de aquellos que queremos y nos quieren.
Más de una de esas cosas lindas ni siquiera las registramos porque el ritmo del año de trabajo y estudio a veces no nos dejan ver con claridad esa presencia de Dios a nuestro lado.
Verano y vacaciones pueden acercarnos a mirar hacia adentro de cada uno, percibir la compañía de Jesús en nuestro andar y agradecerle que nos haga fieles a su amistad y presencia divina.
Leí que el viernes 1 de febrero hubiera sido el cumpleaños de María Elena Walsh. Y le agradecí a Dios en su persona por todos los poetas del mundo. La poesía le pone hondura al día a día, incursiona en modos creativos de contar la realidad, nos inventa colores, le da alas a nuestra imaginación.
Ayer, 2 de febrero, se celebró la fiesta de la Virgen de la Candelaria. Su imagen está representada por María con el niño Jesús en brazos, y una vela en una mano. Ella nos trae al que es la Luz del mundo para no andar en tinieblas. En muchas Iglesias de han bendecido velas con este sentido. Y hoy, 3 de febrero, se conmemora a San Blas, protector de las enfermedades de la garganta. A él le pedimos por nuestros enfermos.
Hagamos también una oración por los jóvenes que murieron hace una semana en el boliche “Kiss” de Brasil, y sus familiares y amigos. El dolor entró de golpe en muchas familias, dejando desconsuelo, enojo, y mucho sufrimiento por la muerte temprana y absurda.
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
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