A diez años de una tragedia mundial
Hoy se cumplen diez años del 11 de septiembre de 2001, cuando ocurrió el atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Estados Unidos, pero que conmovió al mundo sin excepción.
Es una fecha oportuna para reflexionar sobre las metas que cada persona se propone para mejorar el mundo que nos toca habitar. Es uya fecha propicia para que sea convertida en el día mundial de las víctimas del terrorismo.
El signo de las Torres Gemelas derribadas es elocuente: se atacó a un sistema económico, al igual que el ataque de ese día al Pentágono, que simboliza el poder militar.
El mejoramiento de la vida económica de los pueblos es una tarea pendiente. La pobreza aumenta por todos lados. Y ambos poderes, el económico y el militar debe ser utilizado para defender al género humano, buscando siempre el desarrollo integral de las personas y los pueblos.
El mundo es cada vez más pequeño. Quienes murieron en estos atentados, es bueno recordarlo, no fueron solamente norteamericanos. Allí murieron hindúes, pakistaníes, colombianos, dominicanos, argentinos, españoles, cubanos, mexicanos. Hombres y mujeres que simbolizan al planisferio y a diversas creencias y culturas: musulmanes, cristianos, hebreos, africanos, budistas, hinduistas, ateos. Personas que tenían diversas ideas. En defnitiva, personas. Y la mayoría murió sin saber por qué moría. Eso genera el odio de quienes hacen del terror su mejor arma para atentar contra el género humano.
Es bueno saber que el odio, aunque cobra caro cada uno de sus actos, siempre es menor que al amor. El amor sobrevive y sigue construyendo, con esperanzas siempre renovadas, las oportunidades para ser mejor persona y habitar un mundo mejor. Como enseña la Iglesia, es posible y real la Civilización del Amor.
Ante los desastres naturales es fácil observar la pequeñez del hombre ante la Creación. Pero en actos donde prevalece el odio, queda expuesta por un lado la fragilidad de la condición humana y simultáneamente su mayor grandeza cuando se responde con solidaridad, con compasión, con sentido de humanidad.
No se puede dar apoyo a quienes carecen de los más elementales escrúpulos que señala toda ética moral. Ninguna dictadura ni forma despótica de poder merece ser avalada, ni por circunstancias, ni por intereses. Es hora de aprender que las luchas ideológicas han costado muy caras a la Humanidad y se cuentan por millones de vidas truncadas.
No hay libertad sin responsabilidad. Ser responsables como ciudadanos es fortalecer la libertad. Todo aquello que denigre la vida va contra el hombre mismo, aunque se haga en su nombre. La humanidad necesita de una renovada paz, que permita afrontar el desafío de lograr una calidad de vida para todos, sin excepción. El 11 de septiembre es una fecha ideal para pensar en la paz y en la vida.
El signo de las Torres Gemelas derribadas es elocuente: se atacó a un sistema económico, al igual que el ataque de ese día al Pentágono, que simboliza el poder militar.
El mejoramiento de la vida económica de los pueblos es una tarea pendiente. La pobreza aumenta por todos lados. Y ambos poderes, el económico y el militar debe ser utilizado para defender al género humano, buscando siempre el desarrollo integral de las personas y los pueblos.
El mundo es cada vez más pequeño. Quienes murieron en estos atentados, es bueno recordarlo, no fueron solamente norteamericanos. Allí murieron hindúes, pakistaníes, colombianos, dominicanos, argentinos, españoles, cubanos, mexicanos. Hombres y mujeres que simbolizan al planisferio y a diversas creencias y culturas: musulmanes, cristianos, hebreos, africanos, budistas, hinduistas, ateos. Personas que tenían diversas ideas. En defnitiva, personas. Y la mayoría murió sin saber por qué moría. Eso genera el odio de quienes hacen del terror su mejor arma para atentar contra el género humano.
Es bueno saber que el odio, aunque cobra caro cada uno de sus actos, siempre es menor que al amor. El amor sobrevive y sigue construyendo, con esperanzas siempre renovadas, las oportunidades para ser mejor persona y habitar un mundo mejor. Como enseña la Iglesia, es posible y real la Civilización del Amor.
Ante los desastres naturales es fácil observar la pequeñez del hombre ante la Creación. Pero en actos donde prevalece el odio, queda expuesta por un lado la fragilidad de la condición humana y simultáneamente su mayor grandeza cuando se responde con solidaridad, con compasión, con sentido de humanidad.
No se puede dar apoyo a quienes carecen de los más elementales escrúpulos que señala toda ética moral. Ninguna dictadura ni forma despótica de poder merece ser avalada, ni por circunstancias, ni por intereses. Es hora de aprender que las luchas ideológicas han costado muy caras a la Humanidad y se cuentan por millones de vidas truncadas.
No hay libertad sin responsabilidad. Ser responsables como ciudadanos es fortalecer la libertad. Todo aquello que denigre la vida va contra el hombre mismo, aunque se haga en su nombre. La humanidad necesita de una renovada paz, que permita afrontar el desafío de lograr una calidad de vida para todos, sin excepción. El 11 de septiembre es una fecha ideal para pensar en la paz y en la vida.
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