Desaire que no admite disculpas
El sábado pasado se realizó en la ciudad de Buenos Aires el desfile militar en celebración de los 200 años de la Revolución de Mayo, acto que fue jerarquizado con el paso marcial de pequeñas fuerzas de varios países hermanos ( Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Venezuela, entre otros) que de esta manera se adhirieron a nuestro fasto nacional.
Era de suponer, y así se había anticipado, que la parada militar sería presidida por quien ejerce la Presidencia de la Nación. Hubiera sido lo más lógico y una forma de testificar con su presencia su homenaje al Bicentenario y al mismo tiempo hacer lo propio con nuestras Fuerzas Armada que, en la insignia del Regimiento de Patricios, festeja sus dos siglo de estar de pie en defensa de la Patria.
Ni una cosa ni la otra. Es que en un gesto que no admite disculpas, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner faltó a la cita. Pero lo muy grave es que la ministra de Defensa, en cuyo ministerio orbitan las fuerzas de aire, mar y tierra, también se sumó al desaire, pese que ella fue, ante la ausencia de Presidente, la que debió recibir el saludo de jefe del desfile y dar la orden de inicio, obligación que debió trasladarse al muy controvertido Jefe de Gabinete por simples razones de jararquía.
Se trató, sin duda, de un nuevo papelón a los ojos de un mundo que nos mira sin comprender, con el agregado que el “faltazo” presidencial vendría a robustecer aquellas conjeturas y comentarios que hablan de la tirria de la Primera Dama a todo lo que sea militar o lo represente y exprese.
Alguien podría argumentar que no hay nada escrito que disponga u ordene que la máxima autoridad de la República no puede ni debe omitir su presencia en un hecho histórico como es el cumpleaños nada menos que de la Patria. Para nosotros, haberlo hecho constituye un episodio que linda con el agravio.
Lo señalado no hace otra cosa que confirmar lo enfermo que está el poder político en la Argentina, donde la falta de grandeza republicana acaba de publicar en el libro de la Historia una de sus páginas más ingratas de las que se tenga memoria.
Por de pronto el ejemplo que se le está dando a las nuevas generaciones no es para imitarlo ciertamente si no para ponerse a llorar de cara al cielo mientras les pedimos disculpas a nuestros próceres por ser asimismo los destinatarios del incomprensible desaire presidencial.
Síntesis: Por de pronto el ejemplo que se le está dando a las nuevas generaciones no es para imitarlo ciertamente si no para ponerse a llorar de cara al cielo mientras les pedimos disculpas a nuestros próceres por ser asimismo los destinatarios del incomprensible desaire presidencial.
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