El presupuesto participativo
El Presupuesto Participativo se implementa en la ciudad desde 2012 y la semana pasada Gualeguaychú fue anfitriona del séptimo encuentro nacional en la materia que contó incluso con disertantes de países vecinos.
La experiencia local, si bien todavía en proceso de maduración, ya ha demostrado que los vecinos han respondido de manera positiva ante la convocatoria de cogestionar un proceso presupuestario de modo de administrar, de acuerdo a sus reales prioridades, los recursos limitados y aumentar su eficiencia.
Los vecinos –junto a los funcionarios de diferentes áreas- establecen las estimaciones futuras y deben identificar, a nivel barrial, sus prioridades, para luego compatibilizarlas y concertarlas con una mirada integral de ciudad.
Este proceso implicó todo un aprendizaje que incluyó la mirada sobre diversas cuestiones urbanas que van desde el sentido de la obra pública hasta el transporte, pasando por la atención de los servicios municipales, la educación, la cultura e incluso el espacio público para actividades de tiempo libre y/o creativo.
Así, desde hace dos años el presupuesto participativo se presenta como una iniciativa novedosa para la ciudad, aunque no es original, dado que existen innumerables experiencias, la mayoría con positivos resultados. Esos resultados no se logran de manera lineal sino que deben ser coadyuvados o asistidos a través de encuentros y reuniones. De todos modos, la experiencia lograda indica que es un acierto el presupuesto participativo, a pesar de que muchos objetaron en su momento este mecanismo al sostener que era inadmisible entregar una cuestión tan técnica y delicada como el presupuesto, a un proceso de participación popular. Gualeguaychú ha demostrado que es muy saludable que la propia comunidad determine -junto a sus autoridades- sus reales necesidades y colabore en cómo se administrará un recurso que siempre es –por definición- limitado. Y es positivo porque se llega al interés general de manera participativa, determinando e identificando las reales prioridades de un vecindario, que en muchos casos implica reorientar un recurso para solucionar los problemas más sentidos por el barrio.
Los ciudadanos de Gualeguaychú han aprovechado esta oportunidad de pasar por un proceso plenamente participativo, donde deben comprender los problemas cruciales que enfrentan en su desarrollo urbano y de esa forma establecer prioridades y generar soluciones prácticas y con el tiempo revisado los éxitos y fracasos para mejorarlos al año siguiente.
Por otro lado, en el siglo XXI es oportuno que el proceso de confeccionar el trayecto del presupuesto, que antes era impenetrable, laberíntico y cerrado, se piense que debe estar abierto a la participación ciudadana y que ese proceso a su vez redunde en una mejor herramienta de transparencia. El circuito elogioso que se pretende recorrer es la consolidación de la correspondencia que tiene que tener todo presupuesto municipal con las necesidades prioritarias y la mejora de su administración.
Los vecinos –junto a los funcionarios de diferentes áreas- establecen las estimaciones futuras y deben identificar, a nivel barrial, sus prioridades, para luego compatibilizarlas y concertarlas con una mirada integral de ciudad.
Este proceso implicó todo un aprendizaje que incluyó la mirada sobre diversas cuestiones urbanas que van desde el sentido de la obra pública hasta el transporte, pasando por la atención de los servicios municipales, la educación, la cultura e incluso el espacio público para actividades de tiempo libre y/o creativo.
Así, desde hace dos años el presupuesto participativo se presenta como una iniciativa novedosa para la ciudad, aunque no es original, dado que existen innumerables experiencias, la mayoría con positivos resultados. Esos resultados no se logran de manera lineal sino que deben ser coadyuvados o asistidos a través de encuentros y reuniones. De todos modos, la experiencia lograda indica que es un acierto el presupuesto participativo, a pesar de que muchos objetaron en su momento este mecanismo al sostener que era inadmisible entregar una cuestión tan técnica y delicada como el presupuesto, a un proceso de participación popular. Gualeguaychú ha demostrado que es muy saludable que la propia comunidad determine -junto a sus autoridades- sus reales necesidades y colabore en cómo se administrará un recurso que siempre es –por definición- limitado. Y es positivo porque se llega al interés general de manera participativa, determinando e identificando las reales prioridades de un vecindario, que en muchos casos implica reorientar un recurso para solucionar los problemas más sentidos por el barrio.
Los ciudadanos de Gualeguaychú han aprovechado esta oportunidad de pasar por un proceso plenamente participativo, donde deben comprender los problemas cruciales que enfrentan en su desarrollo urbano y de esa forma establecer prioridades y generar soluciones prácticas y con el tiempo revisado los éxitos y fracasos para mejorarlos al año siguiente.
Por otro lado, en el siglo XXI es oportuno que el proceso de confeccionar el trayecto del presupuesto, que antes era impenetrable, laberíntico y cerrado, se piense que debe estar abierto a la participación ciudadana y que ese proceso a su vez redunde en una mejor herramienta de transparencia. El circuito elogioso que se pretende recorrer es la consolidación de la correspondencia que tiene que tener todo presupuesto municipal con las necesidades prioritarias y la mejora de su administración.
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