El servicio exterior argentino
Como son numerosas y calificadas las voces que no dudan en tildar de papelón el fracaso en La Haya, aunque tampoco habría que perder de vista el inesperado tropezón en el Mercosur, cabe preguntar que si no llegó el momento de un replanteo respecto a la necesidad de encarar un enèrgico operativo destinado al mejoramiento del servicio exterior argentino.
Como nada es casual en la vida de los hombres y mucho menos en la de los Estados, porque las más de las veces los fenómenos responden a una suma de causalidades, consideramos que los cambios debe llegar al Palacio San Martín, sede de nuestra diplomacia.
El estrepitoso fracaso en La Haya no es otra cosa que el resultado de la decadencia del cuerpo diplomático argentino, el que comenzó a fisurarse en el mismo instante en que la política empezó a infiltrarlo con hombres mediocres y por ende incapaces. Y aunque este mal viene de muy lejos -sería injusto responsabilizar al actual gobierno por la calidad de nuestros embajadores- correspondería que, por respeto a la investidura de los diplomáticos de carrera -que para algo estudiaron- el servicio exterior sea ejercido por auténticos profesionales y por simples oportunistas que ocupan embajadas como pago por los servicios prestados a los gobernantes de turno.
No cualquiera puede ejercer el cargo de diplomàtico. Para algo se preparan por años a los que van a representar al país en el exterior.Para algo se les enseña el abc del protocolo. Para algo se necesita de la dispensa del Poder Legislativo para desempeñarse en el servicio exterior.
Por muy hábil e inteligente que sea un ex ministro o un dirigente político nunca estará lo suficientemente apto para defender los intereses de la República en las altas cumbres del poder internacional, para lo cual se debe abrevar en las fuentes de un saber que no es posible adquirir de un día para el otro por el solo hecho de ser amigo del gobierno de turno.
Recordemos que un Saavedra Lamas, y muchos otros grandes como él, no pertenecieron a la legión de los improvisados sino que se quemaron las pestañas estudiando para ser mejores y representar con auténtica dignidad no exenta de sabiduría a su patria, la Argentina.
Por respeto a la memoria de nuestros más prestigiosos diplomáticos, corresponde que hoy el país se proponga la inmediata rehabilitación de aquellos diplomáticos que siendo de carreras fueron enviados a sus casas para poner en su lugar a quienes no son ni chicha ni limonada.
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