Fiestas de las colectividades
Gualeguaychú supo tener como un tributo a la memoria de su fundación y desarrollo, la fiesta de las colectividades.
Se trataba de tener un espacio para compartir y generar un real encuentro de culturas. Sin embargo, a pesar de la nobleza de sus objetivo hace años que esta fiesta ya no se realiza, generando un vacío, que es necesario llenar con el recupero de este espacio que es simultáneamente un homenaje a los abuelos y un legado a los hijos.
La presencia de los pueblos originarios que habitaron estas tierras, el aporte de las corrientes inmigratorias de españoles, italianos, alemanes del Volga, sirios libaneses, entre otras colectividades y culturas, bien merecen tener un espacio para compartir las raíces y las alas que enmarcan toda posibilidad de crecimiento que siempre tendrá Gualeguaychú.
No recuperar esta fiesta es una ingratitud hacia quienes estuvieron antes y un desatino para los que van a venir.
Se trata de una fiesta donde cada colectividad pone de manifiesto y comparte su acervo cultural que es parte distintiva de sus tradiciones, sus costumbres e incluso sus hábitos de vida cotidiana. Exposiciones, talleres y charlas informativas pueden completar estos espacios que jamás se debió haber perdido.
Degustar las comidas y bebidas típicas de cada región del planeta, deslumbrarse con los bailes, cantos y música de cada cultura, desarrollar diferentes manifestaciones artísticas donde prevalece la diversidad, es una riqueza que ningún pueblo debe renunciar, sino todo lo contrario, debería estar obligado a enriquecer.
Gualeguaychú hace años que viene planteando instancias para superar la estacionalidad de la temporada turística. No es descabellado imaginar a esta Fiesta ya no sólo como un atractivo cultural, artístico, turístico, sino incluso como un espacio de amplias posibilidades para acceder a otros beneficios como el trabajo mancomunado que siempre caracteriza a las colectividades.
Nadie dudará la importancia de conocer, valorar y respetar a las diferentes culturas. Del mismo modo, nadie dudará que ese espacio sea formidable para enriquecer la cultura de la tolerancia y con ella generar instancias para acrecentar los compromisos ciudadanos en términos colectivos.
El potencial de recuperar una fiesta como la de las colectividades hasta puede evolucionar hacia espacios plurinacionales como plazas y paseos públicos, donde todos los que conforman la sociedad se puedan encontrar representados. Un símbolo de lo que también es capaz Gualeguaychú: cobijar bajo su cielo a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, tal como reza y manda el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Se trata de una tarea enorme. Los clubes y colectividades no lo podrán realizar por sí mismo, tampoco el Estado aislado lo podrá desarrollar de manera cabal. Pero ahí está su gran valor, porque implica articular una estrategia virtuosa entre lo privado y lo público, justamente para que el acervo cultural sea el faro que guíen a la conquista del mañana.
La presencia de los pueblos originarios que habitaron estas tierras, el aporte de las corrientes inmigratorias de españoles, italianos, alemanes del Volga, sirios libaneses, entre otras colectividades y culturas, bien merecen tener un espacio para compartir las raíces y las alas que enmarcan toda posibilidad de crecimiento que siempre tendrá Gualeguaychú.
No recuperar esta fiesta es una ingratitud hacia quienes estuvieron antes y un desatino para los que van a venir.
Se trata de una fiesta donde cada colectividad pone de manifiesto y comparte su acervo cultural que es parte distintiva de sus tradiciones, sus costumbres e incluso sus hábitos de vida cotidiana. Exposiciones, talleres y charlas informativas pueden completar estos espacios que jamás se debió haber perdido.
Degustar las comidas y bebidas típicas de cada región del planeta, deslumbrarse con los bailes, cantos y música de cada cultura, desarrollar diferentes manifestaciones artísticas donde prevalece la diversidad, es una riqueza que ningún pueblo debe renunciar, sino todo lo contrario, debería estar obligado a enriquecer.
Gualeguaychú hace años que viene planteando instancias para superar la estacionalidad de la temporada turística. No es descabellado imaginar a esta Fiesta ya no sólo como un atractivo cultural, artístico, turístico, sino incluso como un espacio de amplias posibilidades para acceder a otros beneficios como el trabajo mancomunado que siempre caracteriza a las colectividades.
Nadie dudará la importancia de conocer, valorar y respetar a las diferentes culturas. Del mismo modo, nadie dudará que ese espacio sea formidable para enriquecer la cultura de la tolerancia y con ella generar instancias para acrecentar los compromisos ciudadanos en términos colectivos.
El potencial de recuperar una fiesta como la de las colectividades hasta puede evolucionar hacia espacios plurinacionales como plazas y paseos públicos, donde todos los que conforman la sociedad se puedan encontrar representados. Un símbolo de lo que también es capaz Gualeguaychú: cobijar bajo su cielo a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, tal como reza y manda el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Se trata de una tarea enorme. Los clubes y colectividades no lo podrán realizar por sí mismo, tampoco el Estado aislado lo podrá desarrollar de manera cabal. Pero ahí está su gran valor, porque implica articular una estrategia virtuosa entre lo privado y lo público, justamente para que el acervo cultural sea el faro que guíen a la conquista del mañana.
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