Grave situación de los tambos
El congelamiento de los precios por parte de las industrias lácteas en contra de los tamberos está llevando a una situación de asfixia a los productores.
Ante la falta de solución, los productores lecheros decidieron comenzar con una serie de gestiones, pero por el momento no encuentran por parte del gobierno ni tampoco de las usinas lácteas un interlocutor responsable y creíble.
Los tamberos reclaman una suba del precio que cobran por litro de leche. No se trata de un reclamo mezquino de un sector, sino porque los costos en dólares de producción crecieron en los últimos 24 meses a más del cincuenta por ciento, mientras que el precio que reciben por litro de leche aumentó apenas el dos por ciento en el mismo período para la leche puesta en tranquera.
Mientras el litro de leche en la tranquera se paga a un precio irrisorio, en las góndolas el litro de leche se está convirtiendo casi en un artículo de lujo. Con este sistema, con esta matriz, los únicos perjudicados son los productores y especialmente los consumidores finales, es decir, la mesa familiar.
Hay que tener en cuenta que el promedio de leche que se producía en el país era de diez millones de litros anuales, pero los tamberos la elevaron en los últimos tres años a casi quince millones de litros anuales. Sin embargo, el precio para ellos es cada vez más bajo y para el consumidor cada vez más alto.
Los tambos en el país de la vaca están trabajando a pérdida. Y no es casual que muchas unidades productivas tengan que cerrar sus tranqueras para siempre.
Se insiste, la solución no pasa por otro concepto que encontrar una distribución más justa del precio entre los diversos eslabones de la cadena láctea.
Es indudable que falta una política a favor de los pequeños y medianos productores o en todo caso lo que prevalece es el beneficio para los grandes grupos y que encima alienta la concentración y el monopolio en detrimento del chacarero. Eso no tiene nada que ver con la distribución de la riqueza, sino en todo caso con su concentración.
Nadie puede permanecer indiferente ante este conflicto y mucho menos permitir que la asfixia continúe, porque eso será un problema que costará décadas poder superarlo.
La leche es un alimento clave en la dieta de todos los argentinos. Y es evidente que algo raro pasa en la cadena de comercialización de estos productos, porque no se entiende cómo el que produce gana poco y nada y debe trabajar a pérdidas, mientras la diferencia en la góndola aprieta a la ya sufrida canasta familiar.
Por eso es urgente habilitar un espacio de diálogo productivo, que permita corregir estas asimetrías y que a su vez genere condiciones de trabajo que impida que más tambos deban cerrar sus puertas.
Los tamberos reclaman una suba del precio que cobran por litro de leche. No se trata de un reclamo mezquino de un sector, sino porque los costos en dólares de producción crecieron en los últimos 24 meses a más del cincuenta por ciento, mientras que el precio que reciben por litro de leche aumentó apenas el dos por ciento en el mismo período para la leche puesta en tranquera.
Mientras el litro de leche en la tranquera se paga a un precio irrisorio, en las góndolas el litro de leche se está convirtiendo casi en un artículo de lujo. Con este sistema, con esta matriz, los únicos perjudicados son los productores y especialmente los consumidores finales, es decir, la mesa familiar.
Hay que tener en cuenta que el promedio de leche que se producía en el país era de diez millones de litros anuales, pero los tamberos la elevaron en los últimos tres años a casi quince millones de litros anuales. Sin embargo, el precio para ellos es cada vez más bajo y para el consumidor cada vez más alto.
Los tambos en el país de la vaca están trabajando a pérdida. Y no es casual que muchas unidades productivas tengan que cerrar sus tranqueras para siempre.
Se insiste, la solución no pasa por otro concepto que encontrar una distribución más justa del precio entre los diversos eslabones de la cadena láctea.
Es indudable que falta una política a favor de los pequeños y medianos productores o en todo caso lo que prevalece es el beneficio para los grandes grupos y que encima alienta la concentración y el monopolio en detrimento del chacarero. Eso no tiene nada que ver con la distribución de la riqueza, sino en todo caso con su concentración.
Nadie puede permanecer indiferente ante este conflicto y mucho menos permitir que la asfixia continúe, porque eso será un problema que costará décadas poder superarlo.
La leche es un alimento clave en la dieta de todos los argentinos. Y es evidente que algo raro pasa en la cadena de comercialización de estos productos, porque no se entiende cómo el que produce gana poco y nada y debe trabajar a pérdidas, mientras la diferencia en la góndola aprieta a la ya sufrida canasta familiar.
Por eso es urgente habilitar un espacio de diálogo productivo, que permita corregir estas asimetrías y que a su vez genere condiciones de trabajo que impida que más tambos deban cerrar sus puertas.
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