Insólito fallo judicial
Aunque no caeremos en la ingenuidad general del concepto, se convendrá con nosotros que hay veces que ciertos fallos de la Justicia nos desconciertan y nos hacen dudar con respecto a si estamos en falsa escuadra o mal parados.
En aquel sentido ha sorprendido sobremanera, a decir verdad nos pone al borde del estupor, lo dictaminado por la Cámara en lo Penal y Contravencional de la ciudad autónoma de Buenos Aires, que ha confirmado la absolución del dirigente piquetero Luis D’Elía por haber cortado el tránsito porteño durante cuatro horas.
Para que se tenga una idea del tenor del fallo, baste señalar que los camaristas consideraron que la acción del piquetero oficialista “es comparable con levantamientos de la época de la Revolución de Mayo e incluso al 17 de octubre de l945”.
Lo que más da que hablar ha sido la fundamentación del camarista José Sáez Capel, que, como bien lo dice un colega, “enfundado en los aires patrióticos del Bicentenario ha sostenido que “el acto liderado por D’Elía, en el que éste le reclamó al Gobierno más lugares para su agrupación en las listas del oficialismo en las elecciones legislativas del 28 de junio de 2009, fue un ejercicio constitucional de innegable trascendencia republicana”.
No menos desopilante es que el mismo camarista haya argumentado que “pensar lo contrario hubiera sido como que al Cabildo de Buenos Aires le hubiera tenido que notificar al abogado Campana -un ignoto de nuestra historia- cuando el 5 de abril de 1811, acaudillando una riada de gauchos, indios, multados y orilleros provenientes de la campaña y de los entonces suburbios plebeyos de la Ciudad, se presentó en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) en apoyo del coronel Cornelio Saavedra y los suyos.
Esa fue la primera real manifestación política de nuestra historia patria, manifestación, pueblada o como se la quiera llamar, que 134 años después tendría su expresión popular el 17 de octubre de 1945”, subraya el camarista en su insólita argumentación para sostener el corte de calle de Luis D’Elia.
Naturalmente, cuando el ciudadano común se cerciora de fallos así es lógico que experimente la clara sensación de que la Justicia, en muchos casos, hace agua por los cuatro costados y que el mentado Estado de Derecho es una burla grotesca al servicio de algunos antisociales.
El caso D’Elia lo confirma de manera irrefutable.
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