Jerarquizar el recurso agua
Gracias a los estudios realizados por el experto José Nágera (vecino de Gualeguaychú y que fue el primer geólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires en 1915, falleció en 1966), se sabe que la provincia está atravesada por más de siete mil ríos, riachos y arroyos cuyas aguas superficiales no dependen del milagro de la lluvia.
Sin embargo, Entre Ríos es noticia muchas veces porque padece el problema de la sequía de sus tierras, especialmente en el sur provincial. A veces los titulares subrayan el flagelo de las inundaciones y las crecientes. Otras, especialmente en el verano, porque el agua escasea en las ciudades.
En materia turística el agua también es tierra de nadie. ¿Alguien informó con precisión que ocurre con las termas de Villa Elisa, cuya descarga de agua salada se vuelca al río Gualeguaychú y luego llega a la ciudad? ¿Las iniciativas que proliferan como hongos vinculadas con los barrios a la vera de los ríos, garantiza el acceso pleno a todos los ciudadanos o se apropian de un paisaje colectivo para fines privados?
El agua es el primer alimento del hombre. En ese marco se la considera un bien no renovable, finito, escaso, a veces demasiado oneroso. Sin embargo, en Entre Ríos el agua es tierra de nadie, si se mira lo que se está haciendo con el “oro azul” en materia termal, playas, industrias, producción, saneamiento y un largo etcétera.
En el campo, la falta de agua provoca la muerte de animales, amén de los riesgos que atraviesan los sembrados. Pero también hay que señalar que ese mismo sector agropecuario se opuso en su momento a la creación de Sitios Ramsar como ocurrió en el Departamento Colón y que es una excelente medida para preservar y producir mejor.
A pesar de que se cuenta con una ley de cuencas, llama la atención que Gualeguaychú (que es la última ciudad aguas abajo del río que le da nombre) todavía no ha utilizado esta herramienta para armonizar con otras localidades un manejo más sustentable.
Pronunciar Entre Ríos es saber que desde el nombre ya se denota una intensa como fuerte presencia de cauces hídricos que han demarcado la geografía y son un factor clave e influyente para determinar su economía, pero también la identidad y la cultura de los pueblos.
Los dos ríos más importantes, el Paraná y el Uruguay, cobijan en sus márgenes a las localidades más grandes del territorio, pero además son dueños de subsistemas hídricos y pendientes. Imperturbable, la falta de agua se hace señora de la muerte y afecta al hombre, a los animales y a los cultivos. Mientras tanto, siete mil cursos de agua bajan constantemente en busca del mar sin poder ser aprovechados en todo su potencial.
La solución se impone: una ley de agua, que permita no sólo consolidar lo que se empezó en el norte entrerriano con el riego colectivo, sino aprovechar integralmente mejor el “oro azul” que tanto merecen los entrerrianos que hacen de esta tierra “el mejor verde” del país.
En materia turística el agua también es tierra de nadie. ¿Alguien informó con precisión que ocurre con las termas de Villa Elisa, cuya descarga de agua salada se vuelca al río Gualeguaychú y luego llega a la ciudad? ¿Las iniciativas que proliferan como hongos vinculadas con los barrios a la vera de los ríos, garantiza el acceso pleno a todos los ciudadanos o se apropian de un paisaje colectivo para fines privados?
El agua es el primer alimento del hombre. En ese marco se la considera un bien no renovable, finito, escaso, a veces demasiado oneroso. Sin embargo, en Entre Ríos el agua es tierra de nadie, si se mira lo que se está haciendo con el “oro azul” en materia termal, playas, industrias, producción, saneamiento y un largo etcétera.
En el campo, la falta de agua provoca la muerte de animales, amén de los riesgos que atraviesan los sembrados. Pero también hay que señalar que ese mismo sector agropecuario se opuso en su momento a la creación de Sitios Ramsar como ocurrió en el Departamento Colón y que es una excelente medida para preservar y producir mejor.
A pesar de que se cuenta con una ley de cuencas, llama la atención que Gualeguaychú (que es la última ciudad aguas abajo del río que le da nombre) todavía no ha utilizado esta herramienta para armonizar con otras localidades un manejo más sustentable.
Pronunciar Entre Ríos es saber que desde el nombre ya se denota una intensa como fuerte presencia de cauces hídricos que han demarcado la geografía y son un factor clave e influyente para determinar su economía, pero también la identidad y la cultura de los pueblos.
Los dos ríos más importantes, el Paraná y el Uruguay, cobijan en sus márgenes a las localidades más grandes del territorio, pero además son dueños de subsistemas hídricos y pendientes. Imperturbable, la falta de agua se hace señora de la muerte y afecta al hombre, a los animales y a los cultivos. Mientras tanto, siete mil cursos de agua bajan constantemente en busca del mar sin poder ser aprovechados en todo su potencial.
La solución se impone: una ley de agua, que permita no sólo consolidar lo que se empezó en el norte entrerriano con el riego colectivo, sino aprovechar integralmente mejor el “oro azul” que tanto merecen los entrerrianos que hacen de esta tierra “el mejor verde” del país.
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