Juventud y esperanza
Hay una expresión de neto cuño popular que sintetiza una realidad humana con un neto contenido social como es el andar por la vida “como bola sin manija”. Algunos lo tildarán de chabacana pero suele ser la frase que mejor expresa la situación de aquellos que, por determinados motivos han perdido la brújula de sus existencias y que es los empuja a andar sin rumbo, sin norte, “por esos caminos de Dios”, que es otra expresión acuñada en la sabiduría popular.
Ya no hemos ocupado del tema y sin temor a ser redundantes vamos a insistir en la necesidad de rescatar aquellos valores que siempre fueron los cimientos sobre los que se edificó la vida de nuestra juventud, hoy a merced de un cúmulo de vicios y contrariedades que suelen desviarla de la buena senda.
El fenómeno que más afecta a nuestros jóvenes es la liviana educación que reciben y a la falta de oportunidades para acceder a ella. En este sentido, el atroz crecimiento de la pobreza ha arrastrado a muchos adolescentes a la marginalidad, donde crecen y se multiplican todos los vicios cuyo listados encabezan las drogas.
Aquellas familias que adolecen de lo más elemental para que los hijos crezcan sanos y bien alimentados en conocimientos acaban arruinadas, moralmente vacías de valores, donde se enquistas todos los flagelos del mundo, siendo la violencia social su más grave síntoma.
El panorama no puede ser más triste y sombrío, mucho más cuando se comprueba que nuestra juventud está privada de crecer en la esperanza, aquella que le abre un abanico de sueños para fortalecer al hombre y a la mujer en ciernes. Trazando un símil con la naturaleza, asi como una planta privada de sol está impedida de concretar el fenómeno de la fotosíntesis, del mismo modo el hombre sin acceso a la esperanza difícilmente pueda realizarse como tal.
Con ello queremos significar que mientras no formemos jóvenes alegres, espiritualmente fuertes, esperanzados, lo único que habremos conseguido es un futuro con hombres ahitos de frustraciones. Por eso, la imperiosa necesidad de promover una auténtica revolución educativa que permita a los jóvenes cultivar su inteligencia para provecho propio y para construir una sociedad más justa, donde la felicidad deje de ser una utopía…
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