La desconfianza
La educación es parte fundamental del desarrollo de la capacidad personal y tiene una directa influencia en la capacidad de desarrollo de una comunidad. No es casual que se sostenga que sin educación no hay desarrollo.
Por eso se sostiene que la base del desarrollo de un país está basada en el nivel de educación (no es lo mismo el nivel de instrucción) que logran sus habitantes y especialmente en el desarrollo de sus localidades.
Ninguna comunidad se desarrolla si espera que esa propuesta venga únicamente de más allá de sus fronteras. Los procesos son internos y es en esa capacidad donde el aporte de afuera se torna positivo para el desarrollo.
En este marco se sostiene que para lograr el desarrollo es indispensable generar redes de confianza. Sin confianza no hay capacidad de construcción.
Dicho esto se comprenderá mejor que falta mucho para consolidar la confianza recíproca tanto en Gualeguaychú, en la provincia como en el país, especialmente en materia política. La gran desconfianza que existe entre los distintos partidos políticos e incluso en las líneas internas de un mismo partido, hoy se presentan como un gran obstáculo para el desarrollo integral y armónico.
En este aspecto, está mucho más desarrollada la confianza del llamado tercer sector.
El Estado es el primer sector, el mundo de la empresa es el segundo. El tercer sector es el que integran las organizaciones no gubernamentales que pueden interactuar con aquellos dos como las asociaciones civiles, las fundaciones, mutuales, cooperativas, y demás entidades de bien público.
Este aspecto es muy curioso, porque es justamente la política es la que debería en estos momentos ser un referente en la construcción de la confianza democrática que implica un desarrollo integral de una sociedad y no asume ese rol.
Un debate político que es en el mejor de los casos superficial, rodeado de agresiones, sin aportes de ideas innovadoras, es lo que prevalece en el discurso de los distintos precandidatos a algún cargo. Pareciera que todo lo que propone el oficialismo es nocivo y que las correcciones que hace la oposición son inaplicables. Ni una cosa ni la otra. Cuando se transita en este paradigma de blanco o negro, se transita por la mediocridad, porque nadie aprende de nadie y eso es un error grave.
En el fondo es un tema de educación democrática. Tal vez los propios partidos políticos deberían ubicarse en un plano que les permita aprender de sus propias sociedades.
Este siglo se ha presentado como una época de grandes desafíos, justamente para que a esta altura de la civilización sea posible vivir en una sociedad mejor. Esto no se mide por un grado de avance tecnológico, sino de adhesión a valores como la convivencia sana, el respeto mutuo, la práctica de la solidaridad y la reciprocidad, la actitud de cooperar, entre otras. Para ello es indispensable vivir en pluralidad, comprender la diversidad, reconocer que se puede y se debe pensar distinto, justamente para abordar una síntesis como sociedad.
En esta materia, por el momento los dirigentes siguen sin levantar el aplazo en materia de educación democrática.
Ninguna comunidad se desarrolla si espera que esa propuesta venga únicamente de más allá de sus fronteras. Los procesos son internos y es en esa capacidad donde el aporte de afuera se torna positivo para el desarrollo.
En este marco se sostiene que para lograr el desarrollo es indispensable generar redes de confianza. Sin confianza no hay capacidad de construcción.
Dicho esto se comprenderá mejor que falta mucho para consolidar la confianza recíproca tanto en Gualeguaychú, en la provincia como en el país, especialmente en materia política. La gran desconfianza que existe entre los distintos partidos políticos e incluso en las líneas internas de un mismo partido, hoy se presentan como un gran obstáculo para el desarrollo integral y armónico.
En este aspecto, está mucho más desarrollada la confianza del llamado tercer sector.
El Estado es el primer sector, el mundo de la empresa es el segundo. El tercer sector es el que integran las organizaciones no gubernamentales que pueden interactuar con aquellos dos como las asociaciones civiles, las fundaciones, mutuales, cooperativas, y demás entidades de bien público.
Este aspecto es muy curioso, porque es justamente la política es la que debería en estos momentos ser un referente en la construcción de la confianza democrática que implica un desarrollo integral de una sociedad y no asume ese rol.
Un debate político que es en el mejor de los casos superficial, rodeado de agresiones, sin aportes de ideas innovadoras, es lo que prevalece en el discurso de los distintos precandidatos a algún cargo. Pareciera que todo lo que propone el oficialismo es nocivo y que las correcciones que hace la oposición son inaplicables. Ni una cosa ni la otra. Cuando se transita en este paradigma de blanco o negro, se transita por la mediocridad, porque nadie aprende de nadie y eso es un error grave.
En el fondo es un tema de educación democrática. Tal vez los propios partidos políticos deberían ubicarse en un plano que les permita aprender de sus propias sociedades.
Este siglo se ha presentado como una época de grandes desafíos, justamente para que a esta altura de la civilización sea posible vivir en una sociedad mejor. Esto no se mide por un grado de avance tecnológico, sino de adhesión a valores como la convivencia sana, el respeto mutuo, la práctica de la solidaridad y la reciprocidad, la actitud de cooperar, entre otras. Para ello es indispensable vivir en pluralidad, comprender la diversidad, reconocer que se puede y se debe pensar distinto, justamente para abordar una síntesis como sociedad.
En esta materia, por el momento los dirigentes siguen sin levantar el aplazo en materia de educación democrática.
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