Los hijos del viento
Decíamos ayer estar ingratamente sorprendidos por la violencia que se ha desatado en el país y amenaza con llevarnos al caos.
Hora después, aquel temor, para nada infundado, quedaba confirmado con la determinación del ministerio del Interior, por expresa orden de la Presidente, denunciar penalmente al piquetero C. Alderete, líder de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), que amenazó que en la semana que hoy se inicia podría disponerse la toma de numerosas dependencias públicas, entre ellas la del ministerio de Desarrollo Social que preside Alicia Kirchner.
Se adoptaría tan drástica decisión para el caso que el Gobierno sea reticente es responder a las exigencias más puntuales de las organizaciones piqueteras, entre ellas el aumento de los planes trabajar. Por eso y da la gravedad de la amenaza el Dr. Randazzo decidió acusar a Alderete de pretender alterar la paz social argentina.
Aquellos vientos…estas tempestades. Es que los Alderete, los Pérsico, los D Elía son, en el fondo, la misma cosa, producto del mismo cascarón ideológico. Son los hijos del viento que un día empezaron a soplar Cristina Fernández y Néstor Kirchner, quienes hoy se encuentran a merced de una tempestad que saben perfectamente como empieza pero nunca como termina.
Naturalmente, son fenómenos que debieron ser previstos antes no cuando el agua les está llegando al cuello. Ya es inútil invocar a Santa Bárbara con una tormenta eléctrica que se desparrama por todas las cosas.
Si las cosas se hicieran como corresponde, nadie hoy estaría ocupándose de la amenaza de Alderete. Y otro ejemplo más: en una medida desesperada con tentaciones clientelistas, se ha puesto en marcha la asignación universal por hijo, contemplándose en primer lugar la situación de aquellos aquellos millones de argentinos no registrados o que trabajan en negro, lo que pone en clara evidencia la ineptitud de los gobernantes que se hubieran evitado el pago de los l80 pesos por hijo mediante el simple recurso de exigir a las empresas a blanquear a sus trabajadores para que accedan al régimen legal de las asignaciones familiares. Bastaría con hacer cumplir la ley a rajatablas. Pero como el Estado es el primero en predicar con el mal ejemplo al pagar en negro a los empleados públicos –maestros, por ejemplo-, acude a lo más práctico pero también acepta lo ilegal como algo común y corriente al tolerar que haya empresarios que se escapan por la tangente para burlar las leyes laborales.
Entonces se ha optado por esquilmar los ahorros de los jubilados –desnudar un santo para tapar a otro- en lugar de hacer cumplir lo que está legislado.
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