No olvidarse de las economías regionales
Es fácil comprender que Argentina es un solo país, aunque los medios de comunicación nacionales insisten en hablar del “interior del país” como si ellos vivieran en el “exterior”.
De todos modos, es evidente que el mal llamado “interior argentino” es aquel que excede los límites de la Avenida General Paz de Capital Federal. Aparece generalmente en los medios de comunicación nacionales cuando alguna rebelión social altera una pretendida tranquilidad. Es obvio que el mal llamado “interior argentino” merece otra atención.
Si a este esquema se le suma que en varias provincias persisten verdaderas satrapías, gobiernos y poderes que forman parte casi de una herencia familiar como si la política fuera una casta, entonces se podrá comprender mejor por qué Argentina es un inmenso y rico territorio progresivamente abandonado a su suerte, al expolio de algunas grandes empresas y a la pobreza generalizada.
Los problemas en el mal llamado “interior argentino” son recurrentes, independientemente de la región que se trate. Todas las provincias vienen arrastrando, con distinto tiempo histórico, procesos de tipo estructural como los problemas de la tenencia de la tierra, el avance de la extranjerización de su territorio, como así también la inexistencia de crédito accesible a los pequeños productores y la débil defensa de los precios de los productos agropecuarios, entre otros, amén de una asimetría absoluta a la hora de gozar de los recursos naturales.
Urge revertir este proceso de destrucción sistemática de la trama social de las economías regionales. Para ello se requiere de una decidida acción y presencia del Estado, en todos sus niveles, que modifique el actual abstencionismo ante el drama económico social que golpea de manera letal a través del hambre y la desocupación.
Se requiere de una estrategia virtuosa entre el sector público y privado para atacar a las causas estructurales del atraso, el desempleo y la pobreza. Esto no admite demoras. Es más, su financiamiento debe asumirse como una deuda interna de inmediato pago.
La lógica del monocultivo de exóticas, propia de los países más vulnerables del mundo, se ha ido introduciendo paulatinamente por los poros de un modelo agroalimentario cada vez más dependiente de los paquetes tecnológicos de las multinacionales. Esto también urge modificar.
Se necesita retornar a la agricultura con agricultores. Fortalecer a las economías regionales es el camino correcto. Urge un programa integral en la materia. Lamentablemente nadie lo está formulando y las consecuencias están a la vista: cada vez es más difícil acceder a los alimentos, se reduce de manera drástica la diversidad productiva y se separa a los productores de los consumidores.
Si a este esquema se le suma que en varias provincias persisten verdaderas satrapías, gobiernos y poderes que forman parte casi de una herencia familiar como si la política fuera una casta, entonces se podrá comprender mejor por qué Argentina es un inmenso y rico territorio progresivamente abandonado a su suerte, al expolio de algunas grandes empresas y a la pobreza generalizada.
Los problemas en el mal llamado “interior argentino” son recurrentes, independientemente de la región que se trate. Todas las provincias vienen arrastrando, con distinto tiempo histórico, procesos de tipo estructural como los problemas de la tenencia de la tierra, el avance de la extranjerización de su territorio, como así también la inexistencia de crédito accesible a los pequeños productores y la débil defensa de los precios de los productos agropecuarios, entre otros, amén de una asimetría absoluta a la hora de gozar de los recursos naturales.
Urge revertir este proceso de destrucción sistemática de la trama social de las economías regionales. Para ello se requiere de una decidida acción y presencia del Estado, en todos sus niveles, que modifique el actual abstencionismo ante el drama económico social que golpea de manera letal a través del hambre y la desocupación.
Se requiere de una estrategia virtuosa entre el sector público y privado para atacar a las causas estructurales del atraso, el desempleo y la pobreza. Esto no admite demoras. Es más, su financiamiento debe asumirse como una deuda interna de inmediato pago.
La lógica del monocultivo de exóticas, propia de los países más vulnerables del mundo, se ha ido introduciendo paulatinamente por los poros de un modelo agroalimentario cada vez más dependiente de los paquetes tecnológicos de las multinacionales. Esto también urge modificar.
Se necesita retornar a la agricultura con agricultores. Fortalecer a las economías regionales es el camino correcto. Urge un programa integral en la materia. Lamentablemente nadie lo está formulando y las consecuencias están a la vista: cada vez es más difícil acceder a los alimentos, se reduce de manera drástica la diversidad productiva y se separa a los productores de los consumidores.
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