Podría parecerse a un genocidio
Aunque el significado semántico de genocidio no coincide con el que le adjudica la Real Academia de la Lengua, aceptémoslo como incorporado al lenguaje ordinario de la sociedad sin que ello implique no aceptar la opinión de los padres de nuestra lengua.
Hecha una aclaración que suponemos sustantiva, al menos para nuestro modo de pensar y de sentir, vayamos al tema que hoy nos convoca, como es la presunta adulteración de medicamentos en la obra social bancaria, aunque la última palabra la tendrá la Justicia.
Prima facie, sin embargo, y atentos a los primeros dichos del juez Oyarbide, daría la impresión de estar en presencia de un preocupante “genocidio social”. Es que a no otra conclusión se arriba ante informes que atestiguarían que enfermos oncológicos o de HIV habrían sido medicados con específicos inocuos que pueden ser testificados en la categoría virtual de placebos.
Ante un cúmulo de sospechas de que muchos pacientes habrían perdido la vida por no haber sido asistidos con los medicamentos adecuados, ya son varias las denuncias de familiares de personas fallecidas para que los jueces orden las investigaciones que son de rigor.
No hay duda que estamos delante de una verdadera tragedia si es que llega a comprobarse que, efectivamente, han habido medicamentos adulterados, llamando la atención en tal sentido la afirmación del secretario general del gremio bancario, Dr. Juan José Zanola, desestimando la gravedad del hecho “porque tenemos conocimiento que sólo un producto de Roche está bajo sospecha”. Por lo visto, una sola muestra no es suficiente para escandalizar, según la perspectiva del sindicalista.
Para nosotros una o dos falsificaciones es lo mismo, porque lo normal, lo lógico, es que no hubiera ninguna, pero se sabe que en poder de la Justicia hay un muy largo listado de medicamentos que no debieran haberse distribuido entre los afiliados bancarios.
La sola certeza de estar en presencia de maniobras mafiosas justifica que la sociedad comience a pensar que se está en presencia, reiteramos, de un virtual genocidio social y que, por lo tanto, nadie puede ni debe hacerse el distraído porque lo que estaría en juego es la vida de muchas personas que, de buena fe, se dejaron administrar un veneno etiquetado.
Aunque existe el prurito que, atento al poder que tiene el sindicalismo, perpetrado en la vida de los sindicatos por tiempo indefinido, todo acabará soterrado en la impunidad que siempre otorgan los “amigos del poder”, es de confiar que en esta oportunidad la Justicia no vende los ojos ni se tape los oídos para investigar hasta las últimas consecuencias a la mafia que ha estado lucrando con los medicamentos truchos.
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