Raquítica campaña electoral
La falta de trabajo es un flagelo que siempre golpea duro a las personas, a las familias y a la sociedad en su conjunto. Pero la falta de trabajo en los jóvenes es doblemente dura, porque el no poder avizorar una seguridad se postergan muchos proyectos personales como el de formar una familia e incluso colaborar con la propia.
Llama mucho la atención que este flagelo que se vive en todas las provincias no haya tenido demasiado eco en la campaña electoral con miras al 27 de octubre.
Los candidatos a legisladores nacionales no han elaborado siquiera un proyecto en esa materia, a pesar de alguna que otra declaración periodística o una intención que apenas queda esbozada pero sin profundizar el cómo ni el cuándo.
De hecho, casi no se ha podido conocer ninguna propuesta integral o en concreto, independientemente de su campo o materia. Solamente tibias declaraciones para la ocasión, para ganar un espacio en un medio de comunicación… pero no mucho más.
Extraña forma la de hacer política en este siglo XXI, donde justamente quienes deberían presentar propuestas… las terminan escondiendo o silenciando; como si un apellido fuera suficiente para convocar a la adhesión de los ciudadanos, por más impecable trayectoria que se tenga.
En materia de seguridad ocurre otro tanto, donde también se repiten las declaraciones vacías de contenido, sin explicar de qué manera se podría colaborar en esta materia que también es común a todos los argentinos y no es privativa de ningún distrito electoral en particular.
La lista, como ya se indicó, es enorme porque directamente no se conocen propuestas.
Y esto es grave porque se trata de lograr una banca en un lugar –como el Congreso de la Nación- que es naturalmente una caja de resonancia republicaba impar y donde a través de las leyes se cambia la vida de todos los argentinos. Además, si hay un lugar de excelencia donde volcar las mejores ideas para construir un mejor país, qué mejor que el Parlamento argentino. Pero no, los candidatos –casi sin excepción- apenas esbozan títulos temáticos, sin profundizar nada, aunque prometen todo.
Pareciera que todo debe reducirse a un sentimiento binario, blanco o negro, para tomar una decisión tan trascendente como la de elegir a los representantes del pueblo.
Ni siquiera los que poseen una extracción política específica, provengan del mundo empresario, gremial, del campo, educativo, ambiental, de seguridad, social… han formulado algo en concreto e integral.
¿Será por eso que esta campaña carece de un debate abierto, profundo, serio, responsable? Seguramente, porque pareciera que no hay nada que debatir, excepto nombres y apellidos.
Faltan pocos días para el acto electoral y lamentablemente no se percibe un cambio de rumbo que permita conocer mejor a quién votar. Quedan los amores y los odios… pero no mucho más y eso –ya se sabe- es insuficiente para que la decisión se tome de manera positiva y en cambio alienta siempre a elegir “al menos malo” de acuerdo a las preferencias de cada elector.
Tampoco hay que asombrarse, porque en esos recintos no siempre se dan debates profundos; otra elemento que hay que lamentar.
Los candidatos a legisladores nacionales no han elaborado siquiera un proyecto en esa materia, a pesar de alguna que otra declaración periodística o una intención que apenas queda esbozada pero sin profundizar el cómo ni el cuándo.
De hecho, casi no se ha podido conocer ninguna propuesta integral o en concreto, independientemente de su campo o materia. Solamente tibias declaraciones para la ocasión, para ganar un espacio en un medio de comunicación… pero no mucho más.
Extraña forma la de hacer política en este siglo XXI, donde justamente quienes deberían presentar propuestas… las terminan escondiendo o silenciando; como si un apellido fuera suficiente para convocar a la adhesión de los ciudadanos, por más impecable trayectoria que se tenga.
En materia de seguridad ocurre otro tanto, donde también se repiten las declaraciones vacías de contenido, sin explicar de qué manera se podría colaborar en esta materia que también es común a todos los argentinos y no es privativa de ningún distrito electoral en particular.
La lista, como ya se indicó, es enorme porque directamente no se conocen propuestas.
Y esto es grave porque se trata de lograr una banca en un lugar –como el Congreso de la Nación- que es naturalmente una caja de resonancia republicaba impar y donde a través de las leyes se cambia la vida de todos los argentinos. Además, si hay un lugar de excelencia donde volcar las mejores ideas para construir un mejor país, qué mejor que el Parlamento argentino. Pero no, los candidatos –casi sin excepción- apenas esbozan títulos temáticos, sin profundizar nada, aunque prometen todo.
Pareciera que todo debe reducirse a un sentimiento binario, blanco o negro, para tomar una decisión tan trascendente como la de elegir a los representantes del pueblo.
Ni siquiera los que poseen una extracción política específica, provengan del mundo empresario, gremial, del campo, educativo, ambiental, de seguridad, social… han formulado algo en concreto e integral.
¿Será por eso que esta campaña carece de un debate abierto, profundo, serio, responsable? Seguramente, porque pareciera que no hay nada que debatir, excepto nombres y apellidos.
Faltan pocos días para el acto electoral y lamentablemente no se percibe un cambio de rumbo que permita conocer mejor a quién votar. Quedan los amores y los odios… pero no mucho más y eso –ya se sabe- es insuficiente para que la decisión se tome de manera positiva y en cambio alienta siempre a elegir “al menos malo” de acuerdo a las preferencias de cada elector.
Tampoco hay que asombrarse, porque en esos recintos no siempre se dan debates profundos; otra elemento que hay que lamentar.
Este contenido no está abierto a comentarios