Diálogo con Osvaldo Norberto Delmonte, docente
“Nunca he ocupado un cargo político, pero la política siempre está presente en mi vida”
Osvaldo Norberto Delmonte tiene 62 años de edad, es profesor de Historia y de Enseñanza Superior. Dicta cátedra de Derechos Humanos e Historia Social y Política en la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader) y desde el 2011 es coordinador de la sede Gualeguaychú de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de esa casa de altos estudios.
Fue secretario general de la Asociación Bancaria Seccional Gualeguaychú desde 1984 hasta 1996, además de convencional nacional en la CGT de Saúl Ubaldini. Un reconocido militante de derechos humanos, Delmonte también tiene una fecunda trayectoria como trabajador de la cultura e integra el movimiento social y cultural “Río de los Pájaros”, además de colaborar con diferentes crónicas en diarios y revistas locales y regionales.
En diálogo con EL ARGENTINO, Delmonte repasó parte de este itinerario, porque como él mismo indica “el futuro también tiene que nutrirse con la memoria”.
-Primero comparta unas referencias familiares y de la infancia…
-Soy el único hijo varón y tengo dos hermanas mayores y una menor. Provengo de un hogar de trabajadores. Mi padre era albañil y trabajaba en la construcción y mi madre era ama de casa. Una familia sin lujos pero también sin apremios. Mi barrio de infancia es Defensores del Oeste, más precisamente en calle Luis N. Palma y Corrientes, donde vivían mis abuelos y la familia de mi papá. Era un barrio con todas las características del Gualeguaychú “de entonces” con calles de tierra, vecinos que se conocían de toda la vida.
-Hogar de obreros pero llegó a la universidad…
-Cuando finalizo la secundaria en el Colegio Luis Clavarino en 1970 me voy a Buenos Aires con intenciones de estudiar Medicina en la UBA. Esto rápidamente se desvanece porque básicamente tenía que trabajar. De todos modos, mis primeros años en Buenos Aires fueron intensos. Era la época en donde no existía el puente Zárate-Brazo Largo, no había buenas comunicaciones telefónicas y una época que estaba marcada por las convulsiones políticas y sociales.
-Al respecto, una curiosidad: usted nunca ocupó un cargo político, pero la política ha estado presente en su vida de manera muy intensa…
-Es cierto. Nunca he ocupado un cargo político, pero la política siempre está presente en mi vida. La descubrí muy temprano, a los 18 años y viviendo en Buenos Aires cuando me vinculé a las agrupaciones sindicales de Base del Peronismo Revolucionario. Esta experiencia, si bien lejos en el tiempo, me marcó y en la actualidad sigue resonando alegremente, a pesar de la pérdida de compañeros muy queridos y admirados. Tal vez lo más importante haya sido encontrar un lugar desde dónde mirar y analizar la realidad. Y aunque parezca una simplificación, este lugar no es otro que el lugar de los trabajadores, sabiendo –por supuesto- que los procesos sociales y políticos son complejos y nunca lineales.
-Recuerda algún hecho en particular vinculado con esa vocación por la política, que de alguna manera haya marcado un antes y un después…
-Sí. Vivía en La Boca y viajando en el colectivo 64 por Avenida Colón, el tránsito se detiene porque había una concentración de los trabajadores gráficos, frente a la Federación Gráfica Bonaerense, CGT de los Argentinos. Los trabajadores estaban esperando que llegara Raimundo Ongaro, que recién había sido liberado de su prisión. Me bajé del colectivo y escuché, como un curioso, el discurso de Ongaro a sus compañeros. De recordarlo me emociono porque fue como un descubrir la lucha del movimiento obrero. Por primera vez escuché la Marcha Peronista y fue un fuerte impacto.
-Pero usted provenía de un hogar de trabajadores…
-Sí, pero en mi casa no eran peronistas e incluso había escuchado, cómo decirlo, otra versión del peronismo. Por eso el discurso de Ongaro lo tengo grabado como un hecho fundante o significativo para mí. Recuerdo que ese día me dije que quería hacer eso en la vida y me lo dije con romanticismo pero también con mucha convicción.
-¿Dónde lo encuentra los años 70 y 80?
-En parte en Buenos Aires. Ya trabajaba como maestranza en la UBA y de algún modo estaba vinculado con movimientos gremiales. Pero a principio de los ´80 comencé a militar en el Partido Intransigente (PI) y ya vivía en Gualeguaychú. Esa fue una experiencia muy rica, porque el PI tuvo un rol fundamental en la lucha por la recuperación de la democracia y en la denuncia por violación a los Derechos Humanos. Participé de reuniones inolvidables. Las primeras eran a escondidas y en casa de particulares. Luego, muy tímidamente, se fueron abriendo locales en los barrios con mucha participación popular. De esos tiempos también he cosechado inolvidables amigos y compañeros. Recordando esos años y yendo más a la historia local, no quiero olvidarme de la Multipartidaria. Se hacían reuniones muy fraternales y respetuosas entre dirigentes y militantes del PJ, la UCR, el Socialismo Popular, la Democracia Cristiana, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el PI; el cual motorizaba en gran medida la apertura de estos espacios plurales.
Viene de Página 10
-¿En qué trabajaba en ese entonces?
-Por entonces era empleado de la Cooperativa de Créditos y luego en el Banco Mesopotámico y simultáneamente completaba mis estudios en el profesorado. El trabajo, la actividad gremial y política, la docencia y los estudios siempre estuvieron juntos. Y así como en aquellos años la política convocaba a participar, en lo gremial también se intensificaban las ganas de comprometerse. Muchos compañeros pueden atestiguar los viajes por toda la Mesopotamia que se realizaban para darnos una organización y se discutía todo y se decidía en conjunto: las formas de representación, el cómo, quiénes, la defensa del salario, las condiciones y las fuentes de trabajo… en fin… todo. Esa experiencia me dejó muy en claro que aquello que la dictadura no pudo destruir, en parte lo destruyeron los años 90 del neoliberalismo. No es casual que esas formas solidarias y democráticas de organización casi desaparecieron, más allá de las resistencias.
-Hablo de la ligazón de la política con lo gremial y esos dos mundos con la solidaridad y la educación y la cultura. ¿Podría dar un ejemplo?
-Hay muchos. Pero en esos años, de nuestro gremio bancario fundamos una biblioteca que llevó el nombre de Manuel “Chorolo” Acuña en memoria de un compañero que hacía poco había fallecido y era escritor. Acuña fue colaborador de EL ARGENTINO bajo el seudónimo de “El Cenizo”. También impulsamos, por ejemplo, la creación de un secundario destinado a los trabajadores, el CENS 115. Esto fue en una etapa en que tito Galguera era secretario General de la CGT y trabajamos juntos para concretarlo. También en nuestra seccional se creó la Asociación de Sordos de Gualeguaychú, a instancias de un compañero de trabajo y del gremio, Raúl Ghiglia. También teníamos una intensa agenda cultural. Un hito importante fue un acto en defensa del Banco Nación que intentaban privatizar y como para nosotros la cultura era central para la defensa del patrimonio socio económico y simbólico que querían destruir, organizamos recitales con ramón Ayala, Carlos “El Negro” Aguirre, Aníbal Sampayo y el Zurdo Martínez. De esas jornadas recuerdo un telegrama que nos había enviado Fermín Chávez que decía “que ningún país es rico si no se preocupa de la suerte de sus pobres”, citando a José Hernández.
-Queremos llevarlo a otro campo, pero vinculante. ¿Cómo es su experiencia en el “Banquito de la buena fe”?
-Es una experiencia muy fecunda y bastante reciente. Me vinculé como promotor en un banquito que se organizó en el barrio donde vivo que es la zona Norte, más precisamente con los vecinos de La Cuchilla.
-Se quedó pensando…
-En realidad estaba recordando, porque en ese barrio en la década del ´70 trabajamos mucho con el Partido Intransigente en experiencias comunitarias. Me estaba acordando cuando luchamos para que los vecinos tuvieran una canilla pública. Esas canillas estaban ubicadas sobre el bulevar Montana y la gente hacía largas colas para llevar en baldes y bidones el agua a sus hogares. Como un triunfo colectivo, logramos extender un caño atravesando el bulevar y por calle Belgrano para instalar un par de canillas públicas más cerca de esa gente. Traigo al presente este hecho para darnos cuenta cuánto hemos avanzado en esta materia.
-Volvamos al banquito de la buena fe…
-Ingreso como promotor en Musicante que se constituyó como entidad patrocinante. Esto comienza aproximadamente hace ocho años y se constituyó en una herramienta de promoción integral a través de la llamada educación popular. Se hacen reuniones que tienen que tener siete pasos y cada grupo está integrado por cinco emprendedores que se vinculan siendo solidarios entre ellos y entre todos deben decidir la empresa familiar que llevarán adelante para fortalecer el sustento diario. Y en esa experiencia observamos de manera muy nítida el rol fundamental que tienen las mujeres para ponerse al hombro las diferentes dificultades que deben afrontar: las crisis económicas, pero también las sociales, las culturales, las familiares. Hacemos reuniones de vida de centro donde se conversa sobre diversos temas, en los que prevalece la violencia de género. Pero le estoy hablando de hace ocho años cuando esta temática todavía estaba lejos de legislarse. Pero en esos encuentros se lograban importantes superaciones personales y colectivas y casi todos, además de llevar adelante su emprendimiento, comenzaron a capacitarse de manera más formal y terminaron la secundaria, otras iniciaron estudios terciarios y la mayoría encontró un proyecto mucho más saludable y fecundo para sus vidas. Al respecto, como experiencia personal sostengo que uno recibe más de lo que aporta y siempre se queda en deuda.
-La Uader es una universidad que nació de manera traumática y con el tiempo logró normalizarse y hoy tiene ciudadanos universitarios.
-Comencé dictando Historia Social y Política en la carrera de Hotelería que depende de la Facultad de Ciencias de la Gestión. Luego concursé una catedra de Derechos Humanos en el Profesorado de Teatro. Y desde 2011 soy coordinador de la sede de Humanidades donde se cursa el Profesorado de Teatro, la licenciatura en Pedagogía y un Profesorado Universitario. Este último profesorado es importante porque le permite a los profesionales con título universitario puedan incorporar herramientas pedagógicas que le sirvan para dictar clases en la universidad. Para mí implica un gran desafío, teniendo en cuenta el origen que tuvo la Uader. Se trata, además, de una universidad muy nueva, con poca historia en comparación con otras que funcionan en el país y en la provincia. En estos momentos la Uader tiene todos sus claustros con autoridades y en la actualidad es reconocida por ser una casa de estudio que está prácticamente en toda la provincia y es la más federal de todas las que funcionan en Entre Ríos. La Uader tiene el número más alto de egresado que en una familia ha alcanzado un título universitario. Muchas familias entrerrianas pudieron gracias a la presencia de la Uader que uno de sus miembros alcance por primera vez en la historia de esa familia un título universitario. Y esto merece ser destacado y valorado.
-¿En la actualidad cuál es su motivación para estar al frente de un aula?
-Son muchas. Pero si tuviera que elegir una, diría que intentar transmitir que la realidad es una y que no debemos realizar recortes al viejo estilo positivista. Que los conocimientos y las teorías son herramientas, sólo eso, y no la realidad misma. Que los conocimientos y las teorías nos deben servir para operar sobre la realidad, para entenderla y poder transformarla. En este sentido, estoy muy conforme con lo que ha aportado la Uader en estos pocos años de funcionamiento en nuestra ciudad. Con sus más y sus menos, es evidente que circula un pensamiento en el campo pedagógico distinto, crítico, reflexivo, plural y democrático que se ha ido afianzando nuevas formas de concebir la educación y en la que el arte tiene, por suerte, mucho por decir.
Fue secretario general de la Asociación Bancaria Seccional Gualeguaychú desde 1984 hasta 1996, además de convencional nacional en la CGT de Saúl Ubaldini. Un reconocido militante de derechos humanos, Delmonte también tiene una fecunda trayectoria como trabajador de la cultura e integra el movimiento social y cultural “Río de los Pájaros”, además de colaborar con diferentes crónicas en diarios y revistas locales y regionales.
En diálogo con EL ARGENTINO, Delmonte repasó parte de este itinerario, porque como él mismo indica “el futuro también tiene que nutrirse con la memoria”.
-Primero comparta unas referencias familiares y de la infancia…
-Soy el único hijo varón y tengo dos hermanas mayores y una menor. Provengo de un hogar de trabajadores. Mi padre era albañil y trabajaba en la construcción y mi madre era ama de casa. Una familia sin lujos pero también sin apremios. Mi barrio de infancia es Defensores del Oeste, más precisamente en calle Luis N. Palma y Corrientes, donde vivían mis abuelos y la familia de mi papá. Era un barrio con todas las características del Gualeguaychú “de entonces” con calles de tierra, vecinos que se conocían de toda la vida.
-Hogar de obreros pero llegó a la universidad…
-Cuando finalizo la secundaria en el Colegio Luis Clavarino en 1970 me voy a Buenos Aires con intenciones de estudiar Medicina en la UBA. Esto rápidamente se desvanece porque básicamente tenía que trabajar. De todos modos, mis primeros años en Buenos Aires fueron intensos. Era la época en donde no existía el puente Zárate-Brazo Largo, no había buenas comunicaciones telefónicas y una época que estaba marcada por las convulsiones políticas y sociales.
-Al respecto, una curiosidad: usted nunca ocupó un cargo político, pero la política ha estado presente en su vida de manera muy intensa…
-Es cierto. Nunca he ocupado un cargo político, pero la política siempre está presente en mi vida. La descubrí muy temprano, a los 18 años y viviendo en Buenos Aires cuando me vinculé a las agrupaciones sindicales de Base del Peronismo Revolucionario. Esta experiencia, si bien lejos en el tiempo, me marcó y en la actualidad sigue resonando alegremente, a pesar de la pérdida de compañeros muy queridos y admirados. Tal vez lo más importante haya sido encontrar un lugar desde dónde mirar y analizar la realidad. Y aunque parezca una simplificación, este lugar no es otro que el lugar de los trabajadores, sabiendo –por supuesto- que los procesos sociales y políticos son complejos y nunca lineales.
-Recuerda algún hecho en particular vinculado con esa vocación por la política, que de alguna manera haya marcado un antes y un después…
-Sí. Vivía en La Boca y viajando en el colectivo 64 por Avenida Colón, el tránsito se detiene porque había una concentración de los trabajadores gráficos, frente a la Federación Gráfica Bonaerense, CGT de los Argentinos. Los trabajadores estaban esperando que llegara Raimundo Ongaro, que recién había sido liberado de su prisión. Me bajé del colectivo y escuché, como un curioso, el discurso de Ongaro a sus compañeros. De recordarlo me emociono porque fue como un descubrir la lucha del movimiento obrero. Por primera vez escuché la Marcha Peronista y fue un fuerte impacto.
-Pero usted provenía de un hogar de trabajadores…
-Sí, pero en mi casa no eran peronistas e incluso había escuchado, cómo decirlo, otra versión del peronismo. Por eso el discurso de Ongaro lo tengo grabado como un hecho fundante o significativo para mí. Recuerdo que ese día me dije que quería hacer eso en la vida y me lo dije con romanticismo pero también con mucha convicción.
-¿Dónde lo encuentra los años 70 y 80?
-En parte en Buenos Aires. Ya trabajaba como maestranza en la UBA y de algún modo estaba vinculado con movimientos gremiales. Pero a principio de los ´80 comencé a militar en el Partido Intransigente (PI) y ya vivía en Gualeguaychú. Esa fue una experiencia muy rica, porque el PI tuvo un rol fundamental en la lucha por la recuperación de la democracia y en la denuncia por violación a los Derechos Humanos. Participé de reuniones inolvidables. Las primeras eran a escondidas y en casa de particulares. Luego, muy tímidamente, se fueron abriendo locales en los barrios con mucha participación popular. De esos tiempos también he cosechado inolvidables amigos y compañeros. Recordando esos años y yendo más a la historia local, no quiero olvidarme de la Multipartidaria. Se hacían reuniones muy fraternales y respetuosas entre dirigentes y militantes del PJ, la UCR, el Socialismo Popular, la Democracia Cristiana, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el PI; el cual motorizaba en gran medida la apertura de estos espacios plurales.
Viene de Página 10
-¿En qué trabajaba en ese entonces?
-Por entonces era empleado de la Cooperativa de Créditos y luego en el Banco Mesopotámico y simultáneamente completaba mis estudios en el profesorado. El trabajo, la actividad gremial y política, la docencia y los estudios siempre estuvieron juntos. Y así como en aquellos años la política convocaba a participar, en lo gremial también se intensificaban las ganas de comprometerse. Muchos compañeros pueden atestiguar los viajes por toda la Mesopotamia que se realizaban para darnos una organización y se discutía todo y se decidía en conjunto: las formas de representación, el cómo, quiénes, la defensa del salario, las condiciones y las fuentes de trabajo… en fin… todo. Esa experiencia me dejó muy en claro que aquello que la dictadura no pudo destruir, en parte lo destruyeron los años 90 del neoliberalismo. No es casual que esas formas solidarias y democráticas de organización casi desaparecieron, más allá de las resistencias.
-Hablo de la ligazón de la política con lo gremial y esos dos mundos con la solidaridad y la educación y la cultura. ¿Podría dar un ejemplo?
-Hay muchos. Pero en esos años, de nuestro gremio bancario fundamos una biblioteca que llevó el nombre de Manuel “Chorolo” Acuña en memoria de un compañero que hacía poco había fallecido y era escritor. Acuña fue colaborador de EL ARGENTINO bajo el seudónimo de “El Cenizo”. También impulsamos, por ejemplo, la creación de un secundario destinado a los trabajadores, el CENS 115. Esto fue en una etapa en que tito Galguera era secretario General de la CGT y trabajamos juntos para concretarlo. También en nuestra seccional se creó la Asociación de Sordos de Gualeguaychú, a instancias de un compañero de trabajo y del gremio, Raúl Ghiglia. También teníamos una intensa agenda cultural. Un hito importante fue un acto en defensa del Banco Nación que intentaban privatizar y como para nosotros la cultura era central para la defensa del patrimonio socio económico y simbólico que querían destruir, organizamos recitales con ramón Ayala, Carlos “El Negro” Aguirre, Aníbal Sampayo y el Zurdo Martínez. De esas jornadas recuerdo un telegrama que nos había enviado Fermín Chávez que decía “que ningún país es rico si no se preocupa de la suerte de sus pobres”, citando a José Hernández.
-Queremos llevarlo a otro campo, pero vinculante. ¿Cómo es su experiencia en el “Banquito de la buena fe”?
-Es una experiencia muy fecunda y bastante reciente. Me vinculé como promotor en un banquito que se organizó en el barrio donde vivo que es la zona Norte, más precisamente con los vecinos de La Cuchilla.
-Se quedó pensando…
-En realidad estaba recordando, porque en ese barrio en la década del ´70 trabajamos mucho con el Partido Intransigente en experiencias comunitarias. Me estaba acordando cuando luchamos para que los vecinos tuvieran una canilla pública. Esas canillas estaban ubicadas sobre el bulevar Montana y la gente hacía largas colas para llevar en baldes y bidones el agua a sus hogares. Como un triunfo colectivo, logramos extender un caño atravesando el bulevar y por calle Belgrano para instalar un par de canillas públicas más cerca de esa gente. Traigo al presente este hecho para darnos cuenta cuánto hemos avanzado en esta materia.
-Volvamos al banquito de la buena fe…
-Ingreso como promotor en Musicante que se constituyó como entidad patrocinante. Esto comienza aproximadamente hace ocho años y se constituyó en una herramienta de promoción integral a través de la llamada educación popular. Se hacen reuniones que tienen que tener siete pasos y cada grupo está integrado por cinco emprendedores que se vinculan siendo solidarios entre ellos y entre todos deben decidir la empresa familiar que llevarán adelante para fortalecer el sustento diario. Y en esa experiencia observamos de manera muy nítida el rol fundamental que tienen las mujeres para ponerse al hombro las diferentes dificultades que deben afrontar: las crisis económicas, pero también las sociales, las culturales, las familiares. Hacemos reuniones de vida de centro donde se conversa sobre diversos temas, en los que prevalece la violencia de género. Pero le estoy hablando de hace ocho años cuando esta temática todavía estaba lejos de legislarse. Pero en esos encuentros se lograban importantes superaciones personales y colectivas y casi todos, además de llevar adelante su emprendimiento, comenzaron a capacitarse de manera más formal y terminaron la secundaria, otras iniciaron estudios terciarios y la mayoría encontró un proyecto mucho más saludable y fecundo para sus vidas. Al respecto, como experiencia personal sostengo que uno recibe más de lo que aporta y siempre se queda en deuda.
-La Uader es una universidad que nació de manera traumática y con el tiempo logró normalizarse y hoy tiene ciudadanos universitarios.
-Comencé dictando Historia Social y Política en la carrera de Hotelería que depende de la Facultad de Ciencias de la Gestión. Luego concursé una catedra de Derechos Humanos en el Profesorado de Teatro. Y desde 2011 soy coordinador de la sede de Humanidades donde se cursa el Profesorado de Teatro, la licenciatura en Pedagogía y un Profesorado Universitario. Este último profesorado es importante porque le permite a los profesionales con título universitario puedan incorporar herramientas pedagógicas que le sirvan para dictar clases en la universidad. Para mí implica un gran desafío, teniendo en cuenta el origen que tuvo la Uader. Se trata, además, de una universidad muy nueva, con poca historia en comparación con otras que funcionan en el país y en la provincia. En estos momentos la Uader tiene todos sus claustros con autoridades y en la actualidad es reconocida por ser una casa de estudio que está prácticamente en toda la provincia y es la más federal de todas las que funcionan en Entre Ríos. La Uader tiene el número más alto de egresado que en una familia ha alcanzado un título universitario. Muchas familias entrerrianas pudieron gracias a la presencia de la Uader que uno de sus miembros alcance por primera vez en la historia de esa familia un título universitario. Y esto merece ser destacado y valorado.
-¿En la actualidad cuál es su motivación para estar al frente de un aula?
-Son muchas. Pero si tuviera que elegir una, diría que intentar transmitir que la realidad es una y que no debemos realizar recortes al viejo estilo positivista. Que los conocimientos y las teorías son herramientas, sólo eso, y no la realidad misma. Que los conocimientos y las teorías nos deben servir para operar sobre la realidad, para entenderla y poder transformarla. En este sentido, estoy muy conforme con lo que ha aportado la Uader en estos pocos años de funcionamiento en nuestra ciudad. Con sus más y sus menos, es evidente que circula un pensamiento en el campo pedagógico distinto, crítico, reflexivo, plural y democrático que se ha ido afianzando nuevas formas de concebir la educación y en la que el arte tiene, por suerte, mucho por decir.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
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