Entrevista a las cronopias del taller de arte de calle Italia
Olga Lonardi, Amalia Vitale, Clelia Roggeri y María Eugenia Focke forman parte del taller de Arte Cronopios, ubicado en calle Italia 8.
Por Nahuel Maciel
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
El local es pequeño y a la vez grande. Mejor dicho, se amolda a las actividades que se proponen. Cuando hay dos personas está lleno, pero también cuando hay veinte. Allí habita el arte.
Una mesa no pasa desapercibida porque su mantel tiene rastros de pinturas escapadas de la paleta; allí un banquito tampoco queda inadvertido porque posee letras escritas de manera azarosa mientras se perseguía un pensamiento o en el silencio del recuerdo se traía al presente el rostro de alguien. Sus paredes sostienen cuadros de pinturas como si fueran mundos suspendidos o mapas que orientan el tránsito de tonos y perspectivas.
El ventanal tiene porte señorial y da a un patio interno con galerías y columnas.
Es la mañana del miércoles 25 de noviembre. Hace calor. El sol ingresa por la puerta que da a la vereda. Es notorio, pero ese espacio transforma los ruidos que vienen de la calle en un murmullo de aleteos, en unos pasos de tacones, en una imitación de la corriente fluvial.
El aire está impregnado de otro tiempo. Quien ingresa a Italia 8 experimentará la sensación de que la vida es periódica, acaso más imperecedera que eterna.
Es interesante detenerse en el nombre de este taller: Cronopios. La referencia es ineludible a la obra “Historias de cronopios y de famas” del escritor Julio Cortázar, y que fue presentada a los lectores por primera vez en 1962.
En rigor, en ese libro se distinguen por sus actitudes –más que por sus características físicas- tres tipos de seres: los “cronopios”, que suelen estar ubicados como al margen de los sucesos, mientras los “famas” se creen seres importantes y formales que defienden el orden establecido. Y están los “esperanza” que son personajes intermedios que a veces se inclinan a favor de los cronopios pero otras por los famas.
Se podría decir que los cronopios son ingenuos pero no inocentes, idealistas pero no irreales, sensibles pero nunca sensibleros.
El contraste lo dan los famas, que son rígidos, amantes de la organización y el orden establecido y demasiados adictos a las frases hechas.
Soñadores, distraídos si se quiere, curiosos, preguntones, divertidos… agradables. Así son los cronopios. Por eso ellos pueden apreciar las maravillas que a veces quedan ocultas para el común de los mortales: viven el atardecer, no las 7 de la tarde. Aprecian los cielos nocturnos con sus estrellas, no las 22 de la noche. Y lo que es más importante: los cronopios enseñan que todos pueden ser felices.
Los famas, en cambio, son más bien frívolos y caen en una especie de kitsch y acceden a una cultura tan ajena como lejana. Y lo que hacen tiende más a la separación que a la unión. Los famas quedan contentos con flores de plásticos porque son como eternas. Ellos no disfrutan, juzgan.
En cambio los cronopios son los que llegan tarde a las exposiciones, no saben la biografía de Vincent Van Gogh pero disfrutan como pocos de sus girasoles y sus soles. Ellos no juzgan, disfrutan.
EL ARGENTINO dialogó con las cronopias de calle Italia, quienes cuentan sus propias experiencias y adelantan una actividad que podría cambiarle la vida a más de uno. Se trata de “Voces visuales”, una muestra del taller donde convergen –como un collage- las expresiones de los diferentes lenguajes artísticos: literatura, plástica, música; amalgamados y atravesados por un eje que es al mismo tiempo base: ser feliz con lo que se hace.
La muestra de “Voces Visuales” será el 3 de diciembre a las 21:30 en Italia 8; donde se podrá apreciar la mixtura de imágenes, pinturas, música, objetos de arte, lectura de poemas y cuentos del Taller Literario “Cronopio”.
-¿Cómo es la convivencia en un espacio donde los lenguajes artísticos se cruzan de manera permanente?
-Justamente tratamos de provocar esos cruzamientos intertextuales entre literatura y pintura, por lo general está presente el azar como la posibilidad de construcción de un poema o un cuento. El disparador, por lo general, tiene que ver con las herramientas que se tienen o se traen y que se ponen siempre al servicio y a disposición del otro. Esas herramientas pueden ser una pintura, un grabado, un collage que se arma entre todos.
-Imagino entonces que a esas imágenes las visten de palabras…
-Exactamente. Así funciona. La selección de palabras y la corrección para producir cadencia en el texto es mezclar sonidos y texturas. Partiendo siempre del lenguaje de cada uno, pero al mismo tiempo enriqueciendo ese lenguaje con imágenes. Eso es el cruce intertextual.
-¿Se limitan a lo descriptivo?
-En absoluto. Es un trabajo sensorial, perceptivo. A lo largo del taller trabajamos con muchísimos elementos y con el espacio. No es casual que este espacio, esta dirección precisa –Italia 8- lo nombramos como un lugar de arte. Aquí no sólo se cruzan todos los lenguajes artísticos en un diálogo, sino que también nos nutren, nos enriquecen. Daremos un ejemplo: alguien nos acerca las técnicas del grabado y simultáneamente hacemos circular lo que conocemos sobre pintura; y paralelamente se elaboran textos en el taller literario. Este ejemplo requiere de una explicación: cuando trabajamos el taller literario, trabajamos con la palabra. La palabra es nuestra herramienta, lo demás son disparadores. Cronopios es fundamentalmente un espacio de confianza en la creación, de absoluto respeto por la diversidad y las posibilidades y capacidades que tienen los demás. Es decir, nadie se coloca en un rol de impartir, sino de compartir. La construcción siempre es colectiva y eso es lo que más nos enriquece.
-¿Y si viene alguien sin conocimientos sobre técnicas artísticas?
-Bienvenido ese alguien. Porque en Cronopios se introducirá, de a poco, en el maravilloso mundo del arte. Y se introducirá sin presiones y con muchas libertades. Además, en cualquier taller, en cualquier modalidad artística nadie nace sabiendo y todos necesitamos ser cultivados. Incluso aquellos que traen ya algún don o talento, deben trabajarlo. El arte conlleva un lado que es el trabajo, el oficio, pero eso se logra con el tiempo y es un aprendizaje permanente. Nosotros creemos que la posibilidad de hacer la búsqueda la trae cada integrante a través de su necesidad de provocar el encuentro. Cada uno tiene el impulso, la idea, la necesidad. A partir de ahí se trabaja con lo que la obra revela, dejar que lo que fluye de uno tenga su connotación en la hoja en blanco, en el bastidor, a través del color o el tono de la palabra. Lo importante es aprender a esperar la respuesta de la obra.
-¿Qué le aporta a la vida cotidiana de una persona participar de estos talleres?
-En principio, poder sacar o mostrar lo que uno tiene adentro es sinónimo de salud. Poder expresarse es salud. Alguien dijo alguna vez: “Si la vida bastara para qué necesitaríamos el arte”. El arte es un camino de aprendizaje tal como lo plantea la existencia. El día a día se nos presentan estos grandes interrogantes, que en el ejercicio de la vida, uno va teniendo pequeños indicios. En el arte lo simbólico, que es lo que subyace, cobra vida. Una cosa lleva a la otra y eso se llama correspondencia.
-Los talleres surgen como espacios abiertos, de apertura; pero con el correr de los tiempos algunos se tornan más cerrados e ingresar a uno ya no es fácil. ¿Cómo es el caso en Cronopios?
-Aquí cualquiera puede venir e inscribirse que será bienvenido. La gente que llega lo hace porque hay una correspondencia, es decir, ellos nos encuentran y nosotros los encontramos a ellos. Esto tiene que ver con la apertura, la modalidad. Aquí convivimos grupos heterogéneos en ocupaciones, en edades, en intereses. Es una maravilla el ensamble en la convivencia. Aquí estamos atravesados por todas las artes y rescatamos el poder plasmar las diferentes poéticas.
-El 3 de diciembre harán una presentación. ¿Qué carácter le quieren dar?
-Mostrar las diferentes realidades de cada uno. Pensemos en el nombre de ese encuentro: “Voces visuales” y eso responde a la experiencia que hicimos este año. De alguna manera es encarnar la voz en imágenes, pero siempre respetando cada esencia: la palabra es la palabra. La imagen es una posibilidad de expresarnos, es algo que nos completa. Muchos de los que integramos Cronopios manejamos más de un arte y todos estamos vinculados en el disfrute de lo que hacemos. Disfrute por la palabra, por las lecturas que hacemos, por los textos propios que ponemos a consideración, por la devolución que se hace en un marco de confianza.
-La mayoría de quienes coordinan un taller sostiene que nadie enseña a escribir…
-Eso es así, porque el que llega ya posee la necesidad de transmitir, de comunicar a través de la palabra. Lo que se comprueba siempre es que un lector no necesariamente es un escritor; pero eso sí, todo escritor debe ser lector.
-¿Y en el caso de un pintor, cómo es su relación?
-No varía. Porque un artista plástico también tiene que ser un lector. Debe decodificar las imágenes, las líneas, las perspectivas, los volúmenes. Para construir una imagen, hay que conocerla. Y esa lectura se aprende, justamente para comprender lo que se quiere decir. En eso hay coincidencia. Siempre habrá necesidad de decir, de comunicar; lo que se puede y se debe aprender es la forma de expresarlo y eso luego se canalizará en la escritura, en la pintura, en la música… en fin, en el arte.
-En Gualeguaychú hay muchos talleres literarios, plásticos. Pero Cronopios tiene la particularidad de reunir a las artes…
-En eso es único; pero la especificidad de los otros es importante. Y en la ciudad los talleres son fecundos y con producciones muy valiosas. En los últimos veinte años había muy pocos, se contaban con los dedos de una mano; y hoy hay más de veinte, para dar una cifra conservadora. Lo que es necesario aclarar es que en el taller literario de Cronopios se trabaja con la palabra, no hay confusión en eso. Lo que se aporta es el recurso de conocer otros lenguajes, otros recursos artísticos.
-¿Qué experiencias han realizado para madurar “voces visuales”?
-Hicimos poemas visuales en la plaza. Otra experiencia que fue gratificante fue ir a un bar y percibir esa realidad a lo Bukowski. Vimos cine. Fuimos al atelier de un artista, donde a medida que él pintaba nosotros escribíamos. Estuvimos en varias muestras plásticas y trabajamos lo que esas imágenes nos contaban. Lo importante, como algo nutritivo, es tener siempre el disparador y la vivencia para escribir. Siempre tenemos presente y valoramos el cruce de los lenguajes artísticos. Hemos realizado lo que llamamos “Poesía fluvial”.
-¿Qué es poesía fluvial?
-Fue una experiencia que consistió en embarcarnos en un catamarán, gracias a la generosidad de un amigo (Nene Bredle) que nos llevó a internarnos al río. En el medio del río tiramos ancla y leímos. Fue una experiencia movilizadora, leer en medio de esa naturaleza. Descubrir ese escenario fue también un gesto de amor, porque lleva implícito el deseo de compartir con el otro. Y ese es el espíritu del grupo. Ahora estamos planificando hacer una experiencia en tren. Hacer un viaje hasta Irazusta y escribirlo.
-Quien escribe tiene anhelos de ser leído. ¿Cómo trabajan la ansiedad por mostrar y al revés, cómo elaboran la timidez al exponerse?
-Para ambas situaciones se trabaja en la confianza de lo que se es y se tiene. Se sabe que lo que se mostrará está cuidado. En Cronopios tenemos la confianza del grupo, por sus devoluciones y acompañamientos, de que nadie quedará expuesto al ridículo. Aquí se tiene el respaldo del cuidado.
-¿Cómo son las correcciones?
-Principalmente con un aporte franco y fraterno. Cada uno hace una devolución y en ese marco se formulan sugerencias. Pero siempre el autor, que es el dueño del trabajo, tendrá la opción de tomarlas o no. Aquí no se hace una corrección escolar. Es otra cosa. Buscamos la musicalidad, la precisión en el lenguaje. Más que correcciones son sugerencias. Algunas sugerencias derivan en lecturas de autores o de determinada obra. No nos basamos en la perfección de una técnica, sino en la esencialidad de lo que se quiere transmitir.
-¿Cómo evitan caer en esas pseudos terapias de grupo?
-Aprendiendo a respetar el espacio y recortando determinadas charlas que distraen. Y nos concentramos mucho en lo que estamos haciendo. Es cierto, a veces puede existir alguna tendencia en ese sentido, pero la propia dinámica del trabajo generalmente evita caer en esas pseudos terapias de grupo. Hay que tener en cuenta que en el proceso creativo muchas veces se exorcizan, se expulsan o se invocan los fantasmas que cada uno trae. Darse el esfuerzo de encontrarse con los pares que tienen la misma pasión, la misma necesidad de expresarse. El taller de Cronopios no es un diván, pero sí un espacio que da mucha felicidad.
Este contenido no está abierto a comentarios