La paz franciscana está fundada en Cristo
En su homilía de la misa que el Papa celebró en la Plaza de San Francisco de Asís, pidió que “respetemos a todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión”.
El Obispo de Roma también pidió que “escuchemos el grito de los que lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por san Francisco, en Siria, en todo el Oriente Medio, en el mundo entero”.
Y al dirigirse a San Francisco, junto con la asamblea invitó a pedir que nos dé el don de Dios de la armonía y de la paz para nuestro mundo.
El sucesor de Pedro, hacia el final de su homilía, afirmó que no podía olvidar que Italia celebra a San Francisco como su Patrono, tal como lo expresa también el tradicional gesto de la ofrenda del aceite para la lámpara votiva, que este año corresponde precisamente a la Región de Umbría. De ahí la invitación del Papa Francisco: “Recemos por la Nación italiana, para que cada uno trabaje siempre para el bien común, mirando más lo que une que lo que divide”.
El Pontífice también hizo suya la oración de san Francisco por Asís, por Italia, por el mundo: “Te ruego, pues, Señor mío Jesucristo, Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente la inagotable clemencia que has manifestado en esta ciudad, para que sea siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén”.
“Como tantos peregrinos, también yo he venido para dar gracias al Padre por todo lo que ha querido revelar a uno de estos «pequeños» de los que habla el evangelio: Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís. El encuentro con Jesús lo llevó a despojarse de una vida cómoda y superficial, para abrazar «la señora pobreza» y vivir como verdadero hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de san Francisco representaba un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf. 2 Co 8, 9). El amor a los pobres y la imitación de Cristo pobre son dos elementos unidos de modo inseparable en la vida de Francisco, las dos caras de una misma moneda”, resaltó el Papa.
“La paz franciscana no es un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos… Tampoco esto es franciscano, sino una idea que algunos han construido. La paz de san Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (Cf. Jn 13,34; 15,12). Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia, sino sólo con mansedumbre y humildad de corazón”, predicó.
“Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos a ser «instrumentos de la paz», de la paz que tiene su fuente en Dios, la paz que nos ha traído el Señor Jesús”, rezó.
“En el nombre de san Francisco, os digo: no tengo oro, ni plata que daros, sino algo mucho más precioso, el Evangelio de Jesús. ¡Id con valentía! Sed testigos de la fe con vuestra vida: llevad a Cristo a vuestras casas, anunciadlo entre vuestros amigos, acogedlo y servidlo en los pobres”. Es claro el mensaje que deja el Papa Francisco a los jóvenes de Umbría, pero válido para los cristianos de todo el mundo. Claro sobre todo porque llegó al término de una jornada vivida en el signo de la vuelta a los orígenes de una Iglesia impregnada de la espiritualidad de san Francisco.
Un discurso válido para todos. Jesús debe estar “en el centro de vuestra vida –añadió el Papa-, de vuestra penitencia, de vuestra vida comunitaria, de vuestra oración y también de la universalidad de la oración”.
DE LA REDACCIÓN
EL ARGENTINO/Radio Vaticana
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