Informe Especial
Las desventuras de los turistas frente a los excesos de las tarifas en vacaciones
El viajero desprevenido se deja hechizar por la magia del rey Momo y decide asistir con su mujer y sus dos hijos a la fiesta en el Corsódromo. Saca 50 pesos para pagar y los ojos se le desorbitan cuando una mujer con voz parca y rostro de cajera bancaria le anuncia que por los cuatro deberá abonar 240 pesos para acceder al circuito. El viajero desprevenido saca cálculos mentales con la velocidad de la luz. Pese al duro golpe para su inocencia y su bolsillo, sabe que es una noche diferente y deci
Por Diego Martínez Garbino
EL ARGENTINO ©
Una vez adentro, ahora sí lo recibe una simpática señorita que le advierte que para acceder a algunas de las ubicaciones más privilegiadas, deberá desembolsar la módica suma de 40 pesos per cápita. Realiza un segundo cálculo mental pero ve que por la pasarela avanza, imponente, Evangelina Carrozo, la morocha que se inmortalizó al desfilar con un cartel de rechazo a las papeleras en la cumbre de presidentes. Las hormonas se adueñan de su razón, no lo duda y desenfunda otros 160 pesos.
Hamburguesa para los chicos, un paquete de papa fritas light para su esposa que está a régimen y choripán para él, además de gaseosas y cervezas. Le entra a la billetera una y otra vez durante el lapso que dura el espectáculo a cielo abierto más impactante del país.
Pese a que se trata de una situación ficcionada, el relato bien puede volverse realidad si se toman como parámetros los valores que definió la Comisión del Carnaval para la edición que comenzará el 2 de enero del próximo año.
Ya fuera de la atmósfera del reinado de Momo, se cuentan por decenas los casos de excesos de precios a los viajeros que año a año escogen Gualeguaychú para disfrutar de sus vacaciones.
Mientras se dirige del Corsódromo a la Costanera, el viajero desprevenido cree recordar que alguien le advirtió sobre lo arriesgado que puede resultar comer en algunos de los locales gastronómicos frente al río. Pero el ser porfiado está en la naturaleza de este viajero e igual decide sentarse en uno. Esquiva la entrada y va derecho al plato principal: un surubí a la parrilla, unos tallarines cuatro quesos y dos milanesas con papas fritas. Acompaña con un vino y gaseosas. Toma algún recaudo y, para marcar la cancha, adelanta: “No pidan postre que después nos tomamos un heladito”. Y los chicos sonríen como si fueran a recibir un premio.
El mozo que los atendió, y que les resumió la heroica batalla de los asambleístas contra Botnia, les trae la cuenta: 140 pesos.
De inmediato, al viajero desprevenido lo invade el recuerdo de su amigo Manuel, que en julio de este año regresó maravillado con el paisaje paradisíaco y los precios de Villa La Angostura. No puede olvidar que Manuel, su esposa, más una pareja amiga, habían gastado un total de 120 pesos en un menú que incluyó entrada, plato principal -consistente en truchas y siervo con hongos- y postre en el restaurante más pituco de ese apacible pueblo bordeado de cordillera y lagos patagónicos.
De regreso al local de Costanera y una vez en la salida del local, el viajero desprevenido escucha una charla circunstancial de una pareja de turistas que se queja porque minutos antes pagaron 70 pesos por un calzone y dos cervezas de litro en una pizzería. Frente a la “tragedia” del otro matrimonio, el viajero se siente un poco más aliviado, dado que al menos pudo degustar un surubí a la parrilla y acompañado con un tinto de aceptable calidad.
El viajero desprevenido no sabe que el verdadero calvario recién está por comenzar. Las agujas del reloj de la Catedral marcan las 4. Para los dos adolescentes la jornada recién arranca y se dejan seducir por el descontrol que propone la Costanera. Los padres, en cambio, pagan el precio de una jornada agotadora y sienten que es hora de un merecido descanso.
Se dirigen a un hotel de tres estrellas ubicado en la zona de la vieja Terminal de Ómnibus. Muy gentilmente, el conserje les confirma la reserva de las habitaciones y los invita a recordar, en voz alta, las condiciones del contrato: “Para los chicos reservaron una habitación estándar doble, que incluye desayuno, tv por cable, aire acondicionado y baño privado. El costo es de 269 pesos por noche”, explica el somnoliento y hastiado encargado, luego de repetir la tarifa por enésima vez en la noche.
“La habitación King Size, que contempla desayuno, frigobar, baño un poquito más amplio y decoración más minimalista que la estándar, tiene un valor de 319 pesos”. Total 588 pesos por una noche, es el cálculo inmediato del viajero desprevenido.
El agobiado conserje no evade y hasta se hacer cargo del comentario en voz alta de la mujer en cuanto a que le resulta un poco caro. “Mire señora, el año pasado aumentamos más de un 20 por ciento. Este invierno la suba apenas pasó el 10 por ciento”, justifica, aunque luego admite que “todos los visitantes se quejaron del precio”.
# Otra jornada
El reloj de la catedral clava las 10:30. El viajero desprevenido se fija que sus hijos hayan llegado sanos y salvos y decide bajar al lobby del hotel para leer el diario y así enterarse del ya no tan apacible acontecer pueblerino.
Junto al artículo que anuncia una nueva caravana de ciudadanos contra las bocanadas contaminantes de Botnia, aparece una nota donde el intendente local y las máximas autoridades de turismo admiten que el municipio no puede regular ni sugerir precios a los emprendedores privados.
A medida que avanza en la lectura, al viajero desprevenido se le ponen los pelos de punta recordando los valores de la jornada anterior. Por una cuestión circunstancial, se entera –y en esto sí es privilegiado- que existe un área de Defensa al Consumidor.
Manda a su mujer y a los chicos a la playa y se dirige hasta esa dependencia municipal ubicada en el cruce de San Martín y Ayacucho. Aunque se muestran dispuestos a recibirle la presentación, el director de la dependencia admite no estar seguro si el denunciante fue víctima de algún abuso de precios dado que no disponen de estadísticas, ni tablas, mucho menos de cuadros comparativos respecto de otros destinos turísticos. Sin obviar el protocolo, lo invitan a radicar la denuncia en la pomposa –al menos en el nombre- Dirección de Seguimiento de Precios, cuyo lugar geográfico se pierde en la nebulosa de la geografía entrerriana. Toma una sana decisión y decide dejar su presentación para otro momento.
Se dirige hasta la playa y pasa a buscar al resto de la familia por el balneario. Cansado y con los bolsillos raquíticos, el viajero desprevenido para un Meari que circula por Avenida Soberanía y que con magáfonos promociona la caravana hasta el histórico paraje de Arroyo Verde.
“Mis pibes están aburridos y yo me quedé sin un mango, me podrías recomendar alguna actividad en la que no me cobren”, tira a modo de súplica al sudado conductor.
“Acá, en el único lugar que no te cobran es en el corte de ruta. Yo tengo que ir en un rato, si quieren los arrimo”, responde el solidario chofer.
El viajero desprevenido ahora es afortunado. Participa junto a su mujer en una nutrida protesta y sus hijos toman conciencia del cuidado por el medio ambiente.
De regreso a su lugar de origen, advierte que en dos días gastó la misma plata que su amigo Manuel en cinco días en otro destino. No le importa, dado que pagó un alto precio pero volvió transformado en un militante ambiental y en un defensor del NO a las papeleras y SI a la vida. Además, sigue disfrutando –a veces hasta la jactancia- de las bellezas del Carnaval y todavía el surubí a la parrilla como el paisaje ribereño siguen deleitando el relato de sus vacaciones.
# Tarifas a la deriva
En la Asociación Hotelera Gastronómica local admiten no contar con ninguna herramienta para afrontar los excesos en los precios, más allá de la regulación natural que se debería dar entre el intercambio de la oferta y la demanda. “La Asociación no tiene, y está bien que así sea, ningún poder de policía para controlar esos excesos”, afirmó Gloria Chesini, titular de esa entidad.
La misma respuesta dio a EL ARGENTINO el director de Defensa al Consumidor, Pablo Luciano, quien además respondió que en esa repartición no existen estadísticas sobre la evolución de los precios.
Distinta es la percepción que tienen del tema en la ciudad turística de Termas de Río Hondo. La Subsecretaría de Turismo de Santiago del Estero lleva adelante un control de precios, luego de detectar que ciertos alojamientos no respetaron el tarifario hotelero. De inmediato, un cuerpo de inspectores fue lanzado a las calles para realizar controles de los valores y de todo lo que por ley los hoteles tienen que exhibir: libro de quejas, el registro de pasajeros, tener sellados los talonarios de facturas, exhibir los tarifarios en sus mostradores y, principalmente, informar a esa dependencia gubernamental con quince días de antelación cuando se produce una modificación de tarifas.
# Precios, ¿una cuestión de percepción?
Para los actores involucrados en la atención al visitante, el tema precios es una cuestión de percepción. En algún punto de ese precepto, hay que darle la razón a los prestadores turísticos en cuanto a que lo que resulta caro para algunos, no lo es para otros. Los economistas lo llaman variables de mercado.
Variable en la que también se deben valorar los esfuerzos puestos en la elaboración de un bien: saborear un surubí con crema de hongos frente a la incomparable panorámica que ofrece el río Gualeguaychú, resultará más costoso que si se pide una parrillada en un bodegón del centro o de un suburbio. Mientras que en la primera opción, el comensal abonará hasta 40 pesos por su plato, en la segunda desembolsará 15 pesos.
Otro fenómeno a analizar es la irrupción –en cada temporada estival- de nuevos emprendedores que intentan conquistar en tres meses lo que no hicieron en el resto del año. No es otra cosa que el denominado “capital golondrina, es decir, aquellos que especulan con precios más elevados, que muchas veces abusan de la buena predisposición de los visitantes y terminan afectando la imagen de la ciudad.
En definitiva, Gualeguaychú cuenta con un amplio abanico de propuestas de precios, pero el problema radica en que las opciones más económicas por lo general están ausentes del corredor turístico. En ese escenario es donde el tema tarifas deja de ser una cuestión de percepción y el viajero se va con la certeza de que es un destino caro, pese a la belleza de sus atractivos. Así se erosiona el esfuerzo de vivir del turismo y no del turista.
# La tablita de La costanera
La siguiente es una tabla de precios elaborada por EL ARGENTINO, tras un mini relevamiento realizado en el denominado circuito turístico. Las tarifas que aparecen constituyen un promedio y no necesariamente todos los locales respetarán estos valores.
* Parrillada para cuatro personas: 60 pesos.
* Milanesa napolitana con guarnición: 30 pesos.
* Cerveza de litro: 15 pesos.
* Gaseosa de litro y medio: 12 pesos.
* Gaseosa chica: 5 pesos.
* Postres: entre 9 y 15 pesos.
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