Martín Drabble comparte su experiencia en el Aconcagua
Martín Drabble tiene 24 años, estudia Ingeniería Industrial en la UBA y es de nuestra ciudad. Hace unos tres años comenzó a escalar y se enganchó mucho con esta actividad, tal es así que todos los veranos, en sus vacaciones trata de viajar a alguna montaña o al menos a algún sitio donde pueda escalar.
Este año fue nada menos que al Aconcagua. Inició su escalada el sábado 14 de enero e hizo cumbre el sábado 21 y realizó la expedición solo, no contrató guía, ni usó servicios especiales o extras: “me gusta escalar de la forma más pura”, dijo a EL ARGENTINO.
“Los primeros seis días (de sábado a jueves) estuve solo y los últimos dos días (viernes y sábado) estuve con dos rumanos. La expedición y el equipo los costee con lo que gané trabajando en una pasantía. Mi familia por supuesto preocupada, porque no tuve comunicación, pero ahora muy contentos”, aseguró.
En su Facebook (Tincho Drabble), Martín publicó con fecha 21 de enero de 2017 el siguiente comentario sobre su arriesgada experiencia de hacer cumbre en la cima más elevada de América.
“Andrei, I'm not feeling good. I'm going down (Andrei, no me siento bien. Voy hacia abajo).
Eran las 03:41am en Cólera y desde hacía dos horas prendía y apagaba la linterna para fijarme cuanto avanzaban las agujas del reloj. En un minuto iba a sonar la alarma, e impaciente por arrancar, desperté a Mircea y Andrei, dos rumanos que me habían invitado a subir con ellos.
Salimos rápido, y en menos de una hora ya no podía ver a nadie adelante.
Piedras Blancas, Independencia, Travesía del Viento, y la escalada se ponía cada vez más seria.
Llegué a La Cueva, el último lugar de descanso, a trescientos metros verticales de la cumbre, y me asusté. Ya no podía mantener mi propio ritmo ni bajar mis pulsaciones. Andrei me pasó, y le dije que me volvía. No hubo charla ni explicación, porque a esa altura, sabíamos que en última instancia estábamos solos.
Cinco, diez, veinte metros para abajo. Frené. Una frase me frenó. 'It is our light, not our darkness that most frightens us.' (Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta)
Di media vuelta. Miré hacia la cumbre y respiré profundo intentando absorber todo el aire posible, y me dije en voz alta 'Martín, vas a ir hasta el fondo. Tres pasos y cinco respiraciones'.
Levantaba una pierna, apoyaba el crampón, y cada vez que traccionaba, el gemelo me avisaba que se venía un calambre.
Después de una hora era un paso y diez respiraciones, pero la roca final se veía más cerca y eso motivaba.
De repente dolor. Desde hacía unas cinco horas que por el frío no tenía sensibilidad en los dedos, pero ahora dolían. Me dolían mucho, y como nadie podía escucharme, gritaba enojado. Me acomodé los guantes, también los mitones, y frené unos minutos para calentarme las manos con la campera de pluma.
Para arriba. Mircea se veía cada vez más cerca, y el sol por fin se asomaba por encima de la cumbre y calentaba.
Últimos pasos exigentes, y con los ojos medio cerrados por el cansancio, llegué. No había más nada que escalar, y se sentía raro caminar en terreno plano.
Abracé a Andrei. Primera lágrima. Abracé a Mircea. Caminé un poco mareado hacia la cruz y la toqué. Me senté al lado. Me preparé para lo que había esperado por tanto tiempo, y me dejé llorar”.
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