Papa: Escuchar el clamor de los pobres
¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rm 8,35). En un mundo que a menudo cuestiona nuestra fe, los mártires son testimonio del poder del amor de Dios, para construir una sociedad justa, libre y reconciliada, inspirando a todos los hombres de buena voluntad para impulsar la paz, en Corea, en Asia y para toda la familia humana.
Con una multitudinaria participación de fieles -entre ochocientos mil y un millón- en un día de gran regocijo para todos los coreanos, el Papa Francisco beatificó a los mártires Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros que “vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria”.
La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio. “La celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados”, sostuvo el Santo Padre.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.
Abrazando en esta beatificación también a todos los mártires anónimos que en Corea y en todo el mundo, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre, el Papa Francisco culminó su homilía rogando “que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia y hasta los confines de la tierra”.
DE LA REDACCIÓN
EL ARGENTINO/Radio Vaticana
La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio. “La celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados”, sostuvo el Santo Padre.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.
Abrazando en esta beatificación también a todos los mártires anónimos que en Corea y en todo el mundo, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre, el Papa Francisco culminó su homilía rogando “que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia y hasta los confines de la tierra”.
DE LA REDACCIÓN
EL ARGENTINO/Radio Vaticana
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