Papa Francisco: la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia
“Queridos hermanos y hermanas. En esta Vigilia hemos recorrido los momentos fundamentales de la vida de Jesús, en compañía de María. Con la mente y el corazón hemos ido a los días del cumplimiento de la misión de Cristo en el mundo".
"La Resurrección como signo del amor extremo del Padre que devuelve vida a todo y es anticipación de nuestra condición futura. La Ascensión como participación de la gloria del Padre, donde también nuestra humanidad encuentra un lugar privilegiado”, expresó el papa Francisco.
“Por muchos aspectos, la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia”, recalcó para agregar: “Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver Su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida. María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre. Ella es en verdad la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús”, sostuvo.
“La oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo. Cada vez que contemplamos un momento, un misterio de la vida de Cristo, estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para luego acogerlo y seguirlo. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo en el servicio a los hermanos. Cuando acogemos y asimilamos dentro de nosotros algunos acontecimientos destacados de la vida de Jesús, participamos de su obra de evangelización para que el Reino de Dios crezca y se difunda en el mundo”, expresó el Santo Padre.
“Somos discípulos, pero también somos misioneros y portadores de Cristo allí donde él nos pide estar presentes. Por tanto, no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros. Por el contrario, estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia. Es la alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio de liberación y de salvación”, agregó el obispo de Roma.
Manos abiertas
Con el lema “Amar y servir” nace en 1922 en Buenos Aires, la fundación “Manos Abiertas”, gracias a la iniciativa de un grupo de voluntarios amigos, quienes, asesorados y guiados por el padre Ángel Rossi SJ, comienzan a distribuir alimentos y ropa. En mayo de 1994 se crea la primera obra: el Centro Hurtado, en la localidad Villa de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, y el 23 de abril de 1999 Manos Abiertas formaliza su actividad obteniendo la Personería Jurídica.
Desde entonces, esta Fundación que ayuda a los más necesitados a crecer, vivir y envejecer con dignidad, se ha extendido a diferentes puntos del país: Córdoba, San Juan, Chaco, Concordia, Salta, Mar del Plata, Jujuy y Santa Fe. Reunidos precisamente en Santa Fe, con motivo de su 14º Encuentro Nacional, esta asociación de voluntarios argentinos recibió un mensaje del Papa Francisco.
El Santo Padre les expresó: “Están reunidos en este Encuentro Nacional que tiene como tema: Misericordia, un viaje del corazón a las manos. Tomamos dos textos del Evangelio: cuando el Buen samaritano encuentra a ese hombre en el camino, dice el Evangelio que siente compasión en el corazón, y después, se bajó del caballo, lo tocó, lo curó; la compasión del corazón lo llevó a hacer un trabajo con sus manos. Otra escena del Evangelio nos habla de Jesús, a la puerta de la ciudad de Naím, que ve salir ese cortejo fúnebre de un joven hijo de la madre viuda, y la madre atrás; y sintió compasión por esa madre sola, se acercó, le dijo: No llores; y empezaron a actuar sus manos, después tocó el cajón, y dijo: Joven, levántate. Un viaje del corazón a las manos. Así es Jesús, así nos enseña el Evangelio: a hacer, pero desde el corazón”.
“Por muchos aspectos, la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia”, recalcó para agregar: “Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver Su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida. María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre. Ella es en verdad la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús”, sostuvo.
“La oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo. Cada vez que contemplamos un momento, un misterio de la vida de Cristo, estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para luego acogerlo y seguirlo. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo en el servicio a los hermanos. Cuando acogemos y asimilamos dentro de nosotros algunos acontecimientos destacados de la vida de Jesús, participamos de su obra de evangelización para que el Reino de Dios crezca y se difunda en el mundo”, expresó el Santo Padre.
“Somos discípulos, pero también somos misioneros y portadores de Cristo allí donde él nos pide estar presentes. Por tanto, no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros. Por el contrario, estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia. Es la alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio de liberación y de salvación”, agregó el obispo de Roma.
Manos abiertas
Con el lema “Amar y servir” nace en 1922 en Buenos Aires, la fundación “Manos Abiertas”, gracias a la iniciativa de un grupo de voluntarios amigos, quienes, asesorados y guiados por el padre Ángel Rossi SJ, comienzan a distribuir alimentos y ropa. En mayo de 1994 se crea la primera obra: el Centro Hurtado, en la localidad Villa de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, y el 23 de abril de 1999 Manos Abiertas formaliza su actividad obteniendo la Personería Jurídica.
Desde entonces, esta Fundación que ayuda a los más necesitados a crecer, vivir y envejecer con dignidad, se ha extendido a diferentes puntos del país: Córdoba, San Juan, Chaco, Concordia, Salta, Mar del Plata, Jujuy y Santa Fe. Reunidos precisamente en Santa Fe, con motivo de su 14º Encuentro Nacional, esta asociación de voluntarios argentinos recibió un mensaje del Papa Francisco.
El Santo Padre les expresó: “Están reunidos en este Encuentro Nacional que tiene como tema: Misericordia, un viaje del corazón a las manos. Tomamos dos textos del Evangelio: cuando el Buen samaritano encuentra a ese hombre en el camino, dice el Evangelio que siente compasión en el corazón, y después, se bajó del caballo, lo tocó, lo curó; la compasión del corazón lo llevó a hacer un trabajo con sus manos. Otra escena del Evangelio nos habla de Jesús, a la puerta de la ciudad de Naím, que ve salir ese cortejo fúnebre de un joven hijo de la madre viuda, y la madre atrás; y sintió compasión por esa madre sola, se acercó, le dijo: No llores; y empezaron a actuar sus manos, después tocó el cajón, y dijo: Joven, levántate. Un viaje del corazón a las manos. Así es Jesús, así nos enseña el Evangelio: a hacer, pero desde el corazón”.
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