Rompen vidrios en portales del Colegio Nacional
Dañar una escuela no es un hecho de vandalismo, inscripto en la mal llamada rebeldía estudiantil. Es un delito. Y uno muy grave.
El Colegio Nacional “Luis Clavarino” fue víctima –otra vez y de manera recurrente- de un hecho delictivo cuando ayer sus autoridades tomaron conocimiento de que los vidrios de dos portales de la institución fueron rotos a pedradas.
Las primeras presunciones indican que el hecho se produjo durante las serenatas del fin de semana. Y no se denunció el lunes porque ese día fue feriado por los festejos de la primavera. En diálogo con EL ARGENTINO, la vicerrectora del turno mañana, profesora Fátima Gestro, no ocultó su desazón y pena: “No es la primera vez que nos ocurre. Y si bien ya radicamos la correspondiente denuncia en sede policial, no nos quedamos tranquilos porque esto en cualquier momento puede volver a ocurrir”.
El ventanal de calle 25 de Mayo y el portal que da a la calle lateral sufrieron roturas de vidrios, provocados por pedradas. Incluso existen evidencias que los agresores a la institución intentaron ingresar dado que una de las puertas fue forzada. Si bien no la pudieron abrir, los signos visibles del intento están a la vista.
# No es un hecho aislado
Lo ocurrido con el Colegio Luis Clavarino no es un hecho aislado. Y si bien los especialistas indican que la violencia escolar siempre tiene una perspectiva multicausal, esa realidad sólo podrá cambiar cuando escuela y familia consoliden una alianza y aúnen criterios sobre la educación de los jóvenes y adolescentes.
No se trata de una agresión a un edificio cualquiera. Una escuela tiene un hondo simbolismo social. Y si bien se puede coincidir que la violencia afecta a todos, no todos tienen la posibilidad o la oportunidad de poder intentar cambios.
Ya se sabe, los jóvenes están creciendo en un contexto hostil, donde observan de manera permanente violencia física y psíquica, a veces desembozadamente manifiesta y en otras encubiertas. Este contexto se agrava por una estimulación intensa que llega a través de los medios de comunicación masivos, especialmente los electrónicos como la televisión, los juegos de computadoras e internet.
Pero sería ingenuo responsabilidad a la tecnología. La mayor violencia es la ausencia de un adulto como modelos. Esto no exonera a quienes rompieron los vidrios del Colegio Nacional, pero ubica al problema de la violencia en un contexto mayor; justamente para que el hecho no quede convertido en una anécdota.
La educación –y con ella la familia y la escuela- es un formidable espacio para consolidar un trabajo reparador de las conductas. Sería una pena que la comunidad renunciara a esta posibilidad.
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