Trabaja con alegría, pone pasión a lo que hace y la emocionan traer bebés al mundo y cantar
Salió de su Larroque hace años. Primero cantando, acompañando a amigos de la familia, como Roberto Romani y Ricardo (Gordo) Elena.
Y después para estudiar.
Pero vayamos al principio.
¿Desde cuando cantás? le preguntamos a Claudia Figueroa y la escuchamos “desde chiquita. Culpa de eso, empecé la escuela a los cinco años.
¿Cómo?
“Como no sabía leer, nadie me enseñaba guitarra. Fui al jardín de tres y al de cuatro años. Cuando terminé, no quise saber más de jardines y le dije a mamá que quería ir a la escuela de guardapolvo blanco, el de aprender a leer, para que me enseñaran”.
Se ve que Claudia se puso firme, porque su mamá consiguió que la aceptaran como oyente en el José Manuel de Estrada.
“Las monjas creyeron que me iba a cansar, pero cuando quisieron acordar, era octubre, me asignaron un examen y lo aprobé. Así seguí como alumna regular, terminé la primaria y me recibí a los 16”.
Pero bastante antes, a los siete años, Claudia estaba arriba de un escenario, con el Gordo Elena y Roberto Romani, que la llevaban a los festivales.
Y todas las semanas en casa de Amanda Lonardi, que le enseñó guitarra.
“Pero no escribo música, porque lo mío es más el canto que escribir melodías”, nos dijo.
Y dentro del canto, elegís siempre el folklore...
“En todo su abanico. La música del litoral me encanta, pero también me enamoran una zamba, una tonada, una chacarera. Y como para mí la música es universal y me gusta toda, también he interpretado “A mi manera”. Pero si me dan a elegir, me quedo con lo de nuestro lugar”.
La maravilla de traer
chicos al mundo
Prefiere que le digamos partera en lugar de obstétrica, profesión que estudió en La Plata.
Recién egresada del secundario, se fue para estudiar medicina, pero la obstetricia le salió al cruce y luego de ver un parto, decidió que esta sería su profesión, que como dijo en la entrevista “todavía me emociona”.
“A los 19 ya era partera. Después hice la licenciatura”, agregó y le dijimos “sos licenciada en traer bebés al mundo”, y Claudia completó “es algo que me sigue emocionando como el primer día. Prevalece el amor por lo que hago y eso marca la diferencia”.
Esta diferencia hace que deje afuera todo -todo- cuando en el hospital se encuentra con una mamá a punto de parir “para entregarme totalmente. Quiero que mi trabajo salga muy bien y eso implica poner todo de mí en lo que estoy haciendo, que es traer vida. No puedo descuidarme y gracias a Dios, no cargo con muertes. Es impresionante cómo siento que “el de arriba” me acompaña, que soy instrumento suyo. Él hace todo, yo simplemente acompaño y contengo a la mujer y a su familia”.
La solidaridad
Claudia ayudó mucho tiempo a Esther Paas. Ahora, colabora con el merendero de Arroyo Gaitán, pero no va a cantar, sino que cocina, limpia y sobre todo, se ocupa de pedir alimentos “y gracias a Dios salimos airosos cada fin de semana”.
Aquí marcó que a Teresa Bogao “le está costando cada vez más. Empezó a darles la merienda a veinte chicos y ahora tiene ciento veinte que van a comer todos los sábados y domingos. Por eso no pierdo ocasión para pedir alimentos para llevarle”.
Y cuando no está para el merendero, se ocupa de alimentar a los perros del parque Unzué, también aloja a los necesitados de adopción (hoy tiene siete) y alimenta a los del hospital Centenario. Está indignada con las carreras de galgos, las domas y jineteadas. En definitiva, con todo lo que haga sufrir a los animales.
Y domas y jineteadas has visto en tantos festivales que unen el folklore a esta actividad, le dijimos.
“Por eso no voy más al festival de Jesús María. Cosquín es otra cosa. Por suerte cuando cantaba no veía domar, pero hoy he crecido y sé que aún así, no podría volver a Jesús María”.
Como se ve, hace varias cosas al día (también ensayar, por supuesto) y para esto hay que organizarse. Más teniendo dos hijas y una casa que atender.
¿Cómo hacés?
“Me organizo y enseño a mis hijas como me enseñaron a mí. Soy ama de casa: limpio, lavo, plancho, y esto es lo que enseño a mis hijas. Vamos juntas en armonía, pero hay cosas en las que no tranzo”.
Es artista, y el padecimiento de los otros le afecta. Por eso no dudó, hace dos años, en comprar tela suficiente para aislar en boxes las cuatro camas de la sala de preparto, para que cada parturienta tenga intimidad en un momento tan especial.
También da clases de educación sexual en las escuelas donde la convocan “por el cansancio de ver tanta adolescente pariendo. Por llegar a ver una chica de 19 años con tres hijos. Soy una convencida que la educación sexual se debería enseñar desde el maternal. Porque enseñando a los chicos que nadie puede tocarlos, evitás el abuso. Y de grandes, está comprobado que cuanta más información tienen, más se retarda el inicio de las relaciones sexuales. Pero nadie quiere hablar de sexo. La Ley de enseñanza está, pero no se cumple. Y cuando la realidad se presenta en un aula, empiezan a llamarnos”.
También los padres se llevaron lo suyo, cuando Claudia dijo “me sorprende el desconocimiento, la falta de valores. Que nadie se siente con el chiquilín a hablar de esto. Hay mucha apertura para un montón de cosas pero no para lo esencial. Y los chicos se van haciendo a los golpes”.
Habla de todo con pasión. Entonces cuesta establecer qué le gusta más, pero ella lo aclara enseguida: “a la obstetricia y el canto las hago con mucha pasión, por eso no me canso”.
Y tras esto confió que está con ganas de preparar una actuación para el inicio del verano en una pizzería de calle Alem.
Y para esto tendrá que sumar los ensayos a las actividades que tiene cada día.
Que para ella no son trabajo, sino pasión.
Por Silvina Esnaola
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