Tres valores de Santa Lucía. El Papa a la Unión Italiana de Ciegos
El Santo Padre recibió ayer al Consejo Nacional de la Unión Italiana de Ciegos y personas con discapacidad visual, en ocasión de la fiesta de Santa Lucía, Patrona de la vista.
Santa Lucía, mártir en el siglo IV durante el Imperio de Diocleciano, enseña algunos valores humanos –subrayó el Papa – que pueden ser compartidos por todos, creyentes y no creyentes.
Primero que todo el coraje, dijo, de esta joven mujer. Un coraje del cual “todos necesitamos para afrontar las pruebas de la vida”.
De ahí la exhortación del Pontífice a tener coraje para no cerrarse ante las pruebas de la vida, sino por el contrario abrirse a la realidad, a los demás y a la sociedad. Otro valor sugerido por la Santa, siguió Francisco, fue el de formar parte de una comunidad y “hacer” comunidad, porque de hecho, una asociación no es una suma de individuos sino que es mucho más: en un tiempo en el que la sociedad apuesta mucho sobre derechos individualistas, se corre el riesgo de olvidar la dimensión de la comunidad. Por ese motivo – afirmó el Papa - las personas que conviven con discapacidades o desventajas “pueden decir a todos, con su experiencia, que no somos ‘mónadas’, no estamos hechos para ser aislados, sino para relacionarnos, para completarnos, ayudarnos, acompañarnos y sostenernos unos a otros.
Finalmente, el Sucesor de Pedro señaló el valor del don de sí mismo, que la joven mártir testimonió con su vida. Con este valor Lucía nos dice que “la vida está hecha para ser donada” porque “el hombre no se realiza plenamente en el poseer y ni siquiera en el hacer; se realiza en el amar, es decir, en el donarse”. Y éste es el secreto de la verdadera felicidad.
Primero que todo el coraje, dijo, de esta joven mujer. Un coraje del cual “todos necesitamos para afrontar las pruebas de la vida”.
De ahí la exhortación del Pontífice a tener coraje para no cerrarse ante las pruebas de la vida, sino por el contrario abrirse a la realidad, a los demás y a la sociedad. Otro valor sugerido por la Santa, siguió Francisco, fue el de formar parte de una comunidad y “hacer” comunidad, porque de hecho, una asociación no es una suma de individuos sino que es mucho más: en un tiempo en el que la sociedad apuesta mucho sobre derechos individualistas, se corre el riesgo de olvidar la dimensión de la comunidad. Por ese motivo – afirmó el Papa - las personas que conviven con discapacidades o desventajas “pueden decir a todos, con su experiencia, que no somos ‘mónadas’, no estamos hechos para ser aislados, sino para relacionarnos, para completarnos, ayudarnos, acompañarnos y sostenernos unos a otros.
Finalmente, el Sucesor de Pedro señaló el valor del don de sí mismo, que la joven mártir testimonió con su vida. Con este valor Lucía nos dice que “la vida está hecha para ser donada” porque “el hombre no se realiza plenamente en el poseer y ni siquiera en el hacer; se realiza en el amar, es decir, en el donarse”. Y éste es el secreto de la verdadera felicidad.
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