La fuga de capitales de España acelera la crisis
Cuatro meses después del inicio de las inyecciones de liquidez por un billón de euros dispuestas por el Banco Central Europeo (BCE) para evitar un colapso financiero en Europa, la crisis española pone en serios aprietos la viabilidad de esta receta.
El síntoma más claro del agotamiento de la medicina del BCE es el ritmo que ha adquirido en las últimas semanas, la huída de la inversión extranjera en títulos de la deuda soberana de España: 700 millones de euros diarios.
Se trata de un ritmo mensual del orden de los 15.000 millones de euros, una cifra que tipifica exactamente un cuadro de colapso como el que quiso evitar el BCE con las líneas de liquidez puestas en práctica en diciembre y repetidas en febrero.
Apenas dos meses después de las grandes subastas del ente monetario continental, tomadas en alrededor de un 50% por entidades españolas e italianas, los inversores se deshacen de los papeles de deuda ibérica previendo un empeoramiento `ad infinitum` de la situación económica en la península.
Mientras el billón de euros se esfuma, las acciones de los grandes bancos españoles se desploman en la Bolsa de Madrid semana tras semana, casi al mismo ritmo en que se degrada la deuda soberana del país.
El viernes, Emilio Botín, el presidente del mayor banco de España y uno de los tres más grandes de Europa, el Grupo Santander, no pudo evitar decir en público que reclamó al BCE que abra más líneas para las entidades financieras y que renueve las ya concedidas cuando venzan dentro de tres años.
Hombre frío, de gran cálculo y nunca dispuesto a mostrar cartas ni debilidades, Botín pareciera haber perdido en este caso sus habituales rasgos de hábil jugador de póker. Por el contrario, sus declaraciones mostraron a la banca española en toda su desnudez.
El presidente del Santander dijo sin tapujos que no recibió una respuesta afirmativa del BCE a una carta que le envió pidiendo a su presidente, Mario Draghi, más subastas de liquidez.
Mientras la acción del Santander se desploma, Botín se opone con todas sus fuerzas a la creación de un “banco malo”, esto es, una entidad bancaria que absorba todos los activos tóxicos (incobrables) de los bancos españoles.
Botín salió así al paso de las interpretaciones periodísticas de las confusas manifestaciones realizadas el jueves por el ministro de Economía, Luis de Guindos, quien, en una conferencia en Barcelona deslizó la posibilidad de que cada banco cree su propia “entidad mala”.
“No me gusta, lo dije el primer día y el Gobierno lo ha dicho bien claramente, que aquí no hay banco malo”, dijo Botín en forma de mensaje directo y de presión a las autoridades económicas españolas.
La admonición de Botín ha sido provocada porque no quiere ser colocado, al igual que el BBVA o BankCaixa, en la misma situación de Bankia (ex Caja Madrid) y otras entidades menores que presionan al Gobierno para que los auxilie con dinero público.
Este y no otro es el motivo de la creación de uno o más “bancos malos”: que el Estado se haga cargo de los activos tóxicos y los bancos en crisis se liberen de esta lacra.
Pero lo que también deja claro su petición al BCE es que todos los bancos, incluido el Santander, precisan de esa ayuda, ya que a este ritmo de salida de capitales de la deuda y sin contar los depósitos que huyen de los bancos, el colapso del sistema financiero podría no ser una perspectiva tan lejana.
Hasta aquí y desde diciembre, las entidades españolas e italianas, las más comprometidas de Europa, han usado la liquidez liberada por el BCE para comprar bonos de la deuda de sus Estados a cambio de un rendimiento de hasta cinco puntos.
Esto les ha permitido a ambos Estados encontrar tomadores de sus emisiones en estos bancos nacionales.
Pero de acuerdo a las proyecciones de la City londinense, citadas por Bloomberg, al actual ritmo de adquisición de deuda la liquidez del BCE permitiría que las entidades españolas compren bonos un máximo de 50 días más y, en el caso de las italianas, 25 o 30 días.
La presión de los mercados, pues, arrecia. El BCE y Alemania defienden el curso económico adoptado por el Gobierno de España y piden tiempo a los inversores, lo mismo que Botín y el presidente español, Mariano Rajoy.
Para obtener ese tiempo, los banqueros le piden más ayuda al BCE, el cual exige un ajuste mayor a los bancos y a España. Pero bancos y Gobierno están al límite, pues la austeridad hunde a la economía más y más en la depresión.
Dos salidas se avizoran a la espera del resultado de las cruciales elecciones presidenciales de Francia de mañana domingo, las cuales si son ganadas por el socialista Francois Hollande, podrían alterar el rumbo económico actual en Europa.
La primera, harto difícil, es que el BCE acceda y siga prestando euros a los bancos para que compren deuda. Pero es justamente este camino el que se ha agotado o está en vías de agotarse y que llena de papeles de la deuda desvalorizados al tesoro del BCE. La segunda es que se imponga la opción de los Eurobonos, una y otra vez rechazada por la Alemania de Angela Merkel, y que implica la emisión de un único título de la deuda en toda la Eurozona y que implicaría directamente a los germanos en el sostenimiento de sus socios más débiles.
Algo parecido ha sido puesto en marcha en España, donde el Estado central emitirá hispanobonos, una suerte de títulos de deuda que suplanten a los quebrados títulos de deuda de las comunidades autónomas, en buena parte colapsadas.
Lo que muestra el derrumbe español es que las recetas de austeridad no funcionan más en el Viejo Continente y que insistir en ellas es provocar la caída de España e Italia, la antesala al resquebrajamiento definitivo de la Eurozona y de la unidad política regional.
Se trata de un ritmo mensual del orden de los 15.000 millones de euros, una cifra que tipifica exactamente un cuadro de colapso como el que quiso evitar el BCE con las líneas de liquidez puestas en práctica en diciembre y repetidas en febrero.
Apenas dos meses después de las grandes subastas del ente monetario continental, tomadas en alrededor de un 50% por entidades españolas e italianas, los inversores se deshacen de los papeles de deuda ibérica previendo un empeoramiento `ad infinitum` de la situación económica en la península.
Mientras el billón de euros se esfuma, las acciones de los grandes bancos españoles se desploman en la Bolsa de Madrid semana tras semana, casi al mismo ritmo en que se degrada la deuda soberana del país.
El viernes, Emilio Botín, el presidente del mayor banco de España y uno de los tres más grandes de Europa, el Grupo Santander, no pudo evitar decir en público que reclamó al BCE que abra más líneas para las entidades financieras y que renueve las ya concedidas cuando venzan dentro de tres años.
Hombre frío, de gran cálculo y nunca dispuesto a mostrar cartas ni debilidades, Botín pareciera haber perdido en este caso sus habituales rasgos de hábil jugador de póker. Por el contrario, sus declaraciones mostraron a la banca española en toda su desnudez.
El presidente del Santander dijo sin tapujos que no recibió una respuesta afirmativa del BCE a una carta que le envió pidiendo a su presidente, Mario Draghi, más subastas de liquidez.
Mientras la acción del Santander se desploma, Botín se opone con todas sus fuerzas a la creación de un “banco malo”, esto es, una entidad bancaria que absorba todos los activos tóxicos (incobrables) de los bancos españoles.
Botín salió así al paso de las interpretaciones periodísticas de las confusas manifestaciones realizadas el jueves por el ministro de Economía, Luis de Guindos, quien, en una conferencia en Barcelona deslizó la posibilidad de que cada banco cree su propia “entidad mala”.
“No me gusta, lo dije el primer día y el Gobierno lo ha dicho bien claramente, que aquí no hay banco malo”, dijo Botín en forma de mensaje directo y de presión a las autoridades económicas españolas.
La admonición de Botín ha sido provocada porque no quiere ser colocado, al igual que el BBVA o BankCaixa, en la misma situación de Bankia (ex Caja Madrid) y otras entidades menores que presionan al Gobierno para que los auxilie con dinero público.
Este y no otro es el motivo de la creación de uno o más “bancos malos”: que el Estado se haga cargo de los activos tóxicos y los bancos en crisis se liberen de esta lacra.
Pero lo que también deja claro su petición al BCE es que todos los bancos, incluido el Santander, precisan de esa ayuda, ya que a este ritmo de salida de capitales de la deuda y sin contar los depósitos que huyen de los bancos, el colapso del sistema financiero podría no ser una perspectiva tan lejana.
Hasta aquí y desde diciembre, las entidades españolas e italianas, las más comprometidas de Europa, han usado la liquidez liberada por el BCE para comprar bonos de la deuda de sus Estados a cambio de un rendimiento de hasta cinco puntos.
Esto les ha permitido a ambos Estados encontrar tomadores de sus emisiones en estos bancos nacionales.
Pero de acuerdo a las proyecciones de la City londinense, citadas por Bloomberg, al actual ritmo de adquisición de deuda la liquidez del BCE permitiría que las entidades españolas compren bonos un máximo de 50 días más y, en el caso de las italianas, 25 o 30 días.
La presión de los mercados, pues, arrecia. El BCE y Alemania defienden el curso económico adoptado por el Gobierno de España y piden tiempo a los inversores, lo mismo que Botín y el presidente español, Mariano Rajoy.
Para obtener ese tiempo, los banqueros le piden más ayuda al BCE, el cual exige un ajuste mayor a los bancos y a España. Pero bancos y Gobierno están al límite, pues la austeridad hunde a la economía más y más en la depresión.
Dos salidas se avizoran a la espera del resultado de las cruciales elecciones presidenciales de Francia de mañana domingo, las cuales si son ganadas por el socialista Francois Hollande, podrían alterar el rumbo económico actual en Europa.
La primera, harto difícil, es que el BCE acceda y siga prestando euros a los bancos para que compren deuda. Pero es justamente este camino el que se ha agotado o está en vías de agotarse y que llena de papeles de la deuda desvalorizados al tesoro del BCE. La segunda es que se imponga la opción de los Eurobonos, una y otra vez rechazada por la Alemania de Angela Merkel, y que implica la emisión de un único título de la deuda en toda la Eurozona y que implicaría directamente a los germanos en el sostenimiento de sus socios más débiles.
Algo parecido ha sido puesto en marcha en España, donde el Estado central emitirá hispanobonos, una suerte de títulos de deuda que suplanten a los quebrados títulos de deuda de las comunidades autónomas, en buena parte colapsadas.
Lo que muestra el derrumbe español es que las recetas de austeridad no funcionan más en el Viejo Continente y que insistir en ellas es provocar la caída de España e Italia, la antesala al resquebrajamiento definitivo de la Eurozona y de la unidad política regional.
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