Los desafíos del acuerdo
El Fondo Monetario Internacional (FMI) es una de las instituciones menos apreciadas por los argentinos. La aplicación de sus políticas es sinónimo de ajuste en un país acostumbrado a despilfarrar sus recursos.
Las medidas aconsejadas por el organismo provocaron serias crisis en otras circunstancias históricas, con su impacto negativo en el empleo, en la pobreza y pérdida de calidad de vida.
El ejemplo más notable sucedió a fines de 2001, cuando Anne Krueger, entonces vicepresidenta del FMI, quería probar su teoría de que los países también deben quebrar en sus finanzas y buscar un acuerdo con sus acreedores, quienes serían así castigados por prestarle dinero a una nación insolvente.
Esa posición determinó que el Fondo no le prestara asistencia financiera a la Argentina, pese a los pedidos del entonces ministro Domingo Cavallo. La decisión precipitó la caída del gobierno de Fernando de la Rúa y de la convertibilidad.
La actual conducción de Christine Lagarde incorporó la visión de que, junto al ajuste en las cuentas públicas, el organismo debe liberar recursos para programas sociales que moderen la desocupación y la pobreza.
Hoy, el FMI es el prestamista de última instancia para que la Argentina no repita el default de la deuda de 2001. Es, además, el único prestamista para un país al cual se le cerraron los mercados de deuda, dada la insolvencia implícita en sus cuentas.
El Gobierno Nacional y las provincias gastan más de lo que recaudan, lo que genera déficit fiscal, mientras que la Argentina gasta más dólares de los que produce su economía. El déficit financiero y el de cuenta corriente son impagables, salvo por la ayuda del FMI.
El temor a como evolucionen las cuentas oficiales y la incertidumbre sobre si el próximo gobierno respetará el acuerdo con el FMI, si dispondrá una renegociación del acuerdo o si dispondrá otro default, alientan la aversión al peso.
Esa tendencia sólo es contenida en forma parcial por el Banco Central, que paga tasas siderales para evitar que el dinero del mercado se refugie en el dólar. Una corrida provocaría una grave crisis financiera y un caos económico y social.
La administración de Mauricio Macri debe explicar con claridad la delicada situación que se vive y los porqués del acuerdo con el FMI, además de exponer los sacrificios que demandan las metas autoimpuestas.
No hay en la oposición, por otra parte, un discurso realista sobre el préstamo del Fondo, por lo que se prefiere demonizar su figura y eludir la mención de soluciones alternativas. Es la búsqueda de un rédito mezquino y de corto plazo.
Detrás de eslóganes vacíos, se esconde el enorme desafío que se debe la Argentina, el cual es encarar las reformas impositiva, laboral y previsional, que tornen competitiva a su economía y eviten las crisis cíclicas.
Hay un mensaje profundo en el renovado acuerdo, que va más allá de los montos del préstamo y de las simpatías o no con el organismo en cuestión.