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Informe Especial: la necesidad de jerarquizar el Oro Azul

Entre Ríos es la provincia que más ríos tiene pero carece de una ley del agua

Entre Ríos es la provincia que más ríos tiene pero carece de una ley del agua

El gobernador Sergio Urribarri se reunió el 12 de enero con el vicepresidente en ejercicio de la presidencia, Amado Boudou, en su despacho del Banco de la Nación, con el objetivo de abordar una agenda de temas, entre ellos el uso estratégico del agua.


Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©


En tal sentido, el mandatario anunció la creación de la Secretaría del Agua en la provincia. “El agua es un asunto altamente estratégico para la provincia y estoy convencido de que también para el país. Estamos tratando de generar la sensibilización en la provincia y en la región sobre el tema para generar las herramientas necesarias para poner bajo riego nuestra agricultura”, declaró en esa oportunidad el gobernador (1).
“Por tal motivo –agregó- le hemos comunicado al vicepresidente nuestra decisión respecto de la creación de una Secretaría del Agua como una respuesta institucional a esos asuntos estratégicos y la encargada de darle fuerza a esta decisión: vamos a elevar el agua hasta cotas que permitan la disponibilidad de agua superficial para miles de campos productivos y vamos a instrumentar las herramientas financieras e impositivas para facilitar e inducir a que efectivamente el productor incorpore sistemas de riego eficientes que lleven el agua a la semilla”, anunció el mandatario.
Esto implica la realización de la infraestructura, la regulación de uso y de impacto ambiental y la administración de las herramientas financieras e impositivas. En ese esquema, el gobernador percibe que la Secretaria del Agua “debe ser la génesis de un Instituto del Agua como un ente técnico profesional autárquico y de amplia participación de las instituciones que nuclean a los productores y sus organismos técnicos, también de las universidades y de la red de servicios agrícolas”.
Gracias a los estudios realizados por el experto José Nágera (vecino de Gualeguaychú y que fue el primer geólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires en 1915, falleció en 1966), se sabe que la provincia está atravesada por más de siete mil ríos, riachos y arroyos (2) cuyas aguas superficiales no dependen del milagro de la lluvia.
Sin embargo, Entre Ríos es noticia muchas veces porque padece el problema de la sequía de sus tierras, especialmente en el sur provincial. A veces los titulares, como en la actualidad, subrayan el flagelo de las sequías y en otras ocasiones el de las crecientes, como así también que durante el verano el agua escasea en varias ciudades.
En materia turística el agua es tierra de nadie. ¿Alguien informó con precisión que ocurre con las termas de Villa Elisa, cuya descarga se vuelca al río Gualeguaychú y luego llega a la toma de agua de la ciudad?
El agua es el primer alimento del hombre. En ese marco se la considera un bien no renovable, finito, escaso, a veces demasiado oneroso. Sin embargo, en Entre Ríos el agua es tierra de nadie, si se mira lo que se está haciendo con el “Oro Azul” en materia termal, playas, industrias, producción, saneamiento y un largo etcétera. Por eso la iniciativa del gobernador de crear la Secretaría del Agua es un paso institucional de primer orden, justamente para terminar con la anarquía que reina alrededor de este recurso tan caro para la vida de los pueblos.

Contextos y perspectivas


En el campo, la falta de agua provoca la muerte de animales, amén de los riesgos que atraviesan los sembrados. La falta de agua siempre es una amenaza que torna impredecible e incierta la suerte de los pequeños y medianos productores que deben partir de sus hogares en un éxodo que avergüenza la memoria de los mayores.
Los chacareros y colonos hoy miran el cielo por encima de sus hombros, rogando que caiga una buena lluvia; mientras los dirigentes agropecuarios miran a los ojos a los legisladores nacionales y provinciales para que declaren de vez en cuando una emergencia y así poder gestionar los recursos necesarios para superar una situación que siempre afecta a todos en mayor o menor medida. Y todo esto se podría evitar con acueductos colectivos. Hacia ese horizonte marcha ahora la provincia.
A pesar de que Entre Ríos cuenta con más de siete mil recursos hídricos naturales, la precipitación sigue siendo la principal fuente de suministro de agua para la agricultura.
Todavía a nadie se le ocurrió pensar que en materia de infraestructura, la provincia ofrece las mejores condiciones para consolidar un sistema de riego artificial, que permita no sólo el goteo en el surco sino fundamentalmente la impregnación de humedad en la tierra. No es casual que Entre Ríos hoy sea –pese a su nombre- una provincia donde la erosión de sus suelos es una alarma ambiental insoslayable.
No es secreto para nadie que la sequía, el agotamiento de las reservas de agua del suelo, con el agravante de las pérdidas debidas a la evaporación son factores que combinados, disminuyen considerablemente los rendimientos de cultivos y del ganado.
La sequía no es algo nuevo sino recurrente, y cada vez que se presenta causa importantes pérdidas económicas, siempre por cifras millonarias.
La iniciativa que lidera ahora Urribarri tiene un antecedente positivo: en el 2009 el gobierno provincial comenzó, tibiamente también hay que decirlo, a implementar un sistema colectivo de riego en la zona norte. Una experiencia piloto, incipiente, que replica lo realizado en otros distritos –como los de Cuyo- que son decanos a la hora de administrar colectivamente el agua.

Lo que se viene

Pronunciar Entre Ríos es saber que desde el nombre ya se denota una intensa como fuerte presencia de cauces hídricos.
Estos ríos han demarcado la geografía y son un factor clave e influyente para determinar su economía, pero fundamentalmente la identidad y la cultura de los pueblos.
Los dos ríos más importantes, el Paraná y el Uruguay, cobijan en sus márgenes a las localidades más grandes del territorio, pero además son dueños de subsistemas hídricos y pendientes (la del Paraná, la del Uruguay, la del Gualeguay y la del Delta) y en total confluyen más de siete mil ríos, riachos y arroyos, sin tener en cuenta los cauces secos que se tornan en corrientes de agua cuando las precipitaciones son abundantes.
En este contexto geográfico, siempre la sequía hace estragos. Imperturbable, la falta de agua se hace señora de la muerte y afecta al hombre, a los animales y a los cultivos. Mientras tanto, siete mil cursos de agua bajan constantemente en busca del mar sin poder ser aprovechados en todo su potencial. Esta es la realidad que ahora se quiere revertir, tomando al acceso al agua dulce como un derecho indispensable para la vida.
La solución se impone: una ley de agua, que permita no sólo consolidar lo que se empezó en el norte entrerriano con el riego colectivo, sino aprovechar integralmente mejor el “Oro Azul” que tanto merecen los entrerrianos que hacen de esta tierra “el mejor verde” del país.
Es evidente que la abundancia llevó al desprecio y a la desvalorización. De otra forma no se entiende cómo es posible que a ningún gobernante se le haya ocurrido darle un instituto formal y potente al agua, que permita su administración desde una Secretaría como ahora se quiere implementar.
Se insiste: otros distritos como Mendoza debieron -obligatoriamente- por escasez, establecer obras hidráulicas y leyes de fomento para garantizar el agua destinada al consumo y a la producción, en ese orden. La zona de Cuyo es tal vez la más adelantada en materia de acueductos que existe en el país y encierra a los distritos que mejor optimizan el recurso del agua.
Por su parte, Entre Ríos, que fue bendecida con la abundancia del agua, es una de las pocas provincias que no posee un ente regulador y tampoco tiene consolidada iniciativas de estímulo para su manejo.
La Provincia de Entre Ríos debe su nombre a dos majestuosos ríos que la envuelven casi como en un abrazo: los ríos Paraná y Uruguay. En la voz Guaraní, Paraná significa “pariente del mar” y Uruguay “río de los pájaros”. Tan sabios como observadores, los pueblos originarios sabían de qué estaban hablando.
En la legislatura provincial se presentaron proyectos para darle un orden al manejo del recurso, pero no fueron aprobados. Lo que nadie puede explicar es por qué no se enriquecen esos proyectos o se aprueba tal como están. La demora legislativa es una irresponsabilidad institucional de primer orden. ¿Todo lo tiene que hacer el Ejecutivo? La respuesta, por obvia, indica que no; pero con la capacidad ociosa que han manifestado históricamente los legisladores no hay mucho margen para un cambio de paradigma. Ahora hay una legislatura nueva. Es hora de que comiencen a pensar en los grandes temas que preocupan a los entrerrianos y de preservar un recurso que es escaso en el mundo.
Lo que ocurre en la actualidad son varias leyes que se contradicen, demasiados entes descentralizados que no coordinan sus acciones entre sí, organismos oficiales que están vinculados con el agua pero no trabajan de manera conjunta. Un desperdicio de esfuerzos y recursos. Un ejemplo alcanzará para ilustrar el concepto: El área de Minería autoriza extraer arena del cauce de un arroyo; a su vez Hidráulica advierte que si se profundiza el arroyo, aumentará la velocidad del agua y producirá erosión. Por allí, Ambiente autoriza la deposición final del efluente de una fábrica a ese arroyo y aguas abajo, Obras Sanitarias autoriza la toma de ese arroyo para el agua de un pueblo.
Son áreas del Estado que tienen distintas funciones pero todas tratan sobre el agua y ninguna sabe lo que está haciendo la otra. Son compartimentos estancos y que se contradicen en su naturaleza y función. La idea de crear una Secretaría del Agua y luego un Instituto rector técnico, no es otra cosa que darle orden y previsibilidad a un área en donde ya existieron demasiadas improvisaciones.
Por eso en el esquema de Urribarri se requiere una autoridad única del agua que conglomere a todos los actores, con brazo ejecutor en los comités de cuenca y consorcios de usuarios. En buen romance, una normativa centralizada y una descentralización operativa.

Valorar el agua

Es paradójico, pero mientras se sostiene como un derecho humano básico el acceso seguro y suficiente del agua potable, en Entre Ríos por el momento se carece de un organismo que lo administre, lo norme y lo regule. De ahí la oportunidad que presenta este nuevo organismo que deberá contar con la aprobación de la Legislatura provincial.
Tomar conciencia es el imperativo de la época. Porque el sólo hecho de que las personas en situación de pobreza sean las que tienen más probabilidades de caer enfermas, y que la mala salud perpetúe esa pobreza, deja al descubierto uno de los círculos viciosos que obstaculiza el desarrollo económico y social: esto no es otra cosa que la falta de acceso al agua potable.
Los expertos hacen una oportuna advertencia: cuando se pretenda gestionar los recursos hídricos de forma sostenible se ha de considerar el posible impacto negativo de la actividad humana en el medioambiente.
No basta con extraer el agua de la naturaleza para usarla en la agricultura, la industria y la vida diaria, porque se requiere antes tomar en cuenta las necesidades de la naturaleza. Es obvio, pero hay que decirlo: los animales y las plantas, los paisajes y los humedales también necesitan agua dulce y sana.
Es indispensable que se adopten medidas de respeto a la base del recurso agua, porque del agua depende nada menos que la propia vida. El otro aspecto que es necesario tener en cuenta, es que un ente que centralice y coordine el uso del agua en la provincia para todos los fines, deberá también hacer docencia.
Alrededor del agua están las ciudades y los campos; ricos y pobres; tierras áridas y tierras fértiles; desarrollo en materia de infraestructura y calidad ambiental; los actores locales y las autoridades centrales. Incluso, alrededor del agua hay que observar y tener en cuenta la escala regional e internacional, es decir, tener una mirada de cuenca y diseñar políticas que favorezcan la cooperación, justamente porque se está frente a un recurso que además de común es escaso.
Si el siglo XX será recordado por haber potenciado el petróleo (Oro Negro), el XXI será signado por el agua dulce (Oro Azul). Sería interesante que en Entre Ríos, el agua deje de ser una anarquía y sea democrático, tributando la honra del propio nombre e identidad de la provincia.


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