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Los hacedores

Viaje a la Ciudad de los Poetas, la que tiene “mil canciones que en el cielo están grabadas”

Viaje a la Ciudad de los Poetas, la que tiene “mil canciones que en el cielo están grabadas”

La definición original de la palabra “hacedores” tiene una fraternal sintonía con la de poeta. La palabra poeta implica “hacer” o “el que hace”. Por eso el poeta es un hacedor y lo es en una de las más delicadas materias que da el espíritu.


Ahora se podrá comprender mejor la perspectiva que permite también nombrar a Gualeguaychú como Ciudad de los Poetas.
En una parcela de la histórica Plaza San Martín, hay un rincón que es memoria y recuerda a los poetas de la ciudad.
Allí, Olegario Víctor Andrade “conversa” con Gervasio Méndez y a ese dúo se le suma Luis N. Palma. El coro de poetas se completa con Manuel Portela, Mateo Dumón Quesada, Luis María Grané, Manuel Palacios, Pablo Díaz, Ana Etchegoyen y Pablo Daneri. Ellos le dieron este espíritu a Gualeguaychú.
El Rincón de los Poetas fue inaugurado el 19 de octubre de 1965 y está en esas cuatro manzanas que son en sí mismas todo un mundo, porque a su alrededor se instalaron como vecinos las instituciones símbolos de la ciudad: la fe, la educación, la justicia.
Para cristalizar este homenaje perpetúo a los Poetas, se convocó al diálogo de otras artes: la escultura. Casi todas pertenecen a la artista Adela Pérez Cheveste, aunque la de Manuel Palacio la realizó Luis Benítez y la de Pablo Daneri el escultor Oscar Rébora.
¿Cuántas ciudades tendrán un Rincón de los Poetas? Solamente Gualeguaychú. Y eso no es casualidad.
“Todo está como era entonces: / la casa, la calle, el río, / los árboles con sus hojas / y las ramas con sus nidos”, reza Olegario Víctor Andrade (1) para dar testimonio que hay imágenes que desafían la eternidad: son las que se llevan en el alma.
Gervasio Bibiano había nacido en Gualeguaychú el 30 de diciembre de 1843, en el seno de un hogar humilde integrado por Ambrosia de León (apellido ligado a la fundación de la ciudad) y Gervasio Méndez.
Gervasio Bibiano Méndez es –según el mismo Olegario- el poeta soldado que llevaba su poesía en la cartuchera y la imagen remite a la historia: más precisamente a noviembre de 1870 cuando se libra el Combate de la Isla y Gervasio Méndez revistaba en el Batallón 15 de Abril.
Siendo joven –y luego de haberse conmovido por la epidemia del cólera que hizo estragos en esa época- Gervasio Méndez comienza a sufrir una rara enfermedad que lo postra de manera crónica y gradual para siempre. Hay que imaginarlo en ese estado de casi parálisis, escribiendo acostado en su cama.
Amigo de Martín Coronado, de Carlos Guido Spano, de Rafael Obligado y del ya citado Andrade, da testimonio de su propia enfermedad para que no le tengan lástima. Canta Gervasio Méndez: “¡Pobre! dicen algunos, / así, con cierto desprecio / al mirar la cadena / que paraliza mi cuerpo. // Y yo exclamo al oírlos / con el desdén que inspira el necio / más pobres seréis vosotros / que tenéis paralítico el cerebro”. (2).
Gervasio Méndez murió el 18 de abril de 1897 en Buenos Aires. Y recién en 1943 sus restos son traídos a su Gualeguaychú “que siempre está como entonces”. Una calle y nada menos que una escuela pronuncian todos los días su nombre.
Este poeta le cantó al General San Martín, cuando la Patria hizo justicia con el Libertador de América: “¡Héroe inmortal! Al recordar tu nombre / chispear el alma de entusiasmo siento / y en vano intenta modular mi lira / de tus victorias el sublime estruendo”. O cuando en “Los náufragos del mundo” el propio Gervasio Méndez expresa: “¿No lo veis? – Son los náufragos del mundo / batidos por las penas / que han caído en el mar de la desgracia. / Ese mar sin riberas”. El Rincón de Los Poetas de calle San Martín rescata a Gervasio Méndez del naufragio del olvido y Gualeguaychú lo tiene para siempre.

Arraigo


“Que suave placidez. Que hondo cariño / Que dulces horas de envidiable calma / He sentido mi espíritu de niño / En el sublime festival del alma”, reza Luis N. Palma a través de este endecasílabo.
Había nacido el 6 de diciembre de 1863 en Gualeguay. Cura párroco de Gualeguaychú, fue junto a Olegario Víctor Andrade y Gervasio Méndez toda una inspiración para la poesía del río y el alma.
En el número 12 de Cuadernos de Gualeguaychú se resguarda para todos los tiempos un acto fundacional. El 27 de octubre de 1889 se inaugura el flamante edificio de la Estación del Ferrocarril. Y Luis N. Palma –con su oratoria impar-dirá: “(…) Es la fiesta del pueblo en su manifestación más simpática. Del pueblo sin preocupación, sin odios, sin resentimientos; del pueblo que busca en el trabajo diario la luz anhelada de su propio engrandecimiento”. (…) Gualeguaychú, señores, se incorpora de lleno a los pueblos que progresan y hacen suyas las conquistas de este siglo de asombro que ha dominado la naturaleza sorprendiendo sus secretos y encadenando el vapor y la electricidad al rodaje de sus máquinas”. Es el mismo poeta sacerdote que profetiza al sostener: “Tuyo es el porvenir, Gualeguaychú”. (3).
Mateo Dumón Quesada es un criollo de ley. Nació en Gualeguaychú el 24 de abril de 1901 y falleció el 13 de mayo de 1954. Su literatura siempre es memoria de tierra adentro. En “Las espuelas de la Virgen” se dimensiona su pluma cuando describe al caudillo Crespín Velázquez.
“Era amargo en la paz y dulce en el combate. Su estancia lo vio siempre mudo y triste; pero suena un clarín: el toque arde en las antorchas de las crineras, pasa de relincho en relincho, incendia el pago el chisporrotear de los teros..., y el General Crispín Velázquez se transforma”.
Luis María Grané nació en Gualeguaychú el 2 de diciembre de 1893 y falleció a los 33 años el 22 de mayo de 1927 en Buenos Aires.
Poco antes de su muerte, tres libros suyos quedaron para la vida: “En olor de juventud”, “Alabastrón” y “Ananké”. Enseña este joven poeta: “Alma que cantar sabes, tienes todo un tesoro. / La armonía del mundo se ha refundido en vos. / Quien no ha cantado, ignora del manantial sonoro / quien no ha cantado, ignora los júbilos de Dios”.
Se podría ir, de un tirón, desde los versos de estos poetas a los actuales. Es que la historia es una continuidad.

Raíces y alas

Está claro que Gualeguaychú es la ciudad primera del departamento. Es ciudad de la administración y la Justicia. Es la ciudad que supo ostentar un puerto en ese río que se empecina con su destino de mar. En las cartas antiguas figura como Villa San José de Gualeguaychú. Y en las esquinas de las almas y del corazón, se la nombra también como Ciudad de los Poetas.
Gualeguaychú, Ciudad de los Poetas, aún sigue rindiendo honor a la palabra amada. Y se sigue escribiendo porque hay necesidad… porque el silencio ya no alcanza.
Sigue diciendo don Enrique Ángel Piaggio –porque esa es la maravilla de la palabra escrita-: “Cuando alguien, en un momento determinado de su vida es conducido por una fuerza desconocida desde los umbrales de su mente hasta la luz de las revelaciones, comienza a comprender cosas que le resultaban oscuras o que simplemente ignoraba pero que no obstante existían, bajo distintas formas, desde el comienzo de los tiempos”. (4).
Es que la literatura también es identidad. Para los que dudan que tomen las palabras de
Héctor Luis Castillo y comprendan: “Al otro domingo tomó su caña de pescar y se fue al río. Al río Gualeguaychú, que distaba no más de cinco cuadras de su casa. Como la de todas las casas, porque en ese entonces la ciudad era más pequeña que su propio nombre”, describe con precisión quirúrgica en “Cuatro putas peregrinas”. (5).
¿Y la poesía de Darío Carrazza? Alguna vez su oficio de abogado le debería dar más tiempo para dedicarse a su profesión de escritor, de artista. Y mucho más en él, donde el poema siempre tiene esa música que lo hace un arte completo.
La literatura permite hacer saltos en el tiempo y llegar hasta Fray Mocho. Ese hombre que se abrió paso en el monte de las ideas utilizando como machete la pluma. En “Un viaje al país de los matreros”, la canoa y el caballo surgen como una extensión del hombre rústico, el rebelde y mesopotámico, el ribereño apasionado y calculador. Ese paisano que improvisa canciones mascando algún recuerdo como quien muerde un pastito, o aquel otro que otea el horizonte, mimetizado en el pajonal como si fuera un animal al acecho. Y siempre, a la siguiente página, la sensación del desenlace final: disparos, cuchilladas, sangre, vidas truncadas y desencuentros.
Y en este formato de tierras inmortales, de rostros que se confunden con el monte, aparece la poesía narrativa de Luis Luján. Una especie de Fray Mocho contemporáneo. Y cuando lo describe al Bagre Rojas, personaje de su mítico Ceibas, dice: “Su experiencia en mostradores y mamúas le había enseñado que si se sentaba en un banquito y en una esquina, las paredes lo contendrían de una eventual caída y eso le daba tranquilidad. En esa esquina pasaba la semana de descanso. Ejemplar único, el Bagre, cantaba y chiflaba a la vez, nunca he visto otro caso igual. Chupaba, se dormía, despertaba, en ese orden, orden que, en él, era circular. Si se dormía cantando, cuando despertaba retomaba el chamamé en donde lo había dejado, feliz anticipo de la memoria digital”. (6).
En “Árbol genealógico”, la poeta Susana Lizzi, escribe para que se perciba que la identidad es un concepto de acumulación, no sólo de diferencias: “Yo acuno las recetas heredadas / desando la profunda huella inmigratoria / avanzo y retrocedo cada vez que me habito. // Quiero saber / de qué anónima carne he sido la mitosis / qué manuscrito ha fundido las voces en el revés del tiempo / y traducir esa sangre remota / para fundirme en la vertiente indeleble de las razas”. (7).
Es un artículo eterno… y no obstante es imposible nombrar a todos. El espacio quita ejemplos y apura el cierre. Para ello nada mejor que aquellos versos orientales que se hicieron tan de aquí. Son de Nicolás Trimani, cuyo nombre puede sonar a olvido aunque no así su poesía. Es para cantar juntos: “Con ansias de cantar llegué hasta aquí / trayendo un madrigal en mi laúd. / Y desde que llegué, palpita en mí / como una bendición, Gualeguaychú. // Sabía que esplendente como el sol / se alzaba esta ciudad bella y hermosa, / paraíso terrenal, tierra gloriosa / que besa el Paraná y el Uruguay. // Cuna de oro de Olegario V. Andrade / pueblo grande del genial Luis N. Palma, / que cantara el inmortal Gervasio Méndez / mil canciones que en el cielo están grabadas”. (8).

Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO


Referencias:
1) La vuelta al hogar, de Olegario Víctor Andrade.
2) Extraído del Blog de Gustavo Rivas El pensamiento y la palabra.
3) Cuadernos de Gualeguaychú, número 12.
4) Artículo del 16 de junio de 2011 de EL ARGENTINO, “Retazos de la Ciudad de los Poetas o cómo se hace una cita”.
5) “Cuatro putas peregrinas” de Luis Castillo, Proa Amerian Editores.
6) “Ceibas tierra grandiosa. Crónica del país de los matreros”, Luis Luján, Ediciones del Clé.
7) Extraído del blog Entre Palabras.
8) Vals a Gualeguaychú, Letra de Nicolás A. Trimani y música de Pedro Noda (Pedro Hipólito Noda).



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