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Colonia Stauber: el pueblo que camina en el olvido con la mirada en la esperanza

Colonia Stauber: el pueblo que camina en el olvido con la mirada en la esperanza

Colonia Stauber es uno de los tantos pueblos castigados por el éxodo rural y contratiempos de los vaivenes económicos. Lejos de aquella colonia de quinientos habitantes, el paraje se debate en silencio por no perder los signos que la identifican. Hoy, frente a una realidad que parece condenarla.


Los hechos escriben la historia de un pueblo. Y a los hechos su gente. Sin gente los hechos se consumen, se comprimen, desaparecen. Sin hechos, la historia se reduce… muere.
Colonia Stauber es un paraje enclavado al oeste del departamento Gualeguaychú, a unos siete kilómetros de Irazusta, sobre la ruta provincial 51.
Lo fundó Jorge Stauber, un alemán que llegó de Rusia a principios del siglo XX junto a su esposa, Cristina Gebhart, y siete hijos.
Después de un breve paso por el norte del arroyo Gualeyán, Stauber compró las tierras actuales donde organizó la colonia. Y allí quedó. Esta acción es subrayada por quienes generan datos del lugar. “Aquí la gente compró”, afirman. “A nadie le regalaron nada”, cuentan.
La generosidad de la tierra atrajo a otras familias que pronto se vieron multiplicadas. La colonia “explotó” ayudada por años de buenaventura y se constituyó en poco tiempo en uno lo lugares más prósperos del interior del departamento.
Familias, la escuela y una iglesia Evangélica del Río de la Plata, resumen la vida social de aquellos años. Granjas, tambos, huertas y la ganadería en su expresión más pura, son las piezas de una economía de la que también fue parte.
Pero Stauber perdió la pelea contra el éxodo rural. No pudo contener a su gente. Y el “desangre” la condenó a una agonía lenta, de la que salir será un milagro.
La calle del pueblo, a la que llaman La Divisoria, está igual pero ya no hay casas. La Iglesia está allí, pero pocos la habitan. Las granjas se transformaron en taperas y la escuela vive horas de zozobra. El escenario es el peor que se puede pintar, aunque el paisaje del paraje –por donde uno mire- esté intacto. Un paisaje bello en medio de un escenario desolador.

La historia de su gente

“Si me pregunta que pasó, no sabría qué decirle. Sé que los tiempos han cambiado, que la gente busca otras cosas. Estamos lejos de aquellos años” resume Guillermo Wellp, un viejo lugareño que hoy reside en Irazusta junto a parte de su familia.
“Todo era distinto” repite, mientras trata de encontrar en su memoria, hechos que expliquen el estado de la Colonia. “El campo resumía la vida. Y no había otra forma de vivir. La gente entendía al campo como un medio y una forma de vida. Hoy no es así”.
Wellp llegó a Stauber acompañando a su padre, maestro del pueblo. Construyó su vida desde la apicultura y desde Irazusta se anima a pensar que Stauber seguirá viva, aunque las circunstancias parezcan lejos de este deseo.
“La vida cambió rápido. En muchos aspectos. Desde la tecnología hasta las formas de vivir. Antes aquí eran todos propietarios. Hoy ya no es así. Y los jóvenes tampoco se sienten tan atraídos por el campo” confiesa.
Wellp cerró el diálogo con ese cronista con un dato simple y frío, que describe el presente del paraje: “Stauber llegó a tener más de 500 habitantes”, dijo. Hoy, diez familias, con no más de 50 personas, son parte de la comunidad.

Nacer en Stauber

María Victoria Bohl nació en Colonia Stauber. Tiene 27 años, vive en Gualeguaychú, es Analista de Sistemas y cursa el tercer año de Letras en el Instituto Sedes Sapientiae.
“Hace diez años que vivo en Gualeguaychú. Vine cuando terminé mi escuela secundaria. Mi familia es numerosa, somos cinco hermanos, de los cuales soy la mayor. Tres de mis hermanos están en la facultad, y el más chico en la secundaria aún, mis padres eligieron vivir en Colonia Stauber”.

- ¿Por qué eligieron? preguntó el cronista
- “Digo esto porque pudiendo haber optado por quedarse aquí, donde tenían una casa y vivieron durante su adolescencia, apostaron por aquel lugar, y para mí eso tiene mucho valor. Ese es el lugar que eligió mi bisabuelo para asentarse, en esa casa crecieron mis tíos y mi papá, y luego nosotros” explicó.
Para Victoria lo que sucede en Colonia Stauber no es más que una muestra de lo que ocurre en el país. “Cuando digo que ya no es lo que era me refiero a muchas cosas: es más que la falta de trabajo, de posibilidades, de accesibilidad, es la desintegración de pequeñas sociedades. Todo esto se resume en el desarraigo.

- ¿Imagina un explicación o un por qué?
-“Sí. Cerrando los ojos. Lo podes hacer imaginando que el lugar donde creciste ya no está, o por lo menos no como lo recordás. Me gustaría que alguien se interese de esto, porque recibir una visita esporádicamente y coincidente con las campañas electorales, es la nada misma. Seguramente habrá quienes me digan que es el paso del tiempo, no sé, yo me resisto a creer que deba ser así” sostuvo.
Victoria destaca que hoy a Stauber la invade el silencio, ya no queda casi nadie. “Cuando voy, si bien disfruto mucho de estar en mi casa, no deja de apenarme el poco valor que se le da a la vida rural en sí. Es que el campo, al menos hoy y en este rincón del país, ofrece pocas posibilidades y muchas contras: la falta de acceso a otros servicios, el estado de los caminos, el atraso, en otras palabras” dijo
Victoria cerró la charla afirmando “volvería a elegir crecer en el campo, en contacto permanente y profundo con la tierra. Cada vez que vuelvo es como si nunca me hubiese ido” concluyó.

La escuela es otro de los espacios que sufre

La escuela Nro. 59, Esteban Echeverría, es otro de los espacios al que el tiempo y la soledad castigan.
La Escuela fue fundada en junio de 1948, aunque desde 1944 ya existía, por iniciativa de Luisa Baroni de Di Giácomo, vecina del lugar. Esther Dalcol fue la primera maestra.
Por sus aulas pasaron cientos de niños, pero el éxodo diezmó la matricula a limites preocupantes.
Rosana Beber , maestra del establecimiento, dijo que la falta de alumnos tiene que ver con el ir y venir de familias del lugar. “Stauber ya no cuenta con chicos en las pocas familias asentadas. Deberíamos hablar de un matrícula golondrina, porque los alumnos son de familias que se asientan por un tiempo y luego marchan” explicó.
En el contexto de un pueblo que respira soledad, la Escuela aparece como un signo de tremendo valor, de donde hoy la vida de un paraje parece sostenerse


Escuela. La Escuela Nro. 59 –ante Nro. 72- tuvo entre sus alumnos a María Bauer, Amanda Bohl, Angel Grígoli y Luis Schnedier. A más de cincuenta años de ser creada, la escuela vive una situación difícil por falta de matrícula.

Los que están. Las familias de Héctor Bohl, Bernardo Bohl, Fernando Otto, Orlando Stauber y Sebastián Durán Costa, se mantienen en la Colonia. Estiman que hoy la vida activa de Stauber pasa por diez familias asentadas.

EL ARGENTINO
Por Beltrán Heidenreich



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