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Columnista Invitado

Desde la verdadera empatía, el vínculo entre padres e hijos resulta sanador para ambos

  Desde la verdadera empatía, el vínculo entre padres e hijos resulta sanador para ambos

Por María Ester Etchebarne *


Día a día, la relación de los padres con sus chicos va determinando la identidad que los niños construyen para toda la vida en sus primeros años. En el ajetreo cotidiano, a los padres les cuesta encontrar tiempo para reflexionar sobre la calidad de ese vínculo. Por querer darles lo mejor, muchas veces el adulto desvía el foco de su tarea fundamental, que es acompañar al niño en su proceso de crecer y desarrollarse.
Cada año, la llegada del Día del Niño activa en los padres un fuerte sentimiento de obligación y urgencia de cumplir con todos los deseos de los más pequeños, de colmarlos de regalos y actividades, porque se viene "ese" día especial. Ante esta vivencia tan fuerte, es fundamental reflexionar y preguntarse, ¿de dónde viene esa obligación? En verdad, muchos padres prefieren llenar a sus hijos de juguetes y regalos, porque piensan que es lo que ellos saben dar y creen que es lo mejor para los chicos.
Es cierto que los chicos adoran los juguetes, y es sano regalárselos, pero no hay que perder de vista que lo que un niño más valora es el tiempo de disfrute con sus padres, el compartir y el jugar. Ese acercamiento genuino sólo se da cuando el adulto logra "salirse de su esquema" y ponerse en el lugar del niño, comprenderlo de verdad. Muchas veces los adultos, por sus propias creencias negativas, miedos, dudas y prejuicios, no son capaces de establecer una conexión con sus chicos. A veces, esas creencias no favorecen la comunicación, sino que son como "paredes" que separan a la persona de los demás, como cuando el prejuicio, tanto hacia sí como hacia el otro, se apoderan de su percepción y de su actitud, impidiendo un vínculo sano. "Conmigo se aburre", "lo único que divierte a mi hijo son los juguetes nuevos", etc., son ejemplos de este tipo de pensamientos marcados por el prejuicio. El tomar conciencia de esta tendencia posibilita, día a día, aprender a conectarse con los chicos también desde un lugar del "niño", desde donde la necesidad de explorar y absorber el mundo jugando son las principales motivaciones.
Así, los adultos logran mirar y escuchar a los niños, no desde el lugar de "grandes", sino desde esta nueva perspectiva que les permite entender sus necesidades y motivaciones. Con esta dinámica los chicos se sienten valorados y aceptados como son, a medida que van adquiriendo la experiencia de estar conectados amorosamente con quienes los cuidan. También los adultos crecen en el proceso, porque desarrollan una capacidad de servicio, generosidad y entrega que estimula al niño a imitar este ejemplo.
Ojalá que este Día del Niño sea para los padres una oportunidad de aprender a abrir espacios en la relación con sus hijos. Que además de celebrar con regalos, puedan celebrar con dedicación real, desde el juego, desde el diálogo y las actividades compartidas, ya que esta es la más poderosa herramienta de seguridad que pueden brindar no sólo sus hijos, sino también a ellos mismos.

La autora es psicóloga, psicóloga clínica, especializada en psicodiagnósticos, psicoterapias y EMDR y autora de Ampliando la Mirada, técnica psicodiagnóstica a través de imágenes.



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