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Mujeres que hacen cosas... Apostó al trabajo de atenuar el dolor de los hijos ausentes

Mujeres que hacen cosas... Apostó al trabajo de atenuar  el dolor de los hijos ausentes

  Nadie me conoce por mi apellido, Gómez, porque siempre me llaman Dora Del Río”, dijo de entrada. Ella conoció hace años, en 1993, el dolor inmenso de la muerte de su hijo Eugenio, de 17 años, en un siniestro con su moto. 



Y de alguna manera, hoy reconoce que hizo a su cura personal conformar en Gualeguaychú la agrupación Renacer, creado por Alicia y Gustavo Berti hace años, como terapia para superar el fallecimiento de su hijo Nicolás.
Con estos encuentros ayudan y se ayudan a superar el dolor de haber perdido un hijo.
“Escuchaba al matrimonio Berti en los programas de TV. Tenía mi retacería y casi no iba porque no quería que me preguntaran cómo estaba, qué se yo. Y como estaba poco en el negocio, mi empleada de entonces me comentó que venía cada tanto una mamá porque quería hablar conmigo, ya que un auto había matado a su chiquito en la ruta.”
“Cuando nos encontramos finalmente, me contó que vivían en el campo, que su chiquito había salido a la ruta a mostrarle a unos vecinos su bici nueva y que un auto lo atropelló. Y como escuchaba de mi caso por la radio, quería hablar conmigo, porque sentía que necesitaba hacerlo”.
“Charlamos unas cuantas horas, y encontramos que hablar de los que nos pasó nos hacía bien. Sentimos lo mismo, somos pares, por eso se me ocurrió armar el grupo, que es de ayuda mutua”.
“Llamé al matrimonio Berti, me atendió Alicia, le conté lo que pasaba y le pedí material para armar aquí un grupo. Me atendió amorosa, me alentó y me mandó el material. Así comencé a invitar a otras mamás”, resumió Dora.
“La primera vez que nos reunimos éramos seis. Comenzamos en el salón de Fátima y para mí fue empezar a ayudarme a mí misma a través de los que tenían el mismo dolor”, compartió.
“En mi familia, yo escuchaba a todos con su dolor, y creo ser fuerte. Además, estoy segura que Dios no te manda algo más fuerte de lo que podés soportar. Pero la muerte de un hijo es lo peor que te puede pasar. Es un segundo, y no está más. Es tocar fondo. ¿Cómo hacés para recuperarte de eso?”, preguntó, sabiendo que la respuesta, cuando la hay, la encuentra cada uno.
Y este camino para encontrar respuestas comenzó como dijo, con la charla con la mamá del chiquito que luego de ser atropellado, permaneció tres días internado en terapia intensiva, donde cumplió los 12 años y donde también murió.
A esa charla le siguió el encuentro en Fátima y de a poco, el grupo se fue ampliando y permanece hasta el día de hoy, con sus encuentros de los sábados a la tarde en Belgrano 123, al que se incorporan nuevos integrantes, como cuando empezó, hace veinte años.
Dora estuvo diez años en Renacer “y llegó un punto en que dije hasta aquí llegué, también para que otros tomaran la posta. Han consolidado un grupo de ayuda mutua y son muy compañeros, muy amigos. Una vez al año nos reunimos en mi casa de Pueblo Belgrano, antes de fin de año, porque queda esa hermandad con los que han pasado. Es una alegría encontrarte con gente que ha vivido lo mismo que vos. Somos iguales. Tenemos algo muy grande en común los padres que hemos perdido un hijo”.
Aquí Dora aclaró “además del apoyo profesional que cada uno tiene, el grupo tiene la particularidad de que hablás a corazón abierto no sólo de lo que te pasó, sino también de las secuelas de semejante pérdida, de tu presente...”
Casi sin esperar la pregunta agregó “siempre habrá diversidades en los grupos, no todos pensamos igual, y hay historias de hijos que se han suicidado, y esto genera culpas en los padres, aunque no las tengan”.
Lo viven como una interpelación que la vida les hace, le dijimos, recordando las palabras del psiquiatra Carlos Bianchi, que estuvo en dos ocasiones en Gualeguaychú invitado por Renacer.
¿Qué fue para vos Renacer?, le preguntamos y Dora dijo “fue una gran ayuda mutua que tuve. Agradezco enormemente a todos los que se acercaron al grupo, porque me alimenté de ellos, me enriquecí con ellos”.
“Renacer es un lugar donde encontrás tu par, la única persona que te va a entender desde la experiencia. Hay familias que no hablan del que no está.
Hay padres que no lo soportan. También se dan casos de familias que se desintegran, porque el dolor las desbasta”.
Dora supo del dolor, de su multiplicación, porque luego fue viuda y hubo otras pérdidas. Y también pasó por un enojo tremendo con Dios, con la Virgen...
Pero al tiempo un nacimiento en la familia le hizo ver algo que se estaba perdiendo: la vida. Y esa vida que se anunciaba en una panza y que tuvo en brazos se le presentó como un regalo. Se sintió injusta por haber tenido tanta rabia, y se plegó a la alegría de la familia para la que también esa nueva vida fue comenzar a caminar hacia adelante.
“La muerte de un hijo es un dolor que con los años vas incorporado, trasformando en algo que te fortalece para poder enfrentar otras cosas de la vida”, nos dijo.
“Me han pasado cosas muy fuertes, pero pienso “peor que ese momento, no hay”. Lo vas trasformando en algo que te va a servir siempre, como siempre te va a acompañar tu hijo”.
“Si podés salir de eso, todo lo que venga después, se puede superar”.
“No sé si a todos les pasa, pero yo traté de agarrarme de eso para seguir viviendo, y la luz aparece después...”

Silvina Esnaola


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