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Opinión

El pez que más consumimos, el que más nos envenena

El pez que más consumimos,  el que más nos envenena

Por Fundavida  


Y no lo provee el mar, ni los océanos, ni lagos, arroyos ni ríos del planeta; para variar es producto de la malicia humana, de nuestra inagotable capacidad de mentirnos a nosotros mismos para manipular nuestra conducta y obtener ventajas a costa del sufrimiento ajeno.

Ya se habrán dado cuenta que estamos hablando de lo que en la jerga de los medios de comunicación se ha dado en llamar pescado podrido, como se nombra la información falsa, maliciosamente manipulada para engañar al común de las personas, o sea nosotros.

Uno de los ejemplos más efectivos y simultáneamente más crueles  -por sus consecuencias- de esta manipulación es lo que está ocurriendo en la agricultura de los países del tercer mundo (de algún modo hay que llamarnos) que hemos sido tomados como rehenes por parte de las empresas productoras de los venenos conocidos como agrotóxicos, como un medio maquiavélico para adueñarse de nuestros recursos naturales, en este caso la fertilidad y los acuíferos.

El espacio que han encontrado para instalar esta semilla de maldad es producto de la venalidad de funcionarios públicos inescrupulosos que no dudan en vender nuestra salud, o lo que sea, por treinta monedas de oro y la codicia sin límites de quienes han tomado el control de los suelos fértiles de la pampa húmeda.

Sabemos que el sembrar a repetición un cultivo todos los años en el mismo predio lo destruye completamente al cabo de poco tiempo, y en nuestro caso además lo envenena definitivamente.   

Entonces debemos preguntarnos ¿por qué los propietarios de los fundos aceptan este modelo? Y la razón la encontramos, para variar, una vez más en la codicia humana, porque si siembran todos los años un lote, todos los años obtendrán renta, mientras el suelo aguante, algo que a lo sumo puede suceder un par de décadas, o sea que en el corto plazo maximizarán sus beneficios.    Mientras que si adoptan un modelo sustentable, deberán dejar descansar los lotes algunos años alternados y además tendrán que variar la producción, y de este modo se preservará el recurso fertilidad, las ganancias en el largo plazo se seguirán obteniendo, siendo estas muchísimo mayores, por razones obvias, que en el modelo de agricultura Bayer-Monsanto.

Y ahí viene a cuento lo de la ambición humana y el rol del Estado en el planeamiento estratégico, porque como decía Keynes : “¿A quién le importa el largo plazo?”  La mayoría quiere la mayor ganancia en el menor tiempo posible.

 Y después -como decía Virgilio Expósito- ¡Que importa del después!   Entonces es el Estado, una vez más, el que debe intervenir para garantizar que los intereses sectoriales no perjudiquen el interés común, pero en nuestro caso, los funcionarios públicos que desde hace décadas controlan el modelo están cooptados por las empresas que nos están envenenando.

Nuestra indefensión es casi total, lo único que podemos hacer para enfrentarlos es difundir lo que realmente está ocurriendo, el INTA ha demostrado sobradamente que la producción sustentable baja los costos, aumenta las ganancias a largo plazo y produce alimentos que no nos envenenan.                 

 Hoy en día esta información está disponible en la web para quien la quiera alcanzar, pero los medios masivos de comunicación solo publican la partitura que les proveen Monsanto, Bayer y el resto de las empresas que nos envenenan, porque son fuertes anunciantes.

Está en juego nuestro futuro, nuestra salud, y los recursos naturales que hasta ahora han garantizado nuestra vida. De nosotros depende educarnos, difundir la verdad y dejar de consumir el pescado podrido que nos ofrecen estas empresas de la muerte.


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