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Diario El Argentinojueves 28 de marzo de 2024
Opinión

El río Doce en Brasil.

Libros y ríos como personas

Libros y ríos como personas

... Con el tiempo, las personas que más nos acompañan en la vida tal vez sean libros. En mi caso, las personas que más demoran en mi vida son realmente hechas de papel. Valter Hugo Mãe


Por Plauto Cardoso (*)

EL ARGENTINO

En 47 años de vida, me mudé 34 veces. Hice las cuentas pensando en voz alta durante el embarque de mis cajas en el camión que llevaba mi última mudanza de Río de Janeiro a la capital minera, Belo Horizonte. Me di cuenta que contaba en voz alta al oír un suspiro del camionero que lamentaba no haberme encontrado antes, asegurándome que ya se habría jubilado.

Juré que esta vez volvía a Belo Horizonte sin cocinar un plan de fuga internacional en el camino. Era la cuarta vez que por algún motivo la ciudad me atraía de vuelta.

Treinta y cuatro mudanzas. Cuando llego a Belo Horizonte con la otra parte de la mudanza que venía de mi dulce y vibrante Buenos Aires, mi esposa sabía exactamente en qué valijas estaban mis libros: las únicas cuyo contenido precioso para su dueño era denunciado por el gasto en envolturas plásticas especiales y póliza de seguro.

Cuando se mudaba para asumir el cargo de juez en la frontera con la Guayana Francesa, en aquel entonces territorio de Amapá, uno de los barcos que llevaba los libros de mi padre empezó a hundirse. Sin dudarlo y sin pensar en el riesgo al que exponía su vida, mi padre de pronto se lanzó a las aguas inciertas del Río Amazonas en el intento de salvar la vida de aquellos que le iban a hacer compañía en medio de la selva, lejos de su esposa e hijos: sus libros. Guardo hasta hoy algunos ejemplares aún marcados por las manchas de las aguas amazonenses. Siempre imagino que me fueron dados como recuerdo de cómo se debe tratar un libro.

Clarice Lispector decía que la columna que mantenía en el Jornal do Brasil la secuestraba intelectualmente toda la semana. La escrita, inclusive antes de existir, ya opera su transformación en el mundo del propio autor. “El eco es anterior a la voz que pronunciamos”, nos recuerda el cantante español Enrique Bunbury.

Diría que el hecho de escribir para un diario nos afila todavía más la percepción. El desplazamiento de nuestra óptica es tan significativo que los cambios son percibidos por el escritor aún antes de escribir. Es como si nos mantuviésemos en un cierto estado de constante alerta. Inclusive relajados, de repente llega el momento inspirado por la realidad alrededor. Ha llegado la hora de matear.

Viviendo espiritualmente en Argentina, ansiaba traerla de forma más sólida a mi Belo Horizonte. La iniciativa de la Biblioteca Pública del Estado de Minas Gerais de abrigar de manera permanente en sus Colecciones Especiales nuestro matear mensual coronó los esfuerzos de integración entre los pueblos. Las columnas del diario EL ARGENTINO forman parte ahora de la prestigiosa Colección Mineriana y las ediciones impresas serán adicionadas al Acervo de Colecciones Especiales de la Biblioteca Pública Estatal de Minas Gerais.

Miles de escuelas públicas, en casi todos los 853 municipios del continente que es el Estado de Minas Gerais, a través de la capilaridad de la impresionante red de bibliotecas que gerencia la Biblioteca Pública Estatal, ahora formarán parte de nuestro sueño colectivo de integración legislativa y cultural de los países del Mercosur y de nuestra lucha en defensa de la vida en común, de nuestro patrimonio cultural y ambiental. Ahora Gualeguaychú está sólidamente a pocos pasos de mi casa minera.

Tierra de montañas y ríos que inspiran a sus poetas, la intrépida Belo Horizonte da un paso gigante para el constitucionalismo sudamericano. El 5 de noviembre pasado, bajo la osada batuta de mi colega en la Facultad Pitágoras, el profesor Lafayette, se presentó en la justicia federal en Minas Gerais la primera acción en la historia de la Tierra Brasilis en la cual un río, el Río Doce, golpea la puerta del poder judicial como sujeto de derecho. Y lo hace basado en la bellísima Constitución de Montecristi de 2008 del hermano Ecuador, en la Ley boliviana de los Derechos de la Madre Tierra de 2012, en la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana que reconoció en 2016 al río Atrato como sujeto de derecho, en la Declaración Mexicana de los Derechos de los Ríos, en los tratados internacionales con los cuales nos comprometemos como nación y en los valores de la Constitución Brasileña.

Libros y Ríos como personas. Eso me da esperanza en la humanidad.

Querido Gualeguaychú, Río del Yaguar, del Tigre Grande, ¡un abrazo enorme! En tu orilla nacerá en julio otra persona, un pequeño libro en tu homenaje: Cartas a Gualeguaychú.

(*) Plauto Cardoso es profesor de Bioderecho de grado de la Facultad Pitágoras en Belo Horizonte y es parte del Programa de Doctorado en Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

 


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