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Mujeres que hacen cosas...

El dolor multiplicado por dos

 El dolor multiplicado por dos

Tiene siete hijos,  de los cuales las dos menores nacieron en Gualeguaychú, porque los cinco anteriores lo hicieron en Santa Cruz, debido a lo traslados laborales del papá, que no está con ella.


 

Y se marca este detalle porque sus dos hijas menores, Fiorella (11) y Abigail (14), presentan una disrupción endocrina, a causa de la contaminación por PCB y agroquímicos. Sus hermanos no tienen este síndrome.

“Al comienzo pensaron que podía ser la tiroides... pero los análisis determinaron la contaminación”, contó Rosa Machado recordando el comienzo de su padecimiento en 2009, por el de sus hijas.

Las nenas fueron diagnosticadas en el Hospital de Niños “Pedro Elizalde”. 

La primera en ser atendida fue Fiorella. “Cuando tenía dos años le palpé un nódulo en la mama izquierda. Su pediatra  dijo “es un botón mamario”, pidió una ecografía ginecológica que estableció que estaba a punto de menstruar.  Me dio una derivación y se ocupó de que llegáramos a Buenos Aires. En el Elizalde estuvimos 31 días, a la semana de estar allí tuvo una menstruación y le diagnosticaron una pubertad precoz. Y no hay medicación para esto.”

“Los médicos comenzaron por descartar cuadros y llegaron a la conclusión  de que la enfermedad es consecuencia de una contaminación ambiental. Y se determinó que la contaminación provino del PCB -bifenilo policlorado- de los transformadores eléctricos y  los agrotóxicos.”

“A Abigail  la llevé porque lloraba cuando viajábamos con su hermanita.  Tenía siete años y a la doctora Claudia Hernández -especialista en Endocrinología- le llamó la atención la cantidad de vello en los brazos. La revisó y vio que también  tiene la espalda velluda. Le hicieron estudios y el cuadro resultó el mismo que el de su hermana. Pero a ella le afectó el crecimiento. Sí las dos tienen manchas en la piel que son propias del síndrome”

- ¿Qué te dijeron los médicos sobre esto?

“Un gabinete de pediatría  hizo estudios del lugar y del agua y me dijeron que Gualeguaychú está  rodeada de campos con soja. A veces  el viento trae la sustancia (derivas), o se contaminan las napas por la lluvia o porque se lavan las máquinas en los arroyos.

“No es sólo papelera- razonó- sino que a la contaminación la tenemos en casa”.

 

-¿Cómo es el día a día?, preguntamos sin saber que atravesaríamos a Rosa, que no pudo evitar llorar. No tanto por todo lo que ha debido pasar y sigue, sino porque la posibilidad de la autoagresión ya se mostró concreta en una de las chiquitas “que sufre  mucho cuando escucha de casos como el de Antonella, y ante cualquier malestar cree que comenzó un proceso igual”.

Rosa sabe de la impotencia, del ninguneo de los funcionarios y de seguir sola... Por la medicación para sus nenas vendió muebles, heladera, adornos..., lo que tenía. Y hasta hoy se divide entre su trabajo fuera de casa y las costuras que hace. Logró que sus hijas sean atendidas por el Programa Federal de Salud (PROFE-Salud) y cuenta con la ayuda  de sus hijos mayores, que acaban de regalarle una máquina de coser y de personas que conocen su caso.

Al día de hoy, se sacaron los transformadores (o el PCB usado como refrigerante), según se ha informado, pero las fumigaciones continúan. 

 Rosa y sus nenas siguen viviendo donde los médicos no quieren y las nenas, en tanto, continúan con medicación oncológica y estudios constantes. Y con apoyo psicológico, a la espera de que aparezca la medicación para su enfermedad, el Síndrome de McCune-Albright.

Rosa enfrenta la adversidad trabajando, con coraje, con fuerza.

Porque para ella, el dolor vino multiplicado por dos. 

 

Silvina Esnaola

EL ARGENTINO

  


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