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El ocaso del INTA

El ocaso del INTA

Por FUNDAVIDA Para EL ARGENTINO


Hace unos meses las nuevas autoridades del INTA enviaron en una circular interna la orden de no llamar más agrotóxicos a los agrotóxicos y denominarlos en adelante fitosanitarios (SIC), lo que evidencia el alineamiento de lo que otrora fue la más valiosa institución de desarrollo científico e investigación para el sector agropecuario del país, con las multinacionales que están destruyendo la biodiversidad planetaria para apropiarse de la alimentación global.   

El uso de esta denominación  delata la evidente intención de engañarnos, porque es sarcástico que a un producto diseñado para envenenar y matar la vida de las plantas (fito), se lo llame sanitario; porque lo que busca no es sanarlas sino envenenarlas, o sea exactamente lo opuesto a lo que indica el significado del   neologismo fitosanitario.

El debate suscitado por el uso de los agrotóxicos ha quitado el velo que ocultaba la realidad del modo de producir los alimentos que tenemos en la actualidad.

Los funcionarios de INTA, aceptando los nuevos vientos que soplan en el Instituto, directivas que están desnaturalizando y desactivando el organismo en el que prestan servicio, acaban de reconocer en Gualeguaychú en una reunión con Concejales que en la actualidad se emplean en la agricultura industrial 440 sustancias químicas que son peligrosas o muy peligrosas para los seres humanos.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria -SENASA-  las ha autorizado, y al igual que otros organismos de fiscalización y control, está atravesado por los intereses de las compañías químicas que nos venden este modelo; baste recordar que para autorizar el uso del glifosato los argumentos que utilizó fueron folletos de propagan de la empresa Monsanto, hoy Bayer/Monsanto, que ni siquiera habían sido traducidos del inglés.

Como forma de justificarse, los técnicos de INTA aceptan estas autorizaciones de uso de venenos, y las presentan sin cuestionarlas, recomendando, para curarse en salud como dicen en el campo, el buen uso de estos agrotóxicos.

Estas buenas prácticas refieren a un listado de recomendaciones que nadie cumple, mucho menos ahora que se están desmantelando los organismos de control y dejando miles de técnicos, profesionales e investigadores fuera de sus plantillas.

Basta ver los niveles alarmantes de agrotóxicos que aparecen en los análisis del agua de nuestros ríos interiores, el Gualeguaychú por ejemplo, que si se respetaran las buenas prácticas, como las llaman, estarían libres de contaminación, porque habría que dejar franjas sin fumigar contra los cursos de agua, entre otros. Los legisladores provinciales acaban de reducir de 3.000 a 500 metros la distancia de fumigado, con lo que prácticamente han dado carta blanca para envenenarnos.

Es decepcionante ver a estos funcionarios -que por su formación, son claramente conscientes del daño que nos están haciendo estos agrotóxicos-  tratando de exculparse y quedarse fuera de responsabilidades en lugar de hablar claro para alertarnos.

Es patético escucharlos argumentar ahora que hay que cuidar a los pequeños productores, “y tener cuidado de no cortarles las manos con esta medida” refiriéndose a la prohibición del glifosato, cuando nada dijeron   del cierre de la  Secretaría de Agricultura Familiar, el organismo que custodiaba estos pequeños agricultores que ahora parecen conmoverlos.   

 En realidad lo que hacen es usarlos para justificar el modelo de agricultura industrial, pero ellos finalmente también serán alcanzados por estas políticas que ahora tratan de ignorar.


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