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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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Opinión

Poner límites

Poner límites

Por Guillermo Pellegrini (*)

EL ARGENTINO

La importancia de saber decir que no y establecer límites no es fácil, pero es necesario para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás.

Por lo visto no hay límites, sobre todo en verano, desaparece la noción del peligro en vacaciones. Es una construcción que entró como un tsunami, hago lo que quiero y como Peter Pan somos todos eternamente jóvenes y alegres, incluidos los mayores.

Lamentablemente no se miden los riesgos (cuatriciclos, jets sky, precauciones en rutas, ríos etc.) Pero no es solamente la moda y comodidad, el dejar hacer, como factores que influyen en nuestra capacidad para poner límites. El agotamiento, la soledad y las crisis del espíritu, más la lucha cotidiana por subsistir van minando la voluntad de ponernos firmes.

Educación y límites en niños y adolescentes van de la mano para formar la personalidad. La permisividad, complacencia, junto al vale todo, la idea del facilismo y el culto exacerbado a la juventud “dorada” acompañada de la rebeldía existente, de los jóvenes que con los adultos cuestionan normas, leyes, costumbres, estilos, símbolos, tradiciones, hasta el ceremonial y el ritual de las religiones con interpretaciones confusas, distorsionadas de la historia y la realidad con miradas a veces sesgadas por extrañas ideologías, algunas ya obsoletas conforman un escenario de permanente confrontación, discusión y tergiversación de la realidad actual.

En algunos adultos el exceso de responsabilidad para no sentirse culpables si no hacen lo que se les pide, ya que priorizamos las necesidades de los demás sobre las nuestras y nos sentimos culpables si decimos que no ante el pedido de alguien, nos consideran mal amigo, compañero o pariente, nos hacen sentir a veces egoístas si no colaboramos. Nos lleva a ponernos por debajo de los demás cuando en muchos casos, sobre todo en el trabajo seudos jefes o seudos ejecutivos, con tal de llegar y ser alguien, son capaces de cualquier cosa y se aprovechan forzando ritmos de labor y producción, no respetando horarios o normas aceptadas de procedimientos, convivencia, como si se terminara el mundo…” El dinero manda y engrasa las ruedas del poder, la guerra y la política”… (George R. Martin)

No debemos sobrevalorar el que dirán y la opinión de los demás por encima de nuestras vidas; que nos consideren amables es una cosa, que estemos pendientes de lo que opinen algunos en el trabajo, el club, el templo y la familia es otra cosa. No debemos condicionar nuestros actos y decisiones por miedo al concepto que algunos mediocres se puedan formar de nosotros por tener libre pensamiento y criterio; que por ahí hacemos nosotros lo que no saben o no pueden o no quieren hacer ellos por temor a equivocarse por su inseguridad o desconocimiento.

Volviendo a los niños no hay que decirles todo que sí, menos chantajearlos, es bueno que aprendan de pequeños que tienen responsabilidades y que en la vida es constante el esfuerzo en todo. Por ejemplo si quiere una bicicleta no salir corriendo a comprársela para que no se frustre, debemos dársela cuando sea oportuno como premio a su comportamiento y labor.

La juventud es decisiva como motor de nuestra sociedad, para consolidar un mejor futuro, poseen los dones de la generosidad, la creatividad y la fuerza. Los jóvenes creen que pueden cambiar el mundo, seguro que sí, pero es importante que sepan manejar sus límites en forma adecuada; todo se puede lograr, tal vez mas que no teniéndolos. Nuestros prejuicios y egoísmos como adultos por ahí limitan esa excelencia energética, es muy grande nuestra responsabilidad ante un mundo tan difícil y cambiante.

La falta de límites en los niños y adolescentes nos lleva a tener adultos irresponsables, solo piensan que tienen derechos, nunca obligaciones. Siendo peor todavía que las obligaciones las debemos tener para con ellos.

Los que tienen falta de límites son inmaduros igual que un chico caprichoso, nunca le dijeron que “No”, hago lo que quiero, no respeto a los demás. Decir “No” es tener que explicar el porqué, dentro de nuestra sociedad light, eso sería perder el tiempo. Es más fácil decir que “Si”.

Hagamos de las buenas costumbres, de la responsabilidad y el compromiso la razón decisiva de nuestra existencia, no nos podemos permitir la licencia de hacernos los distraídos ante las situaciones críticas de nuestra época.

(*) Guillermo Pellegrini es maestro Normal y licenciado en Ciencia Política.


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