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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

De nuestro pago: Sarmiento en Gualeguaychú

De nuestro pago: Sarmiento en Gualeguaychú

Por Pedro Luis Barcia (*) EL ARGENTINO


Me apliqué a rescatar, para usted lector, de los 52 tomos de sus Obras completas –muy incompletas- los apuntes de Sarmiento sobre nuestra ciudad. No haré casi comentarios para darle mayor espacio a sus palabras.

Los pasajes más significativos se hallan en los tomos XIV, L y LI. Comenzaré por el XIV que contiene la Campaña en el Ejército Grande, en la que don Domingo operó como bolatinero, pues editaba diariamente un Boletín  con una imprenta portátil,  para informar sobre los avances y avatares del Ejército que avanzó desde Entre Ríos hasta Santos Lugares, y San Benito de Palermo, en su marcha para derrocar a Rosas. Sarmiento escribe en 1851.

“La hoy ciudad de Gualeguaychú es una población situada a orillas del río del mismo nombre, navegable para embarcaciones menores, y centro de un vastísimo comercio. No puedo dejar de repetir que por todas partes he encontrado fisonomías simpáticas y la acogida que se da a un antiguo amigo. Al día siguiente fui presentado al general Urquiza, y durante mi residencia tuve con él cuatro largas entrevistas, que han terminado con mi incorporación al Ejército Grande y la designación de los servicios que debo prestar en el Estado general (…-) El general Urquiza se ha pasado sus noches , durante una temporada, en bailes y fiestas. Las calles de Gualeguaychú están decoradas de arcos triunfales y de banderas, El domingo 15 del corriente hubo un convite general en una isla que forma el río, en frente a la Capitanía del puerto, donde pasó el día y la noche sucesivamente casi toda la población de la ciudad. Me ha sorprendido gratamente el gusto exquisito que reina en el vestir de las señoritas y los modales cultos y desembarazados que solo se notan en las grandes capitales. Hay teatro en actividad y actores pasables, entre ellos uno que he conocido en Chile. La mesa es regalada y la multitud de italianos establecidos en el país hacen que los manjares presenten la variedad y formas que solo en Valparaíso y Santiago se encuentran. Los ríos proporcionan abundante provisión de pescados. El pacú, el surubí, el dorado, el patí y otros muchos, entre los cuales los ha de dos varas de largo. Puede, pues vivirse en Entre Ríos, sin echar de menos las comodidades de pueblos más adelantados” (cito por la Editorial  Luz del Día, 1950, t. XIV, pp. 91-92).

Luego destina un capitulillo titulado “Gualeguaychú” pp. 117 a 131) donde retoma su estimación de la ciudad: “Gualeguaychú, a orillas del Gualeguaychú, río navegable que desemboca en el Uruguay, es una linda villa que aspira a ser ciudad y que en los últimos tres años ha hecho grandes progresos, gracias al comercio activo que mantiene con Buenos Aires y a la producción de las ganaderías que de allí se exportan. Estas ciudades frescas, apresurándose a desenvolverse, tienen un poco el aspecto de las norteamericanas de la misma edad. Predomina en los edificios la arquitectura gaditana, que es hoy argentina, y mediante el establecimiento de algunos centenares de vascos e italianos, la horticultura suministra algunos condimentos a la variedad de pescados de los ríos y la abundancia de excelente carne, con lo que la mesa es regalada y no carece de variedad para el ejercicio de la ciencia culinaria” (p. 121).

“En la fiesta  de la isla de Fraga (nuestra actual Isla Libertad), que me traía enamorado, por su graciosa colocación en medio del Gualeguaychú, y enfrente a la Aduana, convidome a bañarnos el coronel Hornos” (p. 127) y se detiene varias páginas en contar historias del dicho coronel.

“En Gualeguaychú duraban aún, a mi llegada, los bailes públicos en la casa de gobierno. El baile es la pasión favorita del general Urquiza, y está en Entre Ríos elevado a institución pública. Todas las tardes se trasmite la orden oficial a las familias y a los vecinos. Cuando el baile es de chinas, se dice donde es y todos los concurrentes deben asistir de poncho. En esos días se habían distribuido de cuenta del gobierno zapatos a las chinas para concurrir a los bailes. El Gobernador baila imperturbablemente hasta las tres de la mañana. (…) Yo asistí de mirón al tercero, y en el cuarto entré y bailé una contradanza y me retiré temprano. El general decía, muy complacido: “Véanlo al viejo bailando” (p. 130).

Sarmiento tiene un entredicho con Ángel Elías – y luego con otros personajes- porque le observan que no usa cinta colorada, que era costumbre en los federales de Urquiza, pero diferenciados de los rosistas pues no llevaban en la cinta ninguna inscripción  del tipo de:  “¡Mueran los salvajes, inmundos unitarios!, ¡Viva la Federación!”, etc. “Yo no me pondría jamás como ciudadano ese trapo”, dice don Domingo (p. 75).  “En Gualeguaychú el doctor Ortiz, mi compatriota y amigo, y don Rafael Furque, lo que los señores Elías, Ponsati y Basavilbaso le habían indicado sucesivamente como un deseo del General” (p. 75).

La lectura atenta de Campaña del Ejército Grande revela que a Sarmiento no le cayó bien Urquiza, desde el primer día de trato. La voluntad del sanjuanino era sumarse a la fuerza que iba a apartar a Rosas del poder, empresa en la que no quiso quedar fuera, -después de haberlo combatido desde Chile y desde 1843-, y que encabezaba ahora el general entrerriano. Necesitaba estar asociado a él, pero su intolerancia respecto del caudillo fue in crescendo hasta la palmaria arbitrariedad.  

Principio quieren las cosas y exigen continuidad, en ello estoy y paso a la próxima semana habiéndome impuesto no mechar este estofado con comentarios marginales.

Estos simples  apuntes sarmientinos se enderezan, a manera de sencillo homenaje, a la Biblioteca Sarmiento, en sesquicentenario. (Continuará).

 

(*) Pedro Luis Barcia es expresidente de las Academia Nacional de Educación y Argentina de Letras.


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