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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

Pentecostés, día de fiesta

Pentecostés, día de fiesta

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano


¿Por qué los misioneros predican la Palabra de Dios por todos lados? ¿Por qué hay gente que visita a enfermos que no conocen? ¿Por qué hay voluntarios que asisten a niños y adultos en comedores? ¿Por qué hay gente capaz de dar la vida por Jesús?

Por el Espíritu Santo, así de simple.

El Espíritu es el alma de la Iglesia, es el principal motor de la obra misionera a la cual nos convoca y envía Jesús. Sin Él quedaríamos reducidos a nuestra propia voluntad, de a ratos tan frágil e inconstante.

En la Biblia se nos habla del Espíritu Santo por medio de algunas imágenes. Hoy quiero que podamos reflexionar en torno a tres de ellas: viento, fuego, agua.

Al comienzo del libro del Génesis, cuando está por empezar su obra el Creador, nos dice que “el soplo de Dios se cernía sobre las aguas” (Gn. 1, 2), y que para comunicar la vida al barro “sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gn 2, 7).

Si te acordás, el domingo de Pascua leímos el mismo pasaje del Evangelio que Proclamamos hoy: Jesús Resucitado se hace presente en medio de los discípulos, los envía, y “al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 22). Es el mismo gesto que realizó Dios para dar vida a Adán. Como si nos dijera que infunde una “nueva vida”. Por eso uno de los cantos que solemos utilizar para rezar dice “Soplo de Dios viviente / que en el principio cubriste el agua, / soplo de Dios viviente / que fecundaste la creación. / ¡Ven hoy a nuestras alas, / infúndenos tus dones, / soplo de Dios viviente, / oh, Santo Espíritu del Señor!”.

El fuego es la otra imagen que nos acerca a comprender el lugar del Espíritu Santo. En invierno, cuando estamos en un campamento cocinando, es común que nos reunamos en torno al fogón que nos ayuda a desentumecernos los músculos y nos reanima. El fuego une y reúne, ilumina en la noche. Jesús dijo: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc. 12, 49). Y el día de Pentecostés se posó el Espíritu sobre la Virgen y los Apóstoles. “Vieron aparecer unas lenguas como de fuego, y descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hc 2, 3-4). También cantamos: “Que tu Espíritu Santo que es un fuego, Señor, / nos alumbre por dentro, nos encienda en su ardor. / Y nos lance a la calle, testimonio de amor, / como Buena Noticia, profecía y canción”. El fuego del Espíritu nos hace ser Iglesia en salida, que vence el miedo y el encierro.

Y finalmente el signo del agua. Nos dice San Pablo que por el Bautismo todos “hemos bebido de un solo Espíritu” (I Cor 12, 13). Cristo crucificado al ser atravesado por la lanza del soldado, nos dice el Evangelio que de su costado brotó sangre y agua, que son signo del Espíritu y los sacramentos de la Iglesia. (ver Jn 19, 34).

El agua viva que promete Jesús brotará del interior de los creyentes (Jn 7, 38) como desborde de la presencia del Espíritu en cada uno.

El agua que nos limpia y que hace fecunda la tierra para que brote la siembra.

Así, el Espíritu da fecundidad a la obra evangelizadora.

Como también cantamos “Hay un río de vida corriendo por mi ser”.

El Espíritu Santo hace en nosotros lo mismo que en los Apóstoles. Nos libera del miedo y nos reviste de su fuerza, es viento, fuego y agua. Nos impulsa a la evangelización. Nos alienta en el amor. Nos renueva en la esperanza. Y como enseña San Pablo, “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). Amén.

El próximo 25 de mayo celebramos un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. Te invito a pedir especialmente por los que más sufren a causa de los aumentos de las tarifas y los alimentos, por los más pobres.

Del viernes 25 al domingo 27 se desarrollará en Rosario el Encuentro Nacional de Juventud. El lema que convoca: “Con Vos renovamos la historia”. La propuesta quiere llevar a ser “Iglesia en salida” especialmente

entre los jóvenes, porque el Dios de la Vida los ama de verdad.

Es necesario escuchar a los jóvenes, y que ellos compartan la vida y el encuentro con Cristo. Y desde esa experiencia construir un mundo nuevo. Acompañemos con la oración.

El pasado jueves se dio a conocer en el Vaticano el documento “Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero”. Imperdible. Leerlo requiere de tiempo junto con una buena dosis de predisposición a internarse en un mismo acto en análisis geopolítico, miradas sobre economía global, ética y valores superadores, especulación financiera, Estados acreedores y deudores, solidaridad, justicia, verdad y libertad, sin perder de vista que en el medio de todo está la gente. Mientras tanto, te adelanto algunas frases que me impactaron en la primera lectura:

·        “Es cada vez más claro que el egoísmo a largo plazo no da frutos y hace pagar a todos un precio demasiado alto; por lo tanto, si queremos el bien real del hombre verdadero para los hombres, «¡el dinero debe servir y no gobernar!»”.

·        “Las economías y las finanzas necesitan ‘una ética amiga de la persona’.”

·        “En una perspectiva plenamente humana, se establece un círculo virtuoso entre ganancia y solidaridad, el cual, gracias al obrar libre del hombre, puede expandir todas las potencialidades positivas de los mercados.”

·        “Si bien la razón formal para legitimar la presencia de sedes offshore es la de evitar que los inversores institucionales sufran una doble tasación, [algunos] se ‘pasan de la raya’. (…) No es posible ignorar que esas sedes offshore se han convertido en lugares de lavado de dinero ‘sucio’, es decir, fruto de ganancias ilícitas (robo, fraude, corrupción, asociación criminal, mafia, botín de guerra...). Así, al disimular el hecho de que las operaciones offshore no se llevaban a cabo en sus plazas financieras oficiales, algunos Estados han permitido que se sacara provecho incluso de delitos, sintiéndose no responsables porque no se realizaban formalmente bajo su jurisdicción. Esto representa, desde un punto de vista moral, una forma obvia de hipocresía. (…) Bastaría un impuesto mínimo sobre las transacciones offshore para resolver gran parte del problema del hambre en el mundo: ¿por qué no hacerlo con valentía?”

¿Y por qué este documento? Encontré una respuesta en el mismo texto: “Es necesario emprender una reflexión ética sobre ciertos aspectos de la intermediación financiera, cuyo funcionamiento, habiéndose desvinculado de fundamentos antropológicos y morales apropiados, no sólo ha producido abusos e injusticias evidentes, sino que se ha demostrado también capaz de crear crisis sistémicas en todo el mundo”.

(*) Monseñor Lozano es arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

 


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