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Diario El Argentinojueves 25 de abril de 2024
Opinión

Stella Brian

De uniforme rojo y con una sonrisa siempre....                        

De uniforme rojo y con una sonrisa siempre....                         

Cada día, Stella Brian sube a su bicicleta para ir a trabajar.


No importa que sea un poco antes de las seis de la mañana, si se trata de la semana que hace el tuno de 6 a 14; tampoco  que sean las once de la noche, si su regreso es tras haber cumplido el horario de la tarde, de 14 a 22.

Ella es mamá de Camila y Lautaro. Y es jefa de hogar. Y como dijo “siempre he ido y venido en bici”.

Viéndola en la estación de servicio, de la que viste orgullosa el uniforme y siempre con una sonrisa, todo esto era desconocido para nosotros. Hasta ahora, que charlamos con ella.

Así supimos que hace tres años “La negra”, como le dicen sus compañeros, ingresó a este equipo.  

Y que   cuando empezó, lo hizo como playera, despachando combustible.

“Fue una experiencia diferente porque nunca lo había hecho. Pero es divertido e interesante el día a día, la charla con la gente, que te cuenta cómo está, qué le pasa...”, contó.

 

-¿Todo eso en ese ratito?

“A veces están  más tiempo, porque hay que revisar el agua y el aceite”, aclaró.

 

-¿Quiénes son más difíciles, los varones o las mujeres?

 Piensa  un ratito y dice “por ahí a la mujer no le transmitís confianza. Si le tenés que revisar el agua y el aceite, no están tan seguras como si lo hace un varón. Porque en Gualeguaychú no es tan común ver playeras”. 

 

- Pero deben estar los varones que se bajan y te dan indicaciones....

“Sí, los que te dicen  qué aceite poner y hasta dónde cargar el agua...., pero igual, para mí la mujer es más difícil. Incluso si le vas a inflar un neumático. Creo que piensan “¿sabrá cuántas libras poner?”, dijo divertida, imaginando la situación.

 

-¿Cómo aprendiste?

“Me ayudaron. Tuve que aprender porque en general, las mujeres no somos cancheras en esto. Me enseñaron mis compañeros, me indicaron los cuidados que debía tener, cómo hacerlo bien...” 

 

-¿Fueron duros los primeros días?

“Los primeros quince días me sentí bastante insegura, pero si le ponés ganas, no es nada del otro mundo. Al principio me costaba estar entre tantos varones, pero me llevo bien con todos”.

 

-¿Te pasaba darte cuenta que   llamabas la atención de la gente?

“A veces sí. Pero hoy por hoy las mujeres han incursionado en las estaciones de servicio, especialmente en las ciudades grandes”.

 

 -¿Y con el horario rotativo, ¿cómo te organizás?

 “Vivo con mi madre  desde que me separé del padre de mis hijos. Gracias a Dios, siempre tuve empleo y conté con ella, que tiene una disposición enorme. Aunque me pasa que si pasa algo en casa y me requieren, tengo que salir, a diferencia de mis compañeros, que tienen   a la mamá de sus chicos con ellos. Pero te adaptás”.

“En casa soy ama de casa. Detesto la cocina, por eso amo las rotiserías y a mi madre...”, confesó,  entre asumida y encantada, “pero después trato de estar en todo lo que puedo”, esto es, aludiendo a su presencia de mamá.

“Los chicos van al colegio uno de mañana y otro de tarde. Entonces la semana que ingreso a las 14, estamos juntos un ratito al mediodía; pero cuando salgo  las dos, comparto con ellos bastante más”.

 

-Te debés haber perdido muchos actos escolares y otros momentos, con tus horarios...

“Sí. Reconozco que he estado muy ausente, y me he sentido culpable por esto, pero mis hijos saben que ha sido por trabajo, no por otra cosa”.

“Cuando lo necesito, me  organizo y cambio el franco, porque aquí son muy accesibles.

 Entonces puedo ir a la entrega de libretas, al acto del colegio, a la ceremonia religiosa...”

 

Stella vive detrás del cementerio. Es decir,  a unas cuantas cuadras de la esquina donde trabaja.

“Como vengo en bici, salgo bastante antes”.

 

-¿Y qué pasa cuando suena el despertador?

“¡Arriba!”, dijo de una, haciendo sonar los dedos. Soy muy responsable y vengo con la mejor predisposición. Hay días que tengo problemas, como todos, pero con los clientes trato siempre de tener mi mejor cara. Eso, para mí,  es una obligación”.

 

-Insisto con el trabajo en playa: ¿te ensuciabas con combustible, te quedaba impregnado el olor?

“Sí. Obviamente, un buen baño te lo saca, pero la ropa a veces necesita dos lavados.  A veces, mis hijos me decían “¡mamá, hay olor a nafta!”, recordó también sonriendo, quizá por estos rezongos que ya quedaron atrás.

 

-¿Te pasó de olvidarte el pico de la manguera puesto en el tanque de un auto y pasarte en litros?

“Sí. A veces piden un importe y el surtidor no corta justo. Pero la gente entiende estas situaciones”. 

 

-Ahora que estás en el shopp, ¿qué hacés?

“Atiendo la cafetería y el  kiosco, vendo fichas para lavado o aspirado, también  aceites. Cuando vengo de mañana, debo hacer el cierre de lotes y la documentación, después los stocks, las reposiciones  y recibir los pedidos”.

 

-¿Qué es más lindo? ¿La playa o el shopp?

“La playa, porque el shopp tiene muchas más responsabilidades. Pero me prepararon para cubrir cualquier sector. Y lo bueno es que es un rubro que si bien, puede disminuir la carga de combustible,   el mundo se mueve por el transporte, lo que me de tranquilidad. Obviamente, cuidando la fuente de trabajo”.

 

-¿Es riesgoso trabajar en una estación de servicio?

 “Los riesgos están en todos lados, pero por estar en un lugar donde hay combustibles, tenemos todos los elementos de seguridad y hemos hecho cursos de capacitación. Claro que somos muy cuidadosos. Por ejemplo: sabemos que aquí no se puede fumar, pero pocos saben que no se puede usar el teléfono móvil, porque expande ondas que pueden producir incendios. Hay gente que se enoja cuando se lo decís y te dice “¿qué puede pasar?” y tenés que explicarle”.

 

-¿Sos de las que el domingo pasado sintieron que era su día?

 “Sí. Un compañero me dijo “no me saludaste” y le respondí “vos tampoco”.

 

Como se ve, no le falta  decisión. Tampoco le ha faltado trabajo, desde los 18 años.   Siempre valoró tenerlo y lo tomó con responsabilidad, a la que suma su actitud ante la adversidad, los madrugones, los desafíos de cada día. 

“Y gracias a Dios, mi pareja actual se adapta a mis horarios,  algo que no es tan fácil”, dijo haciendo este reconocimiento al terminar la charla. 

 

Silvina Esnaola

EL ARGENTINO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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