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Diario El Argentinomiércoles 17 de abril de 2024
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Extraño trueque

Extraño trueque

Cuando Hernán Cortés (la historia cuenta que no tenía mucha cortesía, sobre todo con los nativos americanos) se entrevistó con Moctezuma, éste le regaló muchos objetos de oro y plata, con la idea de que esas riquezas lo satisfarían y renunciaría a declararle la guerra. Error enorme. Cortés vio la “veta” de oro y protagonizó una de las invasiones más sangrientas y crueles de la historia de la humanidad. Entre los objetos que se fueron a Europa, exactamente a Alemania (si se puede llamar así a un territorio en esos tiempos entremezclado con Austria, Holanda y otros países cercanos) había una bella tiara. El bueno de Don Carlos I de España y V de Alemania, no le dio valor a la pieza de más de un metro de altura por casi dos de ancho, confeccionada con plumas de las aves más exóticas de Centroamérica entre otras el Quetzal. Hay quién afirma que no es una tiara para la cabeza, sinó una capa que usaba el emperador en ceremonias específicas. Bernal Díaz del Castillo cuenta en sus crónicas que Cortes recibió de manos de Moctezuma el bello adorno. Cuenta también que Moctezuma caminaba bajo un palio de oro y plumas llevado de los brazos por sus cortesanos, mientras otros barrían el piso y extendían alfombras riquísimas para que sus pies no tocaran el suelo.

He visto la tiara en Viena, deteriorada por los siglos pero aún resplandeciente con sus tejuelos de oro y piedras preciosas, uno para engarzar cada pluma. Y hablamos de cientos de plumas de varios colores diferentes. La pieza en cuestión quedó en las bodegas de algún palacio de los Austrias y fue olvidada. Hoy está exhibida en el Museo Etnográfico, adonde arribó luego de la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, en Méjico se guarda con celo, la carroza dorada del emperador Maximiliano de Habsburgo, hecha en Italia en 1864 y llevada al palacio de Chapultepec. El carruaje es esplendoroso porque está completamente recubierto de planchas de oro puro bruñido.

Cuando el emperador es fusilado, ya su esposa Carlota (tenía siete nombres más pero el diario no tiene tanto espacio disponible) había regresado a Europa, buscando ayuda para el imperio que se derrumbaba. Esa fue la causa de que los objetos pertenecientes a la familia real, quedaran definitivamente en Méjico. La emperatriz perdió la razón y murió muy lejos, sufriendo delirios persecutorios. Una vajilla de plata maciza de miles de piezas, objetos preciosos, trajes, joyas…y por supuesto la carroza, se pueden contemplar hoy en el Castillo de Chapultepec (descontando las cosas que se robaron en el largo proceso que condujo a la República).

Esta tenencia cruzada de dos objetos invaluables que están en el lugar equivocado, ha dado motivo a negociaciones entre Austria y Méjico para intercambiar en calidad de “préstamo” con devolución a pedido, la carroza por la tiara. El trámite tiene el raro nombre de “Operación Pavo”. Esto que parece fácil, (depende de aunar voluntades) , está en trámite hace muchos años, porque Austria tiene la pieza más frágil, compuesta de materia orgánica, que no puede cambiar de temperatura, ni de humedad, ni de calidad lumínica porque simplemente se reduciría a cenizas. La carroza es de madera, bronce, porcelanas esmaltadas y oro y tiene quinientos años menos que la tiara.

El primer antecedente de este proceso se dió cuando el presidente austríaco Thomas Klestil, pidió que se restituyera la tiara a Méjico en señal de agradecimiento porque fue el único país que no reconoció la anexión de Austria a la Alemania nazi. Recibió un rechazo en aquel entonces y no se habló más del asunto por mucho tiempo.

Algunos mejicanos se reúnen cada tanto en la puerta del Museo Antropológico, vestidos con ropas aztecas, para reclamar la devolución del penacho de plumas que no se concreta nunca. La última noticia es que un estudio realizado en Europa, asegura que la tiara no puede viajar, es más, que ni siquiera resistiría ser manipulada, y eso ha detenido el trueque. Le informo al querido lector que en el Museo de Antropología de Méjico se exhibe una copia exacta de la tiara de plumas que por ahora y tal vez por siempre, le recordará a los visitantes dos realidades: el glorioso pasado precolombino de Méjico y el destino incierto de las grandes piezas antiguas que suelen estar en lugares inverosímiles, sin posibilidad alguna de ser devueltas a sus pagos de origen.

Pipo Fischer

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