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Cambiemos: una "grieta interna" cada vez más abierta

Cambiemos: una "grieta interna" cada vez más abierta

Por Pablo Sieira

A medida que se acercan las elecciones nacionales y surgen encuestas de todos los colores que muestran una posible derrota del presidente Mauricio Macri, Cambiemos deja ver cada vez más las tensiones internas, el temor a una salida "con pena y sin gloria" del Gobierno y las dificultades para llevar a cabo su agenda.

Uno o dos años atrás hubiera sido impensado que un dirigente de Cambiemos "se le anime" en público al jefe de Gabinete, Marcos Peña, como lo hizo el diputado y jefe del bloque del PRO, Nicolás Massot, el pasado miércoles tras su informe de gestión en la Cámara baja.

Massot, que ya confirmó su alejamiento del Gobierno para ir a estudiar a Yale (en paralelo a la salida de su jefe político, el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó) le reprochó con elegancia a Peña la estrategia de confrontar sin descanso con el kirchnerismo en particular y con el peronismo en general.

"No pueden existir políticas de Estado que excluyan al 30 por ciento del electorado (...) No existe un país posible que se consiga excluyendo un 30, un 25 o un 35 por ciento de la gente", lanzó el diputado en el recinto, en un cuestionamiento elegante aunque directo a la estrategia de profundizar "la grieta".

Las palabras de Massot llegaron justo después de que el jefe de Gabinete volviera a dar su informe mostrando su "enojo" con el kirchnerismo, táctica que puso en marcha el año pasado, que confirmó con el discurso del 1 de marzo de Macri en el Congreso y que ahora ratificó.

El planteo de Massot al hombre fuerte del Gobierno se suma a las quejas públicas de la UCR durante los últimos días, que la Casa Rosada trató de calmar (hasta ahora, con cierto éxito) con el ofrecimiento de la candidatura a vice y con una reunión en la que accedió a implementar alguna medida de control de precios que le ponga un freno a la inflación.

No obstante, en esa admisión forzada se pone en evidencia nuevamente la situación de debilidad del núcleo duro del PRO, ya que tuvo que abandonar públicamente la doctrina de que los controles de precios no sirven, sostenido hasta el último minuto tanto por Peña, en Diputados, como por Frigerio.

Por otra parte, tampoco logra el Gobierno que los sectores con los que se siente le cumplan los acuerdos, como lo demostró el plantón de la CGT al ministro de Producción, Dante Sica, en el Senado, cuando el funcionario se disponía a defender un proyecto de blanqueo laboral.

Fuentes parlamentarias señalaron que el tema había sido acordado por el ministro con la central gremial y que, por ello, el faltazo de los sindicalistas (que dio lugar a que el justicialismo negociador de Miguel Pichetto se niegue a respaldar el proyecto) sorprendió y golpeó al oficialismo y al propio funcionario, que ofreció su renuncia.

Toda este contexto, por demás tenso para Cambiemos, se combina con las encuestas difundidas por todos los medios de comunicación que muestra una eventual derrota de Macri en un balotaje hasta con la ex presidenta Cristina Kirchner.

Y es entonces cuando el Gobierno pierde hasta el disimulo y se despacha con un decreto que modifica las reglas electorales a cuatro meses de las elecciones primarias para evitar que el peronismo se una en la provincia de Buenos Aires.

La posibilidad de un pacto entre el PJ bonaerense y el massismo para impulsar a un candidato a gobernador "de unidad" que se cuelgue de más de una lista presidencial ponía en riesgo la estrategia oficialista de que María Eugenia Vidal sea la que traccione votos para Macri.

El temor a una derrota es, por otro lado, comprensible si se hace la pregunta clave: ¿cuál sería el balance para la historia que dejaría el Gobierno de Cambiemos si éste fuera su único mandato?

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