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Nacionales

Situaciones inexplicables

Situaciones inexplicables

La presencia de una investigadora del Conicet en un programa televisivo, en el que se alzó con un premio de medio millón de pesos, puso al alcance de casi todo el país el cuadro peculiar en el que el ajuste sin orden ni concierto ha sumido al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas: becas reducidas a la mitad, instalaciones deterioradas, retraso en inversión tecnológica y fuertes demoras en los pagos.

Casi como una cachetada a los funcionarios que explican lo inexplicable –“Tenemos un atraso de dos meses y medio en los pagos”, se alegó–, Marina Simian dijo que lo ganado se destinará a investigación. Muchos deberíamos avergonzarnos ante esto; los funcionarios responsables, primero. Rápido de reflejos mediáticos, el presidente Mauricio Macri recibió a la científica en Olivos, el viernes pasado, y ella dijo que había sido una buena reunión.

Pero al solo efecto de poner el carro tras los caballos, debe decirse que durante la gestión anterior, si bien se estimuló la investigación, se repatriaron talentos y se dignificaron los salarios, se lo hizo al costo de una manifiesta falta de control en más de un caso.

Es la consecuencia lógica de la falta de un proyecto que debe enmarcarse en políticas nacionales de largo alcance.

Y es justo lo que ahora nos sucede: para poner las cosas en orden, se apeló al método simplista de guillotinar a los efectos de emparejar cabezas; y luego vino el ajuste, que no discrimina. Ajustar en salud, en educación, en cultura y en ciencia es lo que ningún gobierno del signo que fuera debería siquiera pensar. Otra vez la falta de proyecto y la realidad reducida a los números de una planilla de Excel.

Ni siquiera la magnitud del habitual desaguisado económico nacional justifica tales desatinos, sobre todo cuando se visualiza sin esfuerzo el dispendio inexplicable de la política de bajo vuelo, que no se ajusta, sino que ajusta a los efectos de gastar más en sí misma, tal como lo evidencian los miles de millones que nadie quiere sumar en los costos de una sucesión interminable de elecciones municipales, provinciales y nacionales.

Lo que hoy se recorta a la investigación es una resta al futuro, mientras gobiernos de todo nivel invierten millones en campañas que los contribuyentes financian sin saber, y el dinero negro que el 40 por ciento de la economía argentina moviliza lo corrompe todo, poniéndonos a elegir entre ser irracionales o sólo deplorables.

El Conicet, que quede claro, no puede ser una unidad básica al servicio de proyecto político alguno ni el refugio de aspirantes a empleados públicos. Pero nadie debería siquiera por un segundo poner en duda que por allí pasa buena parte del futuro argentino y, por una vez, debería salir del lugar común de explicar lo inexplicable.

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