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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
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El gato con botas

El gato con botas

Le aseguro lector que el cuento de hadas más perfecto, más sabio, más aleccionador es El gato con botas. No daré opinión sobre las bondades o maldades de esos viejos cuentos en relación a los niños; hablaré del cuento como obra maestra de la literatura universal.

He leído por ahí que algunos de esos cuentos tienen como origen común la China del pasado. Sea como sea, es justo decir que en 1500 ya Giovanni Francesco Straparola lo recopiló. Perrault lo llamó El gato maestro a finales del diecisiete y otros escritores lo achicaron, lo agrandaron, lo adaptaron, sin lograr menguar su maravilloso argumento ni quitar luz al aprendizaje sobre el alma humana que lleva implícito.

Un molinero muere y deja su herencia al hijo mayor como era usual en otros tiempos. El menor, muy agraciado, sólo recibe un gato. Muerto de hambre piensa en comérselo pero el gato lo convence de que le dé un par de botas y una bolsa. El gato es astuto y sabe mucho acerca de la vida.

Nuestro felino caza un conejo, luego unas perdices y se los lleva al rey de parte de su amo, el Marqués de Carabás. Estando en la corte, averigua qué día el rey y su hija pasearán por la ribera del río. Ha inventado una estrategia perfecta, basándose en el único bien que tiene su joven amo que es la belleza. Como el chico no posee ropa para cotizar frente a la princesa, lo hace desnudar porque sabe que la hermosura es un vestido irresistible. En efecto, el muchacho entra al río desnudo, el gato tira lejos sus andrajos y se produce la escena famosa del gato que pide ropa para su amo el marqués que fue despojado mientras tomaba un baño en el río. ¿Puede haber una idea más genial para que un pobre molinero andrajoso conquiste a una princesa? Limpio, resplandeciente de juventud, el muchacho recibe el traje que la princesa manda a buscar a palacio para él. Ya tenemos un “marqués” sentado junto a la niña en la carroza real.

Pero el gato sabe que la primera batalla ha sido ganada porque ya los jóvenes están enamorados, pero ahora hay que solucionar el tema monetario del joven, para que pueda aspirar a semejante boda. Entonces corre con sus botas veloces y va pidiendo a los campesinos que trabajan la tierra que cuando el rey le pregunte de quién es, respondan: ¡del marqués de Carabás!...o los desfigurará a arañazos.

Hasta ahora, llevamos medio cuento y el ingenioso gato ha logrado algunos milagros, pero el fondo de la cuestión que volverá verdad toda la mentira y hará del falso y pobre marqués un verdadero y rico marqués, no ha sido resuelto.

Aquí hay otra columna sólida para que el cuento cierre sin temblores de argumento: el gato, adelantándose al séquito del rey que se viene acercando, vuela, más que corre, hasta el suntuoso castillo de un ogro malvado y golpeando a las puertas, logra que lo dejen entrar, seguramente por su extraño aspecto, ya que un gato con botas que además hable, fue y será siempre una rareza. Frente al rico ogro, el gato le alimenta el ego, hablándole de la fama que tiene de transformarse en el animal que desee. Primero en caballo, luego en buey, el ogro realiza su mágica transformación y aquí el gato lanza el desafío final, que definirá el éxito o el fracaso de su plan. Se juega la vida diciéndole que no es tan meritorio que un ser tan enorme como el ogro mute en animales enormes también, pero….¿sería capaz de volverse un mínimo y modesto ratón? Sólo la vanidad del ogro impidió que se dé cuenta del error que iba a cometer. Y aquí el cuento alcanza otro pico genial cuando el ogro se achica en ratón y el gato se lo come de un solo bocado.

Cuando el rey llega con los enamorados a conocer el suntuoso castillo, el gato aguarda en la entrada para hacer los honores. La princesa se casa con el molinero y el gato termina sus días en medio del lujo y las comodidades que su amo le brinda. El tema está resuelto porque el ogro tenía infinitos tesoros en sus bodegas. En La Cenicienta hay magia, que transforma a una pobre sirvienta sucia en dama vestida de oro o a una calabaza en carroza; es lindo el recurso del zapato, pero eso es todo. En Caperucita Roja, ocurre una tragedia previsible que el leñador redime abriendo la panza del astuto lobo que se disfraza de abuela. En Hansel y Gretel, la idea de sacar un fino huesito de pollo por entre las rejas en lugar del dedo, para que la bruja crea que los niños están muy flacos todavía, es ingeniosa, lo mismo que la legendaria casa de chocolate o el camino marcado con migas de pan que los pájaros devoran.

Pero la trama del Gato con botas, para mí supera a todas. La utilización de la única riqueza del muchacho, su belleza, para presentarlo desnudo ante la princesa es arte mayor. El descuido del ogro, en medio de los vapores de la vanidad y el narcisismo, que no acierta a pensar que si se vuelve ratón será devorado, la inteligencia del gato, que cambia el destino de un pobre molinero segundón, querido lector, me admiran hasta la envidia. Tuve la suerte de que en mi niñez, Enriqueta Burlando me llevara de la mano de los cuentos con texto literario y bellos dibujos. Hoy los libros de cuento tienen mucha ilustración y pocas frases, mayormente en castellano neutro, con temáticas puramente utilitarias, despojadas del esplendor que sólo posee la literatura. Pipo Fischer

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